Fuente: Inquietud Nueva
El concepto: “amor platónico”
Platón, el
conocido filósofo griego, refiere que el amor no es abstracto, sino
que se dirige siempre hacia “algo”. Ese algo incluye al hombre.
Para Platón el amor es la motivación – o empuje – que lleva al
conocimiento de una idea (cualquier realidad) y a la contemplación
de la misma, y que varía desde la apariencia de la belleza hasta el
conocimiento puro y desinteresado de su esencia. Este amor se da en
el plano ideal o imaginativo, no en el físico.
Los inconvenientes del falso amor platónico:
Las
falsas ilusiones. El “amor
platónico” se construye sobre arena. El amor se da entre dos
personas, a partir del diálogo, del compartir experiencias. No es
sano enamorarse de “fantasmas”, con la ilusión de que algún día
y de manera imprevista este (a) responderá.
Tenerlo
sólo en la mente. La
imaginación es el alimento del “amor platónico”. Muchos pueden
pasar horas pensando en cómo sería su vida con tal o cual persona,
pero al “despertar” se olvidan de luchar por ello.
Vivir
de un imposible.
Hay que vivir con los pies sobre la tierra. No nos quedamos con la
falacia de los amores de telenovela, en donde la chica pobre siempre
encuentra su príncipe azul.
Lo
que nunca llegará.
Bien dice la canción: “me quedé abrazado de un poste, esperando,
y nunca llegaste”. Es mejor tener una relación que funcione y vaya
madurando con el tiempo que caer en una especie de espejismo.
Pérdida
de tiempo.
Vivir de “sueños” no conduce a ningún lado, y nos hace perder
el tiempo que podríamos aprovechar para trabajar por ellos. ¿Anhelas
algo? Analiza las posibilidades y “manos a la obra”, no te
contentes con suspirar mirando a lo lejos con nostalgia.
La única certeza para no caer en esta vana ilusión es saber que el
amor viene de Dios. Dios nos ama por lo que somos, no es una
idealización, sino una realidad. Nuestra existencia que está dotada
de inteligencia, voluntad y amor, es prueba de la realidad del amor
de Dios. Éste nos ha capacitado para ser reflexivos y corresponder
al amor; por eso no somos felices cuando nos enamoramos de
espejismos.
Si yo pretendo amar y darlo todo sin encontrar correspondencia,
tarde o temprano me haré presa de frustración. El amor se realiza
entre dos personas que lo cultivan hasta hacerlo madurar. En un ser
“ensimismado” no se puede dar esta realidad.
Amar es darse, no sólo recibir. Alguien que te dice; “te amo”,
te corresponde con gestos muy concretos, como empezar un noviazgo; se
compromete de manera total al proponerte matrimonio; se sacrifica en
su tiempo y gustos personales para ayudarte y verte feliz.
El
capítulo trece de la 1a Carta a los Corintios nos acerca a esta
realidad del amor que está cimentado en verdad, y éste se vive así:
“Tener amor es
saber soportar; es ser bondadoso; es no tener envidia, ni ser
presumido, ni orgulloso, ni grosero, ni egoísta; es no alegrarse de
las injusticias, sino de la verdad. Tener amor es sufrirlo todo,
creerlo todo, esperarlo todo, soportarlo todo”.
El amor verdadero no es a “control remoto”, ni es fruto de una
casualidad. Tampoco se cimienta en la pura imaginación, sino que se
da entre dos personas, en día a día, en la convivencia, en la
sinceridad de sus palabras, a través de los detalles mutuos. Por
eso, el amor llamado “platónico”, de quien no se atreve a
afrontar su presente, fugándose a realidades que sólo existen en su
mente, es una opción inmadura que raya en el infantilismo. El amor,
o se da en lo concreto, o no le es en verdad.
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