jueves, 13 de enero de 2011

Ser prójimo o hacerse prójimo: esa es la cuestión

Ser prójimo o hacerse prójimo: esa es la cuestión. Jesucristo ha querido decirnos que el cristiano no nace prójimo, se hace prójimo. Con Cristo la hermandad rompe las murallas que la historia, la tradición y las costumbres pueden haber impuesto.

Autor: Jesús David Munoz, L.C. | Fuente: Virtudes y Valores


«¿Quién es mi prójimo?» (Lc 10,29). Fue una pregunta maliciosa que dio origen a una de las parábolas más bellas que nos narra san Lucas en su evangelio.

El relato habla de un hombre cualquiera, seguramente un judío que bajaba de Jerusalén a Jericó después de una visita a la ciudad. La desgracia le sobrevino cuando una banda de malhechores lo asaltó y se fueron dejándolo medio muerto.

Dos hombres, un levita y un sacerdote, pasaron por allí. Se acercan con curiosidad a ver qué pasa con aquel hombre que yace desmayado en el suelo. Después de observar y dar un rodeo se alejan. ¿Por qué se van? Porque no tienen nada para ayudar a aquel pobre infeliz. ¿Para qué meterse en líos si tal vez ya está muerto?

Eran hombres de alcurnia, que salieron de su residencia aquel día sin imaginarse que en el camino se podrían encontrar en una situación así. Dentro de sus planes no estaba encontrar personas necesitadas, y por eso se vinieron ligeros y sin equipaje.

A la parábola se añade un cuarto personaje. Un samaritano que iba de viaje, un no-judío; uno que no debía pararse a atender a su antagonista religioso, uno que no estaba obligado a nada con aquel desgraciado; uno que no era “prójimo” según los criterios humanos de la época.

¡Qué sorpresa! Aquel hombre extranjero y sin compromiso alguno con el desvalido, parece que había salido de su casa con la única finalidad de atender a este desdichado. Lleva todo consigo: vendas, aceite, cabalgadura, dinero y, sobre todo, un corazón desembarazado y sin fronteras de raza, religión y costumbres. Es de esta manera como comienza una auténtica revolución protagonizada por el cristianismo y que ha cambiado por completo el mundo.

Ser prójimo o hacerse prójimo: esa es la cuestión. Jesucristo ha querido decirnos que el cristiano no nace prójimo, se hace prójimo. Con Cristo la hermandad rompe las murallas que la historia, la tradición y las costumbres pueden haber impuesto. La pregunta no es ya ¿con quién tengo la obligación de vivir la caridad y tratarlo como mi hermano?, sino ¿cuánto estoy dispuesto yo a hacerme prójimo de cualquier persona que se cruza en mi camino necesitada de mí?

La caridad ahora no conoce diferencia entre palestino y judío, entre norcoreano y surcoreano, entre oriental y occidental, entre republicano y demócrata, entre inmigrante y ciudadano...

Si cualquier persona puede ser mi prójimo, no puedo darme el lujo de ir ahora por la vida con las manos vacías ocupado en mi proyecto y en mi itinerario. La vida no es un paseo para estar viendo el paisaje y canturrear mientras hay muchos que yacen al borde del camino, despojados de su dignidad y heridos por la miseria y el pecado. De un cristiano se pide que vaya equipado, sobre todo de un corazón magnánimo y generoso abierto a escuchar el grito del que gime pidiendo ayuda.

Con Cristo la caridad no es una obligación jurídica ni una simple norma de cortesía y protocolo. Depende de mi generosidad, en la medida en la que esté dispuesto a dejar mi cabalgadura para llegar a decir: lo que gastes de más te lo pagaré a mi regreso (cf. Lc 10,35). Depende de la apertura de mi alma para aceptar la invitación del Maestro: «Ve y haz tú lo mismo» (Lc 10,37).
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¿La "voluntad anticipada" es lo mismo que la eutanasia?

La aplicación de la ortotanasia requiere ciertamente de elementos médicos y jurídicos muy precisos para evitar abusos y que se convierta en una forma de eutanasia disfrazada
Autor: José G. Martín Rábago


El día 28 de octubre del año en curso fue presentada ante el H. Congreso del Estado de Guanajuato la iniciativa de ley, conocida como “Voluntad Anticipada”; hasta el momento no ha sido aprobada por encontrarse en el trámite jurídico establecido al respecto.

Tal vez para un gran sector de la población resulte desconocida esta terminología y además aparezcan como de poca importancia práctica el alcance y los contenidos de esta ley. Más aún: se ha confundido a la opinión pública haciendo aparecer la “Voluntad Anticipada” como una forma de eutanasia. Con el fin de clarificar los conceptos y los alcances de esta iniciativa, me ha parecido conveniente ofrecer las siguientes reflexiones, confiando que los legisladores emitan una formulación de ley que sea totalmente respetuosa de la sacralidad de la vida humana y de la dignidad de la persona.

La eutanasia es, en sentido verdadero y propio, una acción o una omisión que por su naturaleza y la intención causa la muerte, con el fin de eliminar cualquier dolor o inconveniente conectado a la vida. La eutanasia es siempre gravemente inmoral porque el hombre no es dueño absoluto de la vida y consiguientemente no puede disponer de ella; sólo Dios es autor de la vida y su dueño natural.

La llamada ley de “Voluntad Anticipada” tiene otras aplicaciones y arranca de consideraciones diferentes; se le llama también “Ortotanasia” y se le define como la práctica médica por lo cual se acepta la situación terminal de un enfermo y no se aplican medios desproporcionados para alargar la vida más allá del tiempo debido. En esta situación el deber médico es hacer lo posible por calmar el dolor en vez de alargar el mayor tiempo posible una vida que ya no es humana y que se dirige naturalmente a su terminación.

El Papa Juan Pablo II enseñó: “De ella (de la eutanasia) debe distinguirse la decisión de renunciar al ´ensañamiento terapéutico´ o sea, ciertas intervenciones médicas ya no adecuadas a la situación real del enfermo, por ser desproporcionadas a los resultados que se podrían esperar...

En estas situaciones, cuando la muerte se prevé inminente e inevitable, se puede en conciencia renunciar a unos tratamientos que procurarían únicamente una prolongación precaria y penosa de la existencia, sin interrumpir, sin embargo, las curas normales debidas al enfermo en casos similares... La renuncia a medios extraordinarios o desproporcionados no equivale al suicidio o a la eutanasia, expresa más bien la aceptación de la condición humana ante la muerte” (Evangelio de la Vida 65).

La aplicación de la ortotanasia requiere ciertamente de elementos médicos y jurídicos muy precisos para evitar abusos y que se convierta en una forma de eutanasia disfrazada. Esta será la tarea que corresponderá a los legisladores, asesorados por peritos en la materia.

La práctica de la Voluntad Anticipada ya existe en algunos países con diferentes nombres. En España se formuló como “Testamento Vital” y fue aprobado por la Comisión de la Doctrina de la Fe de la Conferencia Episcopal Española. Me parece inspirador el formato que fue proporcionado para su uso en el momento requerido.

Estos son algunos párrafos:

“Si me llega el momento en que no pueda expresar mi voluntad acerca de los tratamientos médicos que se me vayan a aplicar, deseo y pido que en caso que se dé una situación crítica motivada por enfermedad irrecuperable, que no se me mantenga en vida por medio de tratamientos desproporcionados o extraordinarios”.

“Que en ningún caso se me aplique la eutanasia activa”

“Que no se me prolongue abusiva e irracionalmente mi proceso de muerte”.

“Que se me administren los tratamientos adecuados para paliar los sufrimientos”

“Que se me facilite la ayuda para asumir cristiana y humanamente mi propia muerte. Deseo poder prepararme para este acontecimiento final de mi existencia, en paz, en compañía de mis seres queridos y el consuelo de la fe cristiana”.

Estas reflexiones pueden parecer demasiado teóricas e irrelevantes, pero resultan de gran utilidad cuando hay que tomar decisiones que son de gran trascendencia para sí mismo o para parientes o familiares cercanos. Se trata de asuntos que conllevan una fuerte carga de emotividad y que nos enfrentan a graves responsabilidades éticas. Se debe actuar desde la convicción de que la vida es un don de Dios, que la muerte es inevitable, pero que desde la fe reconocemos que nos abre el camino a la vida que no se acaba, junto a Dios.

+ José G. Martín Rábago
Arzobispo de León
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miércoles, 8 de diciembre de 2010

¡Dime qué esperas y te diré quién eres!

Bueno... pues ahora es tiempo del Adviento... y que es el Adviento?? pues es simple... es la preparación que todo católico lleva para recibir al Salvador, al Hijo de Dios, para la Navidad del Señor, el nacimiento de Jesús, para la navidad...

ehhh esperense... aguanten... como que ya van de compras?? esperen... que "la cosa es calmadaaa!!"

hablamos de otro tipo de preparación, no tanto de comprar regalos, de preparar la cena de Navidad, de adornar el arbolito o el nacimiento, etc, etc....

de la preparación de mi persona, de mi corazón, de mi alma, de mi ser, de mi relación con los demás, de mi relación con Dios, esa es la preparación que todo católico lleva este tiempo de Adviento.

Nos han comercializado y materializado tanto la "navidad" que nos preocupamos mas por que vamos a regalar, que vamos a cenar, que si las esferas del arbolito ya están quebradas, que la serie ya se fundió, que nos olvidamos del festejado, decimos feliz navidad!! sin acordarnos del que ha nacido, porque?? porque en este tiempo de adviento no tuvimos la preparación para hacer que el milagro de la navidad se diera en nuestros corazones y es por eso que después salen frases como "amarga navidad", "esta navidad fue tan deprimente", "la época de navidad para muchos es la mas depresiva en el año", otros hasta se suicidan en navidad, porque?? por sienten ese vació en sus corazones, porque no dejamos que ese pequeño niño que nació hace 2010 años nazca en nuestros corazones, no le damos la oportunidad de que nos cambie, solo... solo dejamos que influencie en nuestras vidas de una manera muy superficial, en que sentido, en el sentido de que mientras dura "la época de la navidad" damos abrazos, sonreímos a otras personas, le hablamos aquel pariente que se encuentra lejos, damos regalos, para terminar pronto.. damos un poquito del amor que tenemos a los demás.. un poquito... pero que pasa después de "navidad"??, las sonrisas se van, porque ya se da uno cuenta de que: "no manches!!! gastamos mucho en regalos y cena de navidad" o ya no hay un pretexto "contagioso" para dar abrazos, sonrisas y buenos deseos a las personas, y todo porque?? porque nuestra "navidad superficial" se termino...

pues así es banda... creo que es mejor prepararse espiritualmente para recibir a nuestro Señor en nuestras vidas y en verdad ser testigos del Milagro de la Navidad recibiendo a Jesús en nuestros corazones y vidas...

los dejo con la siguiente reflexión...

cuídense y traten de ser felices!!

su amigo

JF Tavares




¡Dime qué esperas y te diré quién eres!
Recordar las maravillas de Dios en la historia
Autor: Fr. Thomas Rosica, C.S.B. | Fuente: zenit.org

La Iglesia ha entrado en el tiempo litúrgico de Adviento. Los cristianos proclaman que el Mesías ha venido realmente y que el reino de Dios está a nuestro alcance. El Adviento no cambia a Dios. El Adviento profundiza en nuestro deseo y en nuestra espera de que Dios realice lo que los profetas anunciaron. Rezamos para que Dios ceda a nuestra necesidad de ver y sentir la promesa de salvación aquí y ahora.

Durante este tiempo de deseo y de espera del Señor, se nos invita a rezar y a profundizar en la Palabra de Dios, pero estamos llamados ante todo a convertirnos en reflejo de la luz de Cristo, que en realidad es el mismo Cristo. De todas formas, todos sabemos lo difícil que es reflejar la luz de Cristo, especialmente cuando hemos perdido nuestras ilusiones, cuando nos hemos acostumbrado a una vida sin luz y ya no esperamos más que la mediocridad y el vacío. Adviento nos recuerda que tenemos que estar listos para encontrar al Señor en todo momento de nuestra vida. Como un despertador despierta a su propietario, Adviento despierta a los cristianos que corren el riesgo de dormirse en la vida diaria.

¿Qué esperamos de la vida o a quién esperamos? ¿Por qué regalos o virtudes rezamos en este año? ¿Deseamos reconciliarnos en nuestras relaciones rotas? En medio de nuestras oscuridades, de nuestras tristezas y secretos, ¿qué sentido deseamos encontrar? ¿Cómo queremos vivir las promesas de nuestro Bautismo? ¿Qué cualidades de Jesús buscaremos para nuestras propias vidas en este Adviento? Con frecuencia, las cosas, las cualidades, los regalos o las personas que buscamos y deseamos dicen mucho sobre quiénes somos realmente. ¡Dime qué esperas y te diré quién eres!

Adviento es un período para abrir los ojos, volver a centrarse, prestar atención, tomar conciencia de la presencia de Dios en el mundo y en nuestras vidas.

Nuestro Bautismo nos hace participar en la misión real y mesiánica de Jesús. Cada persona que participa en esta misión participa también en las responsabilidades regias, en particular, en el cuidado de los afligidos y de los heridos. Adviento ofrece la maravillosa oportunidad de realizar las promesas y el compromiso de nuestro Bautismo.

Benedicto XVI ha escrito que "el objetivo del año litúrgico consiste en recordar sin cesar la memoria de su gran historia, despertar la memoria del corazón para poder discernir la estrella de la esperanza. Esta es la hermosa tarea del Adviento: despertar en nosotros los recuerdos de la bondad, abriendo de este modo las puertas de la esperanza".

En este tiempo de Adviento, permítanme presentarles algunas sugerencias. Acaben con una riña. Hagan la paz. Busquen a un amigo olvidado. Despejen la sospecha y sustitúyanla por la confianza. Escriban una carta de amor.

Compartan un tesoro. Respondan con dulzura, aunque les gustara una respuesta brutal. Alienten a un joven a tener confianza en él mismo. Mantengan una promesa. Encuentren tiempo, tómense tiempo. No guarden rencor. Perdonen al enemigo. Celebren el sacramento de la reconciliación. Escuchen más a los otros. Pidan perdón si se han equivocado. ¡Sean gentiles aunque no se hayan equivocado! Traten de comprender. No sean envidiosos. Piensen antes en el otro.

Rían un poco. Ríanse un poco más. Gánense la confianza. Opónganse a la maldad. Sean agradecidos. Vayan a la iglesia. Quédense en la iglesia más tiempo de lo acostumbrado. Alegren el corazón de un niño. Contemplen la belleza y la maravilla de la tierra. Expresen su amor. Vuélvanlo a expresar. Exprésenlo más fuerte. Exprésenlo serenamente.

¡Alégrense porque el Señor está cerca!
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lunes, 6 de diciembre de 2010

El Papa y el condón

El Papa y el condón


Suena muy bien la frase que dice que la jerarquía eclesiástica (el Papa y los Obispos, por ejemplo) no deben inmiscuirse en asuntos terrenales, porque eso sería tanto como «meterse en política».

Pero hay que decir que uno de los peores modos de «meterse en política» sería que la Iglesia bendijese, por acción, omisión o complacencia, la intromisión del César en los asuntos que son de Dios, creador del hombre a quien le dio un detallado y maravilloso instructivo de funcionamiento para lograr su felicidad en la tierra, condición necesaria para alcanzar la eterna.

El día en que la Iglesia permitiera, sin más, la intromisión del César en los asuntos que son de Dios se habría convertido en esa «gran ramera que fornica con los reyes de la tierra» de la que nos habla el Apocalipsis. Esa iglesia farisaica y corrompida, puesta de rodillas ante el César, es la que anhelan ciertos ámbitos sectarios a los que muchos medios de comunicación conceden amplios espacios, deformando ordinariamente el pensamiento de aquellos que consideran sus opositores.

Somos muchos millones las personas que aplaudimos el coraje y la claridad de ideas del Papa Benedicto XVI.

¿Qué ha dicho el Papa en relación al condón? Todas las veces que se ha referido al preservativo lo ha hecho dentro de un contexto, insistiendo que hay que buscar una «humanización de la sexualidad», es decir, que la sexualidad entre personas debe ser una sexualidad humana que difiere en mucho de la meramente animal y que sería un error, contrario al querer de Dios, equiparar una a la otra.

En los últimos días muchos medios alrededor del mundo hicieron sonar las fanfarrias de sus grandes titulares anunciando con bombo y platillo, con palabras más o menos semejantes, que el Papa había aprobado el uso del condón. Pero, exactamente, ¿qué dijo el Papa?

El periódico del Vaticano, L’Osservatore Romano, presentó algunos párrafos, descontextualizados, del nuevo “libro-entrevista” de Benedicto XVI titulado “La luz del mundo” realizado por el periodista alemán Peter Seewald, que fue publicado en varias lenguas el pasado 23 de noviembre. El párrafo que desató el ruido y la confusión es parte de la respuesta que dio el Santo Padre a Seewald, ante la pregunta acerca del uso del preservativo en la lucha contra el sida. El párrafo publicado por L’Osservatore Romano, en su versión en español, dice así:

«Puede haber casos justificados singulares, por ejemplo, cuando una prostituta utiliza un preservativo, y éste puede ser el primer paso hacia una moralización, un primer acto de responsabilidad para desarrollar de nuevo la conciencia sobre el hecho de que no todo está permitido y de que no se puede hacer todo lo que se quiere. Sin embargo, este no es el verdadero modo para vencer la infección del VIH. Es verdaderamente necesaria una humanización de la sexualidad.»

En el texto original, en alemán, el Papa habla de «männliche Prostituierte»que significa “prostituto” (no prostituta) y vale puntualizar que el Santo Padre está hablando del preservativo como posible herramienta contra el sida y no del preservativo como medio de anticoncepción.

Bien se dice que traduttore, traditore pues el término «männliche Prostituierte» conserva el género masculino en la traducción que haceL’Osservatore al inglés, en donde se habla de «male prostitute», pero se cambia de manera arbitraria al femenino en las traducciones al español, italiano y francés. Sería interesante averiguar si hay malos traductores en ese periódico o si hay personas perversas que aprovecharon el viaje para ampliar conceptos y situaciones con animo de confundir aún más.

Lo que dice el Papa, si tomamos sus palabras originales en alemán, es simple y sencillamente que si un prostituto homosexual utiliza un condón, con el objetivo de no contagiar ni contagiarse de sida, esto podría ser señal de un inicio de moralización, puesto que se está dando cuenta, gracias a su conciencia, de que no puede hacer con su sexualidad lo que le venga en gana. El Papa no está justificando ni aprobando el uso del condón. Deja muy claro, además, que el preservativo no es la solución para frenar la trasmisión del VIH que se ha convertido en una pandemia.

Cuando un católico mira a un enfermo de sida lo ve, en expresión evangélica, como uno de esos «pequeños» sobre los que un seguidor de Jesús tiene la dulce obligación de quererlo, fundiéndose con su dolor. El neopaganismo reinante, en cambio, solo es capaz de ver en el sidoso una «tormenta de hormonas», y lo único que se le ocurre es regalarle un impermeable para que la tormenta no lo empape. Que es tanto como si a un pirómano se le obsequia un extintor, para que el fuego no lo abrase.

El sida tiene su origen, en muchos casos, en la promiscuidad sexual; y los santones laicos en lugar de combatir la promiscuidad sexual, la exaltan y aplauden, exhortando a sus súbditos a entregarse a ella sin recato y regalándoles luego un condón, para que actúe como salvoconducto de su promiscuidad. Si se promueve la promiscuidad, no puede extrañarnos que abunden personas promiscuas, aunque se hayan olvidado de meter un condón en el bolsillo, como el pirómano no puede renunciar a su pulsión aunque se haya dejado olvidado en casa el extintor.

Parece claro que hay amplios sectores de la sociedad que no están dispuestos a solucionar los males en su origen y se fijan solo en las consecuencias; consecuencias que, además, son incapaces de controlar. Ir al origen del grave problema del sida, por ejemplo, no se soluciona repartiendo condones a diestra y siniestra. Independientemente de que los condones garanticen o no un «sexo seguro», lo que es indubitable es que garantizan un sexo deshumanizado.

La actividad sexual es una unión física y afectiva tan radical pues supone la entrega de una buena parte de la intimidad, que sólo puede responder a una entrega total, sin reservas. Sólo esa unión es digna para ser sellada con una acción, que es en sí misma, y es la única, apta para generar una nueva vida. Buscar la manera de hacer imposible esa aptitud introduce una reserva que convierte el acto en una entrega que ya no es total, y que objetivamente abre la puerta para que el sexo no sea verdaderamente humano sino instintivo.

La verdad simple y llana es que la Iglesia católica proclama el querer de Dios para que las relaciones sexuales sean verdaderamente humanas, es decir con entrega total y estable, que solo son posibles con estas características en el verdadero matrimonio. La Iglesia denuncia abiertamente la falacia de quienes piensan que el uso del condón, da carta de bondad a la sexualidad, aún cuando argumenten, con otra falacia, que se trata de «sexo seguro».

Benedicto XVI cree en la «humanización de la sexualidad», que consiste en liberar al hombre de la esclavitud del sexo como mero instinto animal o el sexo como promiscuidad. Cree que la sexualidad debe contribuir a restituir al hombre su verdadera naturaleza, que no consiste en chapotear en una «tormenta de hormonas», aunque sea con impermeable, sino en buscar un sentido vital profundo en el que eros y ágape -amor carnal y amor como donación de afectos- formen una unidad liberadora del ser humano.
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lunes, 22 de noviembre de 2010

Señores periodistas: el Papa NO ha justificado el uso del preservativo

Para que el Papa pudiera aprobar el uso del preservativo, tendría primero que anular mediante un decreto magisterial (y no en una entrevista coloquial) la Humanae Vitae, la Casti Connubi, la Evangelium Vitae, el Catecismo de la Iglesia Católica y todo el magisterio anterior que habla sobre moral conyugal
Autor: Lucrecia Rego de Planas | Fuente: Catholic.net


Gran trifulca desataron en los medios los periodistas (siempre ávidos de escándalo), debido a un muy desafortunado artículo publicado en L´Osservatore Romano, que violando el periodo de embargo establecido por los editores, presentó algunos párrafos descontextualizados del nuevo “libro-entrevista” de Benedicto XVI titulado “La luz del mundo” realizado por el periodista alemán Peter Seewald y que saldrá a la luz el próximo 23 de noviembre.

Lo que desató el escándalo fue una parte sacada de contexto de la respuesta que dio el Santo Padre a Seewald, ante la pregunta acerca del uso del preservativo en la lucha contra el SIDA.

El párrafo publicado por L´Osservatore Romano dice así:

Puede haber casos justificados singulares, por ejemplo, cuando una prostituta utiliza un preservativo, y éste puede ser el primer paso hacia una moralización, un primer acto de responsabilidad para desarrollar de nuevo la conciencia sobre el hecho de que no todo está permitido y de que no se puede hacer todo lo que se quiere. Sin embargo, este no es el verdadero modo para vencer la infección del VIH. Es verdaderamente necesaria una humanización de la sexualidad

De estas palabras del Papa, los medios alrededor del mundo no tardaron en redactar grandes titulares que decían, con unas u otras palabras, que el Papa había aprobado el uso del condón.

Lo primero que hay que revisar es la traducción al español de lo que realmente respondió el Papa en alemán a la pregunta de Seewald.

En el texto original, en alemán, el Papa habla de "männliche Prostituierte" que significa “prostituto” (no prostituta) y vale puntualizar que el Santo Padre está hablando del preservativo como herramienta contra el SIDA y no del preservativo como herramienta de anticoncepción.
Misteriosamente el término "männliche Prostituierte" conserva el género masculino en la traducción en inglés, en donde se habla de "male prostitute", pero se cambia de manera arbitraria al femenino en las traducciones al español, italiano y francés. Ignoro si el error es de L´Osservatore o de las editoriales que publicarán el libro, pero creo que tendrán que arreglarlo.

Lo que dice el Papa, si tomamos sus palabras originales en alemán, es simple y sencillamente que si un prostituto homosexual utiliza un condón (con el objetivo único de no contagiar ni contagiarse de SIDA), esto puede ser señal de un inicio de moralización, de que el hombre se está dando cuenta (en su interior) de que no puede hacer con el sexo lo que le venga en gana.

L´Osservatore Romano no publica la siguiente pregunta-respuesta, en la cual el Papa aclara que la Iglesia jamás podrá aprobar el uso del condón como algo moral.

Seewald: ¿Quiere decir, entonces, que la Iglesia Católica en realidad no se opone en principio a la utilización de los condones?
Benedicto XVI: Ella [la Iglesia], por supuesto, no lo considera como una solución real o moral, pero, en este u otro caso, puede haber, sin embargo, la intención de reducir el riesgo de infección, como un primer paso hacia una forma distinta y más humana de vivir la sexualidad.


No quiero pensar que haya sido una omisión voluntaria de L´Osservatore Romano.

Pero, bueno, es tan ridículo lo que han publicado los medios, por el simple hecho de que no toman en cuenta que para que el Papa pudiera aprobar el uso del preservativo, tendría primero que anular mediante un decreto magisterial: encíclica, carta, bula, etc (y no en una entrevista coloquial) la Humanae Vitae, la Casti Connubi, la Evangelium Vitae, el Catecismo de la Iglesia Católica y todo el magisterio anterior que habla sobre moral conyugal.

En fin, señores periodistas, pues nada, que el Papa no ha justificado el uso del condón, ni para las prostitutas ni para nadie.
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miércoles, 17 de noviembre de 2010

Lo que casi no pensamos

Es mucho el bien que recibimos de Dios y muy poco lo que nos damos cuenta de ello.
Autor: Pedro Pablo Mesa, L.C. | Fuente: Virtudes y Valores

¡Mamá, mamá, me duele la cabeza, me siento mal! Tal vez sea una frase tan famosa como las pronunciadas alguna vez por Cicerón o Napoleón, sólo que sin tanta trascendencia y de gran familiaridad para todos. Ciertamente la respuesta de una mamá ante esto nunca ha sido: ¡pues entonces vamos al cine! o ¡come chocolate hasta que se te quite!, sino más bien: toma esta medicina o este jarabe.

Está claro que en la vida nos encontramos con muchísimas cosas que no son como quisiéramos, que salen al revés de como las hemos planeado o de como hemos soñado. Que las decisiones de nuestros papás cuando éramos pequeños no siempre las compartíamos y gustábamos, inclusive llegando a tomar actitudes de rebeldía o descontento.

Pero a veces no se trata ya de pequeñas cosas del vivir cotidiano, sino de verdaderas tragedias y dolores profundos. Seres queridos que ya no están más entre nosotros, la pérdida del trabajo justo cuando será difícil encontrar otro, el fracaso en la vida afectiva, tan doloroso y que toca tan hondamente el corazón, etc. Entre más grave es lo que sucede más común es que pueda brotar de nuestro corazón y llegar a la boca: ¿por qué Dios me hace esto? ¿Por qué a él que era bueno y la gente que hace el mal sigue tan contenta? ¡Que injusto!

Es aquí donde hace falta recordar que Dios es ese Padre que permite que las cosas sucedan porque sabe que eso será lo mejor para nosotros. Exactamente igual que en la mente del niño el jarabe o la inyección son como la condena capital pero para el papá son la cura de la enfermedad. Dios nos ama y permite que podamos disfrutar de una familia, de buenos y maravillosos amigos, permite que tengas un buen trabajo, que puedas comer todos los días y disfrutar de ello, permite la belleza del cuerpo y cuando no, al menos sí la del alma, y en el caso de que quieras abrir los ojos del corazón; te permite tenerlo a él.

Un sacerdote que fue de misiones como traductor acompañando un americano contó cómo este hombre, que tenía muchísimo dinero, quiso que le tradujeran a una familia pobre, o mejor dicho paupérrima, que él les daría lo que le pidieran. Estas personas habitaban en un espacio de poco más de dos metros cuadrados rodeado por tablas de madera y cubierto de cartón como techo. En su piel se podía ver la falta de higiene elemental e igual en su salud. Pues esta persona los vio así y les ofreció darles cualquier cosa; a lo que la señora respondió: no me hace falta nada, tengo a Dios y a mi familia, esto es suficiente para mí. Fue tanta la sinceridad con que se lo dijo que al final este hombre salió llorando por su superficialidad y modo de vivir.

Es mucho el bien que recibimos de Dios y muy poco lo que nos damos cuenta de ello. A veces también nos permite que pasemos malos momentos, pero es justo allí cuando debemos aprovechar para acercarnos a Él, cuando somos más débiles y menos podemos entender. Tanto es su amor hacia nosotros que aún cuando nos rebelemos y lo rechacemos en nuestra vida nunca habrá nada que podamos hacer para que Él nos deje de amar y deje de esperar nuestro regreso junto a Él.
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