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lunes, 19 de marzo de 2012

Atea, judía o morir, la decisión de Alina Milan ante las puertas de la muerte


No me voy a quitar la cruz. No renunciaré a mi fe. No existe ningún precio capaz de comprar a Cristo
Autor: Juan Antonio Ruiz J., LC | Fuente: www.buenas-noticias.org


  Alina Milan cursaba el quinto año de Derecho en la Universidad estatal de Moscú. Nacida en 1988, disfrutaba de una vida estudiantil serena... hasta que le detectaron Hidatidosis alveolar hepática, una enfermedad que consume el hígado, llevando a quien lo padece a una muerte segura.

Urgida de un trasplante de hígado, Alina y su madre decidieron buscar soluciones, pues en Rusia no se practica aún ese tipo de operaciones. Consultando, volaron a Israel en octubre del 2010, concretamente al The Tel-Aviv Sourasky Medical Center. Ahí, Alina se sometió a unas pruebas preliminares, que lanzaron su veredicto: o se hacía un trasplante urgente o le quedaba, cuando mucho, dos semanas de vida.

Madre e hija regresaron a Moscú con un serio dilema. Ese tipo de cirugías eran muy costosas y la familia no tenía medios para financiarla. Pero había una oportunidad que podría solucionar todos los problemas. Si Alina obtenía la ciudadanía israelí la operación se efectuaría de modo gratuito, pues implicaba el libre acceso a la atención médica estatal.

En un principio, todo parecía simple, pues Alina tenía ascendencia judía. Pero, sin embargo, había un "pero". En el cuestionario de ciudadanía que debía rellenar, una de las preguntas era el tipo de religión que profesaba. De acuerdo con las leyes vigentes, sólo quienes profesan el judaísmo o que se consideraban ateos podrían ser ciudadanos de Israel. Por ello, si Alina ponía “judío” o “ateo”, obtendría la ciudadanía inmediatamente. Pero si ponía cristiano, todas las puertas se le cerrarían.

Alina decidió preguntar a su director espiritual, el P. Alejandro Naruszewa, qué debía hacer. Así lo relata el mismo sacerdote:

«Me llamó por teléfono y me preguntó qué hacer, pues los médicos le habían dicho que sólo contaba con dos o tres semanas de vida. Teóricamente, para mí la elección era simple: o la mentira, eligiendo renunciar a su fe con la esperanza de poder sobrevivir, o la plena confianza en Dios». Sin embargo, no se sentía quién para decidir en el destino de la joven «y no sabía qué decir... aunque sí lo sabía en realidad». Con estos sentimientos encontrados, se fue al hospital para ver a la joven.

Ahí se encontró con la madre de Alina, que lo esperaba en la antesala de la zona de reanimación: «Incluso antes de entrar, la madre de la enferma me dijo que ella y su hija habían ya decidido qué hacer. Y antes de que pudiera decir nada, me cambió el tema de conversación, porque veía que yo podría tener miedo de escuchar algo que sería horrible para mí como sacerdote y cristiano».

Por fin, entraron en la sala. Delante de él, el P. Alejandro se topó con «una joven delgada, de color amarillo, muy poco parecido a lo que la joven de 22 años debería ser». Sonriente, con ojos claros y serenos, Alina miró al sacerdote y le dijo sin ningún preámbulo: «Mi madre y yo hemos decidido tajantemente que no me voy a quitar la cruz. No renunciaré a mi fe. No existe ningún precio capaz de comprar a Cristo ».

Ante tan grande valentía, el P. Alejandro decidió buscar dinero por todos los medios posibles. Entre los amigos de la Universidad juntaron una buena cantidad de dinero, pero no llegaron a los 300,000 dólares que cuesta la operación. Y así, el 14 de marzo del 2011, Alina dejaba este mundo.

Antes de su muerte, Alina se las arregló para escribir una carta para sus amigos:

«No muestro ningún heroísmo. En realidad, no tengo otra opción, pues ya había hecho mi elección hace tiempo: soy cristiana ortodoxa. Tengo ante mí un documento del Ministerio de Interior de Israel. Un apartado reza así: “Acepto la ciudadanía / la ley / religión del país”. Y tienes que firmar. ¿Elijo?

«Para mí, lo importante no es lo que queda en el papel, sino ¿qué pasa con mi alma? La confianza en Dios es más fuerte que cualquier valor, que cualquier derecho, país, diagnóstico o cualquier tiempo terrible. Incluso en los días más oscuros no me deja la sensación de que Dios sostiene mi mano. La única opción que hice por mi fe en Dios hace ya mucho tiempo no está vinculada a ninguna nacionalidad. Y no me importa qué venga: yo le daré gracias por aquello que suceda en mi vida».

Al final, da gracias por quienes se preocupan por ella, volviendo a resaltar que no es un héroe. Aunque el verdadero heroísmo consiste precisamente en dejar a un lado tus cosas para cuidar a los demás. Y justamente sus últimas palabras fueron para sus amigos, invitándoles a optar por Dios siempre, sean cuales sean las dificultades en su vida. 
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lunes, 22 de febrero de 2010

Reflexionar sobre nuestra propia vida

Martes primera semana Cuaresma.
Que el Señor llegue a nuestro corazón y encuentre en él una tierra capaz de apoyarse en Dios.
Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net

El tiempo de cuaresma, de una forma especial, nos urge a reflexionar sobre nuestra vida. Nos exige que cada uno de nosotros llegue al centro de sí mismo y se ponga a ver cuál es le recorrido de la propia vida. Porque cuando vemos la vida de otras gentes que caminan a nuestro lado, gente como nosotros, con defectos, debilidades, necesitadas, y en las que la gracia del Señor va dando plenitud a su existencia, la va fecundando, va haciendo de cada minuto de su vida un momento de fecundidad espiritual, deberíamos cuestionarnos muy seriamente sobre el modo en que debe realizarse en nosotros la acción de Dios. Es Dios quien realiza en nosotros el camino de transformación y de crecimiento; es Dios quien hace eficaz en nosotros la gracia.

La acción de Dios se realiza según la imagen del profeta Isaías: así como la lluvia y a la nieve bajan al cielo, empapan la tierra y después da haber hacho fecunda la tierra para poder sembrar suben otra vez al cielo.

La acción de Dios en al Cuaresma, de una forma muy particular, baja sobre todos los hombres para darnos a todos y a cada uno una muy especial ayuda de cara a la fecundidad personal.

La semilla que se siembra y el pan que se come, realmente es nuestro trabajo, lo que nosotros nos toca poner, pero necesita de la gracia de Dios. Esto es una verdad que no tenemos que olvidar: es Dios quien hace eficaz la semilla, de nada serviría la semilla o la tierra si no fuesen fecundadas, empapadas por la gracia de Dios.

Nosotros tenemos que llegar a entender esto y a no mirar tanto las semillas que nosotros tenemos, cuanto la gracia, la lluvia que las fecunda. No tenemos que mirar las semillas que tenemos en las manos, sino la fecundidad que viene de Dios Nuestro Señor. Es una ley fundamental de la Cuaresma el aprender a recibir en nuestro corazón la gracia de Dios, el esfuerzo que Dios está haciendo con cada uno de nosotros.

Jesucristo, en el Evangelio también nos da otro dinamismo muy importante de la Cuaresma, que es la respuesta de cada uno de nosotros a la gracia de Dios. No basta la acción de la gracia, porque la acción de la gracia no sustituye nuestra libertad, no sustituye el esfuerzo que tiene que brotar de uno mismo. Cristo nos pone guardia sobre la autosuficiencia, pero también sobre la pasividad. Nos dice que tenemos que aprender a vivir la recepción de la gracia en nosotros, sin autosuficiencia y pasividad.

Contra la autosuficiencia nos dice el Señor en el Evangelio: “No oréis como oran los paganos que piensan que con mucho hablar van a ser escuchados”. Jesús nos dice: “tienen que permitir que su corazón se abra, que tu corazón sea el que habla a Dios Nuestro Señor. Porque Él, antes de que pidas algo, ya sabe que es lo que necesitas”. Pero al mismo tiempo hay que cuidar la pasividad. A nosotros nos toca actuar, hacer las cosas, nos toca llevar las situaciones tal y como Dios nos lo va pidiendo. Esto es, quizá, un esfuerzo muy difícil, muy serio, pero nosotros tenemos que actuar a imitación de Dios Nuestro Señor. De Nuestro Padre que está en el Cielo. Este camino supone para todos nosotros la capacidad de ir trabajando apoyados en la oración.

Escuchábamos el Salmo que nos habla de dos tipos de personas: “ Los ojos del Señor cuidan al justo y a su clamor están atentos a sus oídos; contra el malvado, en cambio esta el Señor, para borrar de la tierra su recuerdo”. Si nosotros aprendiéramos a ver así todo el trabajo espiritual, del cual la Cuaresma es un momento muy privilegiado. Si aprendiéramos a ver todo esto como un trabajo que Dios va realizando en el alma y que al mismo tiempo va produciendo en nuestro interior un dinamismo de transformación, de confianza, de escucha de Dios, de camino de vida; un dinamismo de acercamiento a los demás, de perdón, de apertura del corazón. Si esto lo tuviésemos claro, también nosotros estaríamos realizando lo que dice el Salmo: “el Señor libra al justo de sus angustias”.

¿Cuántas veces la angustia que hay en el alma, proviene, por encima de todo, de que nosotros queremos ser quien realiza las cosas, las situaciones y nos olvidamos de que no somos nosotros, sino Dios? ¿Pero cuántas veces también, la angustia viene al alma porque queremos dejarle todo a Dios, cuando a nosotros nos toca poner mucho de nuestra parte? Incluso, cuando a nosotros nos toca poner algo que nos arriesga, que nos compromete; algo que nos hace decir: ¿será así o no será así?, y sin embargo yo sé que tengo que hacerlo. Es la semilla que hay que sembrar.

Cuando el sembrador, tiene una semilla y la pone en el campo, no sabe qué va a pasar con ella. Se fía de la lluvia y de la nieve que le va a hacer fecundar. ¿Cuántas veces a nosotros nos podría pasar que tenemos la semilla pero preferimos no enterrarla, preferimos no fiarnos de la lluvia, porque si falla, qué hacemos?

Sin embargo Dios vuelve a repetir: “ El Señor libra al justo de todas sus angustias” ¿Cuáles son las angustias? ¿De autosuficiencia? ¿De pasividad? ¿De miedo? Aprendamos en esta Cuaresma permitir que el Señor llegue a nuestro corazón y encuentre en él una tierra que es capaz de apoyarse plenamente en Dios, pero al mismo tiempo, capaz de arriesgarse por Dios Nuestro Señor.
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