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domingo, 6 de noviembre de 2011

Y tu espejo ¿qué refleja?

Quizás valga la pena entregar el espejo que tienes y cambiarlo por uno ...diferente. 
Autor: Miguel Segura | Fuente: Catholic.net


Un día llegó un grupo de escaladores procedentes de alguna ciudad. Ciertamente fue un evento de lo más insólito. No estuvieron allí más de tres horas.


Mientras los montañeros reposaban un poco, una de las muchachas sacó de la mochila un espejito de mano. En unos instantes se vio rodeada de un ejército de niñas pequeñas que la miraban en silencio abriendo y cerrando los ojos con la solemnidad que da el asombro. Nunca habían visto un espejo.


- ¿Qué es eso que tienes en la mano? -le preguntó la más pequeña señalando el espejo con su dedo regordete.

- ¿Esto?... ¡Un espejo! -dijo la muchacha- ¿Nunca has visto uno?

El grupo de niñas negó al unísono moviendo la cabeza y sin separar la vista de aquel objeto maravilloso. Verlas era un espectáculo encantador e incluso la escaladora, acostumbrada a grupos de admiradores, quedó prendida de su sencillez.

- ¡Qué cosas! -dijo- Tú nunca has visto uno y yo no podría vivir sin él... toma, te lo regalo. 

Y entregó el espejito a la más pequeña. La niña clavó los ojos en su mano, asombrada, después sonrió y mirando intensamente a la chica le dio un sonoro beso en la mejilla.

Pero después de unos momentos la niña volvió y entregó el espejo.

-¿Qué pasó? -dijo la escaladora- ¿No lo quieres?

-No, es que... ¡en éste sólo aparece mi cara! -respondió la niña- Verse a sí misma todo el tiempo es bien aburrido... ¿no tienes otro donde aparezcan mi papá, mi mamá y mis amigos?


¿Y tú? ¿Qué tipo de espejo te haría feliz? 

Quizás valga la pena entregar el espejo que tienes y cambiarlo por uno como el de la pequeña...
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domingo, 3 de abril de 2011

Los 50 de Fukushima

Ya no podemos ver Fukushima de cualquier manera: su historia ha cambiado.
Autor: Juan Alejandro Palacios, LC | Fuente: www.buenas-noticias.org


Ha impactado a todos la noticia: una ola enorme arrastró consigo la vida y las ilusiones de miles de japoneses. En un abrir y cerrar de ojos la fuerza del agua arrancó casas, arrastró barcos y coches, destruyó carreteras, rompió familias... Todo lo hizo sin pedir permiso, no tuvo compasión. Y así como llegó, se marchó.

Una de las ciudades más afectadas por el tsunami del pasado 11 de marzo fue la tristemente recordada Fukushima. Este lugar quedará en la historia como el blanco donde en 1945 cayera la primer bomba nuclear, donde el hombre se daría cuenta de su capacidad destructiva y salvaje. Ahora, uno de los reactores nucleares, que se encuentra en la planta nuclear Tokyo Electric Power (TEPCO), también sufrió los efectos del desastre natural y ha comenzado a emitir altas radiaciones.


Solamente pocas personas pueden saber lo que significa estar expuesto a radiaciones. Los efectos son inmediatos: pérdida de pelo, náuseas, vómitos, quemaduras y desplome del sistema inmunitario. Gran parte del agua potable ha quedado totalmente contaminada, en los supermercados la comida se vende por raciones.

Ante esta perspectiva, la única solución es controlar y regular los reactores nucleares, manteniendo activos los sistemas de refrigeración, un error puede generar una explosión y aumentar el tamaño de la catástrofe. Pero, ¿quién lo hace?

Cincuenta voluntarios de la compañía TEPCO, personas que también tienen familia, ideales, futuro, a las que tal vez nunca les hemos visto el rostro y que se ganan la vida día a día. Pero son conscientes de la situación general del país y asumen el riesgo de exponerse a las radiaciones para salvar a millones de personas que podrían verse afectadas por una posible explosión nuclear.

Uno de ellos, el francés Marc Faugeas, ha tomado este riesgo: «forma parte de mi trabajo, de mi responsabilidad. Es un riesgo asumido y conocido».

Mykola, un ingeniero, que hace 25 años presenció el desastre nuclear de Chernobil y que pudo escapar con vida, también ha querido poner su mano para este trabajo: «El general vino y dijo: “prefiero que se contaminen 2 mil personas y salvar a 200 millones”. Nos mandaron a trabajar al reactor, a limpiar los escombros. Ahora sólo la mitad de los hombres de mi unidad están vivos».

Lección de responsabilidad, de generosidad y de una valentía sin medida. Entre estos héroes hay un hombre con 59 años de edad que está a un año y medio de su jubilación.

Desde este momento, al recordar a Fukushima, quedará en la memoria la valentía y el tesón de estos cincuenta ingenieros. Tal vez su heroísmo pueda borrar la huella de la ciudad que había sido devastada por una explosión atómica 55 años atrás. Esta tarea les llevará semanas, tal vez meses; y probablemente las consecuencias de este riesgo les deje una honda huella en sus cuerpos, pero su corazón y su voluntad quedarán fortalecidas.

Detrás de cada uno de estos hombres se refleja el anhelo del corazón que busca, sin intenciones personales ni recompensas, el bien de personas que probablemente jamás en su vida han visto ni verán. Es ese anhelo de poner a los demás en primer lugar por encima de los propios intereses. No cabe duda que en todo hombre resuena esa voz: «no hay mayor amor que aquel que da la vida por sus amigos». Ya no podemos ver Fukushima de cualquier manera: su historia ha cambiado.

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