viernes, 8 de marzo de 2019

¿Cuándo comienza la vida?

La vida, para muchos apreciada y para otros.. como diría Jose Alfredo.. "no vale nada".

Y si, para los abortistas no vale nada.. pero.. ¿Cuándo comienza la vida?

Según la #ciencia.. en la fecundación. Pero, para estos casos la ciencia al igual que la vida "no vale nada" para este sector de genocidas. 

Para ellos, los promotores del genocidio del aborto, la vida comienza cuando la cigüeña llega, toca a la puerta y deja a un bebe envuelto en una sabana blanca. 

Y aun así tienen el descaro de decirles RETROGRADAS a los que defienden la vida. Pero bueno, ignorantes hay en todas partes, y hay que comprenderlos no podemos dominar todos los temas en su totalidad. 


La vida comienza en la fecundación, comprobado por científicos que dominan el tema y saben de lo que declaran en base a estudios cientificos, entonces, el #aborto es un #asesinato, ya que se acaba con la vida de un ser, por lo regular en todo el mundo o en la mayoría de los países los asesinatos no quedan impunes, se castiga al infractor, en este caso al asesino, en algunos lares hasta con la misma muerte. 

Entonces si la vida comienza desde la fecundación, despenalizar el aborto, sería lo mismo a despenalizar el asesinato, por que daría lo mismo matar a un ser humano, dentro del vientre materno, como a los 2 años, 10 años, 40 años u 80 años, ya que como la ciencia nos dice, la vida comienza en la fecundación y su fin la muerte dentro o fuera del útero de su madre. 

Despenalizar el homicidio, no querrá decir que sea "obligatorio" como algunos señalan con la despenalización del aborto, que como hemos visto, también es un homicidio, pero si alguien mata a otro en cualquier etapa de la vida, pues no debe de ser criminalizado el hombre o la mujer que haya ejercido su "derecho" de terminar con la vida de otro, sin importar el motivo. 

Si no se respeta la vida desde su inicio, entonces, ¿En que momento habrá que respetarla? 
Sí un pueblo no defiende la vida de los indefensos e inocentes en las diferentes etapas de la vida, entonces, ¿Que vida solo se debe de defender? 

Acá les dejo una explicación "retrograda" del comienzo de la vida, explicación científica. 

1. El ser humano es una individualidad genética única en la historia de la especie humana. Es un ser único, no reproducible. Su identidad biológica se determina en el comienzo de su vida. 

2. La vida de un ser humano tiene un comienzo y un final en el tiempo. Su comienzo es el momento de la concepción y su fin la muerte dentro o fuera del útero de su madre. 

3. El ser humano se forma genéticamente a nivel molecular, citológico y probabilístico al fusionarse los dos gametos masculino y femenino y estructura un zigoto que es la célula primordial que contiene todos los genotipos originales a partir de los cuales se desarrollará la vida del nuevo ser. Este proceso que se desarrolla en pocas horas se llama fecundación, es el sustrato biológico de la concepción. La vida comienza en la fecundación. 

4. Con la fecundación del óvulo y la formación del zigoto se inicia un nuevo ser que es distinto a sus progenitores, y tiene la potencialidad e individualidad para desarrollarse por sí mismo. 

5. El producto de la concepción es el feto, el cual durante la vida intrauterina pasa por sucesivas etapas de desarrollo que lo van adaptando a los ecosistemas materno para completar la fabricación de un infante capaz de ser viable. Ninguna de estas etapas puede ser considerada como comienzo de su vida, la que ya comenzó en la fecundación. 

Respetemos la vida en todas sus etapas, porque si no es respetada, entonces, ¿Que será digno de respeto? Sigue leyendo

miércoles, 8 de noviembre de 2017

¿Triunfó el amor?

Cuando se dice "El amor triunfó", en referencia a la homosexualidad, ¿no se refieren acaso a la sodomía?

Cuando se dice "El amor triunfó", en referencia a la homosexualidad, ¿no se refieren acaso a la sodomía?, porque yo puedo amar a una persona de mi mismo sexo sin ser homosexual o ¿acaso amarse entre personas del mismo sexo ya es exclusivo de la homosexualidad?, ¿si un padre ama a su hijo ya es homosexual? O ¿si una hermana ama a su hermana también lo es? O ¿si un amigo ama a su amigo ya es homosexual?.  
Pero como en estos tiempos el amor es confundido con el sexo, es por eso de que dicen algunos ingenuos... "el amor triunfó". 
 Hago referencia a todo esto, porque hay algunos personajes que tratan de confundir a los cristianos con frases como: "Cristo dijo amense unos a otros", para justificar la homosexualidad, como si Cristo hubiera dicho, "tengan sexo unos con otros", digo esto por como esta de sexualizado el amor en estos días, pero no mencionan lo que viene después de la frase "amense unos a los otros", "Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros: para que, así como Yo os he amado, vosotros os améis unos a otros" Jn. 13,34 y dice la reflexión sobre esta cita: "El mandamiento es "nuevo" en cuanto propone a los hombres la imitación de la caridad de Cristo: amor que se anticipa a las manifestaciones de amistad; amor compasivo que perdona y soporta; amor desinteresado y sin medida (Rom. 13, 10; I Cor. 13, 4-7)." 
Un amor que difiere del "amor" sexualizado por esta sociedad, siendo este "amor" sexualizado tan confundido con el verdadero amor, que algunos se atreven a reinterpretar a Cristo diciendo que el estaría de acuerdo con las uniones homosexuales, por el simple hecho de que se aman, y a la vez olvidándose de aquello que Cristo dijo alguna vez: "Pero desde el comienzo de la creación, Dios los hizo varón y mujer. Por esto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos vendrán a ser una sola carne. De modo que no son ya dos, sino una sola carne. ¡Y bien! ¡lo que Dios ha unido, el hombre no lo separe!" Mc. 10, 6-9. Entonces, ¿a que tipo de uniones Cristo se refiere? 

Ahora, confunden la homosexualidad con una forma de amar, cuando no lo es, la homosexualidad es según la "odiada" RAE.. por algunos:

homosexual. 
De homo- y sexual. 
1. adj. Dicho de una persona: Inclinada sexualmente hacia individuos de su mismo sexo. U. t. c. s.
2. adj. Dicho de una relación erótica: Que se produce entre individuos del mismo sexo.
3. adj. Perteneciente o relativo a la homosexualidad o a los homosexuales.

Entonces la homosexualidad es la inclinación sexual, más no sentimental o amorosa, hacia una persona del mismo sexo.
Es por eso que en las marchas del orgullo gay, siempre me pregunto, cuando mencionan "triunfó el amor", ¿en verdad es amor al que se refieren?
Hay que decir las cosas como son y llamarle amor al amor y sexo al sexo.
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martes, 25 de noviembre de 2014

La Trampa Rota


EL PROBLEMA
DE LA ADICCIÓN SEXUAL

MIGUEL ÁNGEL FUENTES


 
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jueves, 14 de febrero de 2013

¿Es rentable ser bueno?

¿Hay que ladrar con los perros y morder con los lobos? ¿Es rentable ser cordero?

Autor: José Luis Martín Descalzo | Fuente: 24 pequeñas maneras de amar

Quiero contarles a ustedes la historia de Piluca. Resulta que, en el colegio donde yo fui muchos años capellán, había dos hermanitas -Piluca y Manoli- que eran especialmente simpáticas y diablillos. Y un día, hablando a las mayores (y a Piluca entre ellas) les expliqué como todos los que nos rodean son imágenes de Dios y cómo debían tratar a sus padres, a sus hermanas, como si tratasen a Dios. Y Piluca quedó impresionadísima.

Aquel día, al regresar del colegio, coincidió con su hermana pequeña en el ascensor. Y, como Piluca iba cargadísima de libros, dijo a Manoli: "Dale al botón del ascensor". "Dale tú", respondió la pequeña. "Dale tú, que yo no puedo", insistió Piluca. "Pues dale tú, que eres mayor", replicó Manoli. Y, entonces, Piluca sintió unos deseos tremendos de soltar los libros y pegarle un mamporro a su hermanita. Pero, como un relámpago, acudió a su cabeza un pensamiento. ¿Cómo la voy a pegar si mi hermanita es Dios? Y optó por callarse y por dar como pudo al botón. Luego, jugando, se repitió la historia. Y comiendo. Y por la noche. Y todas las veces que Piluca sentía deseos de estrangular a su hermana, se los metía debajo de los tacones porque no estaba nada bien estrangular a Dios.

A la mañana siguiente, cuando volvieron del colegio, veo yo a Piluca que viene hacia mí, arrastrando por el uniforme a su hermana con las lágrimas de genio en los ojos, y me grita: "Padre, explíquele a mi hermana que también yo soy Dios, porque así no hay manera de vivir".

Comprenderéis que me reí muchísimo y que, después de tratar de explicar a Manoli lo que Piluca me pedía, me quedé pensativo sobre un problema que me han planteado muchas veces: ¿Ser buena persona es llevar siempre las de perder? En un mundo en el que todos pisotean, si tú no lo haces ¿no estarás llamado a ser un estropajo? ¿Hay que ladrar con los perros y morder con los lobos? ¿Es "rentable" ser cordero?

Las preguntas se las traen. Y, en una primera respuesta, habría que decir que ser bueno es una lata, que en este mundo "triunfan" los listos, que es más rentable ser un buen pelota que un buen trabajador, que para hacer millones hay que olvidarse de la moral y de la ética.

Pero, si uno piensa un poquito más, la cosa ya no es tan sencilla. ¿Es seguro que ese tipo de "triunfos" son los realmente importantes? Y no voy a hablar aquí del reino de los cielos. En ese campo yo estoy seguro de que la bondad da un ciento por uno, rentabilidad que no da acción alguna de este mundo.

Pero quiero hacer la pregunta más a nivel de tierra. Y aquí mi optimismo es tan profundo que estoy dispuesto a apostar porque, más a la corta o más a la larga, ser buena persona y querer a los demás acaba siendo rentabilísimo.

Lo es, sobre todo, a nivel interior. Yo, al menos, me siento muchísimo más a gusto cuando quiero que cuando soy frío. Sólo la satisfacción de haber hecho aquello que debía me produce más gozo interior que todos los triunfos de este mundo. Moriría pobre a cambio de morir queriendo. Pero es que, incluso, creo que el amor produce amor. Con excepciones, claro.

¿Quién no conoce que el desagradecimiento es una de las plantas más abundantes en este mundo de hombres? ¡Cuántas puñaladas recibimos de aquellos a quienes más hemos amado! ¡Cuántas veces el amor acaba siendo reconocido... pero tardísimo!

Esa es la razón por la que uno debe amar porque debe amar y no porque espere la recompensa de otro amor. Eso llevaría a terribles desencantos.

Y, sin embargo, me atrevo a apostar a que quien ama a diez personas, acabará recibiendo el amor de alguna de ellas. Tal vez no de muchas. Cristo curó diez leprosos y sólo uno volvió a darle las gracias. Tal vez esa sea la proporción correcta de lo que pasa en este mundo.

Pero aún así, ser querido por uno de los diez a quienes hemos querido, ¿no es ya un éxito enorme? Por eso me parece que será bueno eso de amar a la gente como si fuesen Dios, aunque la mitad nos traten después como demonios.
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lunes, 14 de enero de 2013

Mendigos digitales

Cuánta necesidad de atención en un «me gusta» de Facebook
Autor: Jorge Enrique Mújica, LC | Fuente: www.religionenlibertad.com

Por la mañana del 4 de octubre de 2012 Facebook superó los mil millones de usuarios registrados que utilizan activamente esa red social al menos una vez al mes.

En un lapso menor a diez años Facebook se ha convertido en un ambiente de socialización que ha derivado en el nacimiento de una nueva «clase social»: la de los mendigos digitales.

Es sabido que la dinámica del compartir es el punto de partida y éxito no sólo de Facebook sino, en general, de todas las redes sociales. El contenido que las personas cargan en los espacios digitales suele ser una ocasión para mostrar a los otros la propia vida y, en torno a eso, despertar una conversación que posibilite conocer impresiones sobre lo compartido. En ese sentido, compartir implica sopesar la relevancia de lo mostrado que, en definitiva, supone calibrar también una forma de aprecio hacia la persona que comparte.

En las relaciones sociales que internet facilita, un "me gusta" equivale a una muestra de aprecio e interés y, en consecuencia, eso se convierte en un objetivo indirectamente buscado al momento de compartir fotografías, pensamientos, videos, etc. En no pocas ocasiones, el deseo de ser tomado en cuenta termina por convertir a la persona en un limosnero de "me gusta"; los "me gusta" acaban convirtiéndose en un alimento de la propia vanidad y, en realidad, importa poco quién los haga mientras sean muchos. De esta manera, la vanidad degenera en gula: los "me gusta" serán siempre pocos y el hambre de ellos será siempre mayor e insaciable.

Como se puede advertir, ya no es la relación interpersonal la que importa ni la que está al centro, sino la «necesidad» de ser tomado en cuenta y a toda costa. ¿Qué es eso sino la búsqueda de popularidad a cualquier precio? Evidentemente, en no pocos casos, el anhelo de relevancia supondrá no sólo ingentes inversiones de tiempo para conocer al segundo quién o cuántos dieron el último "me gusta" sino también el exponerse más y más en el afán de conseguir más reacciones que alimenten el propio ego.

El ser humano está hecho para la relación. En antropología filosófica se habla de «alteridad», de ese deseo del hombre de salir al encuentro del otro, del ser acogido y acoger. En el fondo, tal vez las personas que han pasado a engrosar esa nueva y creciente «clase social digital» están manifestando una inquietud interior más grande que, en realidad, compartimos todos los seres humanos: el deseo de aprecio y el hambre de trascendencia.

En la visión cristiana del mundo hay un plus que ayuda a encauzar esos grandes y profundos anhelos: quien medita en la propia existencia, en su condición de creatura, puede reconocer que la propia vida supone un "me gusta" por parte de Dios. ¡Somos amados y en consecuencia la vida tiene un horizonte! El amor que no acaba ha hecho una opción por nosotros y la vida es una muestra de ello. Es ese mismo Dios-Amor el que mantendrá indefectiblemente esa opción por nosotros y la traducirá en la vida diaria en un amor continuado, en un interés por sus criaturas.

Los usuarios de Facebook tienen la vocación de desarrollar un estamento social emergente: el de los «multimillonarios de sentido» que saben que su vida tiene un porqué, independientemente de la cantidad de "me gusta"... Su riqueza es precisamente saber que son importantes para Dios y que así su vida se convierte en misión: en la misión de compartir ese amor a más personas. Sí, los «multimillonarios de sentido» están llamados a redistribuir esa riqueza.
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viernes, 11 de enero de 2013

Los Triunfadores

A veces los triunfadores no son aquellos a los que todo el mundo aplaude y reconoce. No son los que construyeron grandes obras,  dejaron constancia de su liderazgo o viajaron, en primera clase.

A veces los triunfadores no son los administradores geniales, ni los visionarios del futuro, o los grandes emprendedores. Por ello, tal vez no los reconoceríamos en medio de tanto pensador, filósofo o tecnólogo, que supuestamente conducen a este mundo por la senda del progreso.

A veces el triunfador no es el negociador internacional, o el hacedor de empresas de clase mundial o el deslumbrante estadista que asiste a reuniones cumbre. No es el que se afana por exportar mucho, sino el que todavía se importa a sí mismo. 

Porque el triunfador puede ser también el que calladamente lucha por la justicia, aunque no sea un gran orador o un brillante diplomático.

El triunfador puede ser igualmente el que venció la ambición desmedida y no fue seducido por la vanidad o el poder.


Es triunfador el que no obstante que no viajó mucho al extranjero, con frecuencia hizo travesías hacia el interior de sí mismo para dimensionar las posibilidades de su corazón. Es el que quizás nunca alzó soberbio su mano en el podium de los vencedores, pero triunfó calladamente en su familia y con sus amigos y los cercanos a su alma.


Es, quizá, el que nunca apareció en las páginas de los periódicos, pero sí en el diario de Dios; el que no recibió reconocimientos, pero siempre obtuvo el de los suyos; el que nunca escribió libros, pero sí cartas de amor a sus hijos y el que pensó en redimir a su país a través de la asfixiante aventura de su trabajo común y rutinario y aquel que prefirió la sombra, porque, finalmente, es tan importante como la luz.


A veces el triunfador no es el que tiene una esplendorosa oficina, ni una secretaria ejecutiva, ni posee tres maestrías; no hace planeación estratégica ni elabora reportes o evalúa proyectos, pero su vida tiene un sentido, hace planes con su familia, tiene tiempo para sus hijos y encuentra fascinante disfrutar de la hermosa danza de la vida.


A veces el triunfador no es el pasa a la historia, sino el que hace posible la historia; el que encuentra gratificante convencer y no sólo vencer y el que de una manera apacible y decidida lucha por hacer de este mundo un mejor lugar para vivir. Es el que sabe que aunque sólo vivirá una vez, si lo hace con maestría, con una vez le bastará.


A veces el triunfador no tiene que ser el que construyó grandes andamiajes y estructuras administrativas, pero supo cómo construir un hogar; no es el que tiene un celular, pero platica con sus hijos, no tiene correo electrónico, pero conoce y saluda a sus vecinos, no ha ido al espacio exterior, pero es capaz de ir hacia su espacio interior y sin haber realizado grandes obras arquitectónicas, supo construirse a sí mismo y fue, como dice el poeta, el cómplice de su
propio destino.


A veces el triunfador suele ser Teresa de Calcuta, o Francisco de Asís o Nelson Mandela, o tal vez la enfermera callada, el obrero sencillo y el campesino olvidado, porque como personas triunfaron sobre la apatía o el desencanto y con su esfuerzo cotidiano  establecieron la diferencia.


A veces el triunfador puede ser el carpintero pobre de un lugar ignorado, o una mujer sencilla de pueblo o un niño humilde que nació en un pesebre, porque no había para él lugar en la posada...


Autor: Rubén Núñez
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lunes, 10 de septiembre de 2012

De nuevo, sobre el pecado
Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
Hace falta, tener valor para llamar las cosas por su nombre y para reconocer la propia falta.


No resulta fácil hablar del pecado. Primero, porque personalmente a nadie le gusta encararse con esta realidad. Segundo, porque provoca extrañeza tocar el argumento en ambientes donde el pecado es visto como un residuo de culturas ya superadas.

Nos cuesta, sí, en lo personal, hablar del pecado. Si hemos fallado a una promesa, si el egoísmo nos encerró en un capricho deshonesto, si dejamos abandonado al necesitado, con facilidad inventamos excusas que "borren" nuestro pecado.


"Estaba cansado... No era para tanto... En el mundo en el que vivimos no podemos ser perfectos... No siempre tengo que ser yo quien tienda una mano... Me encontraba en un momento muy tenso y me permití aquello como desahogo..."

Pero las muchas excusas que pasan por la cabeza no son suficientes para eliminar esa voz interior que nos susurra, respetuosamente, que hemos actuado mal, que hemos pecado.

Hace falta, en lo personal, tener valor para llamar las cosas por su nombre y para reconocer la propia falta. Sólo desde una actitud de sinceridad y desde la grandeza de alma podremos decir, sin excusas falsas: he pecado, he fallado ante Dios y ante mis hermanos.

Palpamos, además, que en muchos ambientes la gente ha cerrado los ojos y el corazón ante la idea del pecado. Psicólogos y sociólogos, filósofos y pensadores, literatos y personas “de la calle”, rechazan cualquier idea de pecado como obsoleta o incluso dañina.

Por eso explican las acciones ajenas (además de las propias) desde teorías más o menos articuladas. Algunos explican todo lo que hacemos o dejamos de hacer con la educación recibida en casa, en la escuela o en el grupo. Otros ven como origen de nuestros actos las fuerzas interiores de la propia psicología. Otros simplemente niegan la libertad y consideran que cada comportamiento humano está controlado por el destino, por las neuronas o por férreas "leyes de la naturaleza".

En esas perspectivas, no es posible negar que existen actos que causan rechazo y que son condenados. Pero incluso la condena queda explicada simplemente por el disgusto que esos actos provocan en algunos, sin que haya que calificarlos con una palabra, "pecado", que consideran fuera de lugar en un mundo moderno y maduro.

Las negaciones de uno mismo o de otros no pueden suprimir la realidad profunda del pecado, de ese acto que realizamos, con un conocimiento claro y con una aceptación plena, contra el amor. Porque en el fondo del pecado hay, como ya explicaba san Agustín, un rechazo a Dios y una opción extraña y egoísta por uno mismo. Es decir, el pecado nos aparta del núcleo más hermoso de toda existencia humana, porque nos impide amar a Dios y entregarnos sanamente a los hermanos.

Hace falta tener valor para recordar lo que es el pecado. Sólo entonces comprenderemos por qué Cristo vino al mundo y por qué murió en un Calvario. Manifestó, de esa manera, lo grave que es el pecado, al mismo tiempo que reveló esa verdad que da sentido a toda la existencia humana: "Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él" (Jn 3,16-17).

Cuando reconocemos, sencilla y honestamente, que hemos pecado, estamos listos para dar los siguientes pasos: pedir perdón, acoger la misericordia en el sacramento de la confesión, reparar el daño cometido, y empezar a vivir llenos de gratitud desde el abrazo que nos llega de un Dios cercano y misericordioso.
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