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martes, 5 de julio de 2011

Mientras menos ropa, ¿vales más?

A un policía de Toronto, Michel Sanguinetti, se le ocurrió comentar que "las mujeres deben evitar vestirse como putas para no ser víctimas de la violencia sexual"... eso bastó para que muchas mujeres indignadas salieran a las calles a manifestar que ellas
Autor: Rosa Martha Abascal Olascoaga | Fuente:

"Ni putas ni santas, sólo mujeres"... fue uno de los slogans de una marcha que comenzó en Canadá, y que ahora se ha replicado en muchas ciudades del mundo incluyendo el DF... Pero ¿a qué viene una expresión tan extrema y agresiva?

¿La historia?... a un policía de Toronto, Michel Sanguinetti, se le ocurrió comentar que "las mujeres deben evitar vestirse como putas para no ser víctimas de la violencia sexual"... eso bastó para que muchas mujeres indignadas salieran a las calles a manifestar que ellas se podían vestir como quisieran, o incluso desnudarse (como sucedió en varios casos en la marcha realizada en la Ciudad de México), y que por ello, nadie puede faltarles al respeto ni imaginar siquiera que son prostitutas o que quieren tener relaciones sexuales con un hombre.

Una gran cantidad de lemas "creativos" salieron a relucir en dicha marcha... "tengo calor, no te estoy coqueteando", "escucha baboso, yo escojo a quién me cojo", "escote sí, escote no, eso lo decido yo", "putita pero no de tu templo", "me quieres virgen, me quieres santa ¿sabes qué? me tienes harta"...
Si no fuera tan dramático, causaría gracia tanta creatividad que trata de disimular y envolver una lucha sexista, promotora de antivalores y que muestra una pérdida total del respeto que la mujer debe tenerse a sí misma, la cual debería ser una de las banderas de un auténtico feminismo.

¿Qué es lo que lleva al ser humano a cubrirse?

Hay que regresar al principio de los tiempos "En ese momento se les abrieron los ojos, y los dos se dieron cuenta de que estaban desnudos. Entonces cosieron hojas de higuera y se cubrieron con ellas" . (1)

El propósito más básico del vestido, es protegernos de las inclemencias del tiempo, todos los animales del planeta, han desarrollado mecanismos de protección, una piel mas dura, un pelaje abundante, una capa gruesa de grasa... y el ser humano no cuenta con ello. Por lo que desde las épocas de las cavernas, se cubrían con pieles de otros animales y con plantas.

El vestido también tiene un propósito social: estar adecuados al lugar en el que estamos... es decir, si tu vas a la oficina, es completamente impropio que te presentes en traje de baño, bien podrían negarte la entrada. Si estás en la playa, estar vestido de traje sastre también es igualmente impropio y ridículo.

El vestido también nos ayuda a expresarnos. Por ejemplo, las pandillas tienen una forma particular de vestirse y mostrar su rebeldía, los hippies otra, los darketos otra... cada grupo de estos expresa mucho de lo que quiere y de lo que tiene dentro a través de la vestimenta. Pero no necesitamos irnos a casos tan extremos para entender, que también nosotros en nuestra vida cotidiana, expresamos lo que somos... ¿qué piensas tu de una persona de 70 años que sigue vistiendo de cuero y con pelo largo y aretes?...

Pero algo aún más radical en el tema del vestido es que manifiesta "lo que queremos lograr"... ya sea distinción, elegancia, comodidad, atracción... una mujer que busca atraer a su hombre sexualmente, usa ropa sexy, atrevida, enseñadora. Una mujer que quiere proyectar elegancia, distinción y profesionalismo, usa traje sastre pero jamás usará algo que mande la señal de vulgaridad o de sexualidad.

En pocas palabras, la ropa es un envoltorio que "vende" lo que somos y queremos lograr. Es una realidad también, que las mujeres que se dedican a la prostitución usan muy poca ropa y que lo hacen para lograr un fin claro: atraer a los hombre sexualmente.

Lo esencial es: ¿qué queremos lograr al vestirnos?, cuando tu te amas y te respetas, cubres esas partes íntimas de ti que nadie tiene por qué conocer, porque vales tanto, que no necesitas mostrarlas para atraer la mirada y el reconocimiento de otras personas. A esto se le denomina pudor. Desde que el hombre es hombre, el pudor es una parte esencial de su vida.

El pudor se puede definir como un mecanismo instintivo, propio de la castidad, que protege la intimidad sexual. El pudor no nos lleva a ignorar lo sexual, sino a comprender lo trascendente de la sexualidad entregándola de forma exclusiva. No permite que una persona sea reducida a un objeto de consumo visual o activamente sexual

La realidad...

Sin embargo es un hecho, que en la sociedad contemporánea, se ha perdido el sentido del vestir... la tan traída y llevada "libertad" ha abierto la puerta a la promiscuidad. Hoy mujeres de todas las edades, desde adolescentes hasta abuelitas, reclaman para sí "ni de iglesias, ni de maridos, ni de partidos, mi cuerpo es mío".

De esta forma se ha generalizado una forma de vestir que es una realidad que antes era usada exclusivamente por mujeres que buscaban prostituirse (micro faldas, micro shorts, ombligueras que parecen brasieres, transparencias, tacones y plataformas exageradas, medias de red) y se vuelve difícil diferenciar a una mujer simplemente "liberada" con una mujer que está buscando tener sexo ya sea para satisfacer una necesidad o para obtener recursos económicos.

Esto se debe a la pérdida de la autoestima, a la pérdida de valores que muestren a las niñas, a las jóvenes y a las mujeres, que el valor que ellas tienen no se debe al cuerpo que tienen, sino a lo que son por dentro y que debería manifestarse en una actitud en el vestir, en una actitud al convivir que evidenciara lo extraordinariamente valioso de sí mismas, en lugar de vender lo más efímero y superficial que ellas poseen que es su cuerpo...

Nada justifica...

Lo que es una realidad también, es que nada justifica la falta de respeto de un hombre. No es un animal para reaccionar como si estuviera en celo frente a la presencia de una mujer más destapada. Siendo un hombre y no un animal, debería tener un control absoluto sobre su sexualidad y sus emociones.

También es cierto, que una mujer difícilmente entenderá el esfuerzo que esto supone para un hombre, pues la mujer es mucho más emocional. Para involucrarse con un hombre necesita de un vínculo... el hombre reacciona más por pulsión, no requiere un vínculo emocional para poder establecer una relación sexual. Si la mujer entendiera esto, también podría lograr con su hombre (en su casa, en su hogar) cosas maravillosas en el ámbito de una entrega única y exclusiva, y cuidaría mucho más su intimidad de miradas y actitudes de hombres que por desfortuna no saben respetar a una mujer.

Al final...

La pregunta es: ¿quién eres?, ¿qué quieres transmitir con tu forma de ser, la cual incluye la forma en que te vistes?, ¿cómo quieres ser recordada?, ¿qué parte de ti quieres que brille en el trabajo, la escuela, con los amigos y hasta con tus hijos?... ¿tu cuerpo o tu integralidad?

Se congruente con lo que quieres transmitir, valórate tú, y por consecuencia, serás valorada y respetada por el resto de las personas con las que convivas... porque eres mujer y vales mucho más que lo que tu cuerpo puede mostrar.

Twitter: @rmabascal

1. Génesis 3:7-10
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martes, 13 de abril de 2010

La liberación de la mujer no es lo que prometía

Muchas mujeres descubren cuánto han perdido con el feminismo
Autor: Ignacio Peyró | Fuente: albadigital.es

La clásica proclama del feminismo rezaba: “Una mujer necesita un hombre lo mismo que un pez necesita una bicicleta”. La atractiva escritora Lori Gottlieb, madre soltera y antigua feminista, es de las muchas que desmienten tal aserto: “Cada mujer que conozco -no importa el éxito o la ambición que tenga, ni su seguridad emocional y financiera- siente pánico (...) si llega a los treinta y ve que aún no está casada”.

Glosando la aludida frase, sin obviar su incorrección política, Gottlieb insiste: “Pregunta a cualquier mujer soltera de cuarenta años qué es lo que más desea en la vida, y seguramente no te dirá que lo que quiere es un trabajo mejor, una cintura más estrecha o un apartamento más grande. Lo más seguro es que te diga que lo que de verdad quiere es un marido y, por extensión, un hijo”.

Gottlieb confiesa que “es precisamente el no haberme casado lo que me hizo concluir que casarse es la mejor opción”. En una reunión casual con mujeres casadas, Gottlieb dice que “escucho letanías de quejas sobre sus maridos y me siento muy segura en mi decisión de esperar al hombre perfecto, sólo para darme cuenta de que ninguna de ellas se cambiaría por mí ni por un segundo”. Gottlieb no es sino una más de “esas mujeres solitarias que descubren cuánto han perdido gracias al feminismo”, según expresión de Tessa Cunningham.


El éxito antes que el hogar

Hoy, cerca de una de cada cinco mujeres que ronda los cuarenta años no tiene ningún hijo, una proporción que dobla la estadística de 1976. Las encuestas muestran que un setenta por ciento de mujeres se arrepienten de no haberlo tenido, y la familia ideal sigue constando de dos o tres niños, pero cada vez son menos las personas que viven en este tipo de familia.

El problema, según el sociólogo David Brooks, es que “las mujeres tienen más opciones sobre el tipo de vida que quieren llevar, pero no tienen más opciones sobre cómo secuenciar su vida”. “Las mujeres”, explica Cunningham, “adoctrinadas en la idea de que los hombres llevan vidas mejores, terminan valorando el éxito y el estatus sobre el hogar”, de modo que la decisión de tener niños se pospone indefinidamente, por presión laboral impuesta o voluntaria.

En La mentira de la maternidad tardía, una madre tardía, India Knight, señala que “el número de mujeres que tienen hijos más allá de los cuarenta años se ha doblado en tan sólo una década”, para desde este punto comenzar una larga diatriba “contra quienes piensan que la fecundación in vitro es algo así como inyectarse bótox”.

Es un modelo de embarazo para el que Knight -que lo ha probado- tiene palabras durísimas por ser una bomba hormonal. Pero la escritora inglesa va más allá: “A las mujeres de nuestra generación, el movimiento feminista nos ha colado una enorme mentira: que lo puedes tener todo -trabajo, éxito, dinero, estatus- y, después de conseguirlo, ponerte a tener tantos niños como quieras”.


Bolsas bajo los ojos

Ante la reciente ola de famosas como Madonna, que optan por la maternidad solitaria y tardía, Knight reacciona con crudeza, “opuesta a la consideración de que ser una madre mayor es una ambición maravillosa y fácil de conseguir (...) Están rotas, porque levantarte tres veces cada noche no es lo mismo cuando tienes cuarenta y tres años que cuando tienes veinticinco. Así logras grandes bolsas bajo los ojos y maridos que se dan cuenta y se preguntan qué fue de la mujer con la que se casaron”.

Por otra parte, los sacrificios de la maternidad son más amargos “cuando has tenido diez o veinte años de tiempo extra sólo para ti misma, y de pronto tienes que optar por la entrega absoluta”. De su propia experiencia, Knight tiene un consejo sobre marido e hijos que irritará a algunas feministas: “No esperes”.

Al hacer que las mujeres adopten una hoja de ruta para la vida más adecuada a los ritmos masculinos, son muchos los matrimonios que lamentan no tener niños o tener menos de los que hubieran querido. Pero, más allá de la natalidad, la revolución sexual ha tenido consecuencias imprevistas.

Pasados los treinta años de edad, y tras años de relaciones mejorables, la escritora Laura Nolan se pregunta: “¿Dónde están los hombres?”. Cunningham le da la respuesta: “El feminismo ha posibilitado que la mujer elija grandes carreras laborales, pero le ha robado la oportunidad de asentarse, ya que no han podido encontrar ningún hombre lo suficientemente ´masculino´ para estar preparado para el compromiso. La sociedad ya no otorga valor a los hombres que toman su responsabilidad”.

Así, de vuelta a Nolan, “lo que hay es una auténtica avalancha de ´hombres-niño´, que está dejando con un pasmo tremendo a toda una generación de mujeres solteras, de treinta y tantos años, que son sus parejas naturales”.

¿Es todo culpa de los hombres? Un hombre, Bernard Chapin, no lo cree así. Chapin considera que el modelo de mujer que encarna el Nuevo Orden Femenino (grandes trabajadoras, independientes, autónomas, consumistas) repele a los hombres por ser un modelo materialista y poco sensible a sus necesidades o las virtudes masculinas: “Cada vez más, las chicas buscan una amiga en su novio”, se queja otro comentarista.

Pero para tanta sorprendente soledad femenina hay más razones: la amenaza que los hombres sienten ante las leyes divorcistas o el hecho de que la liberación sexual desalienta el matrimonio con una múltiple oferta de sexo sin compromiso que alienta una “cultura de la inmadurez”, según define George Will.

Al igualar el papel de los sexos, concluye la citada Tessa Cunningham, “nos arriesgamos a producir hombres egoístas, irresponsables e infieles. Tal vez ayuden con la colada, pero no por ello van a respetar a la mujer ni a mostrar más compromiso”.

Así, “el hombre que se enamoraba y que pensaba que, al encontrar a una chica estupenda, lo que había que hacer era casarse con ella, se ha convertido en alguien que sólo busca un poco de diversión, y que afronta con enorme incomodidad cualquier relación de la que no pueda librarse con un sms”, dice la joven Nolan.
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