martes, 8 de diciembre de 2009

Su nombre era "Cubo de agua"‏


Su nombre era "Cubo de agua"
Se dirigió al hospital más cercano para abortar. Le dieron cita y hora. La operación sería al día siguiente. Sólo le pidieron algo: que llevara un cubo de agua.
Autor: Fernando Magallanes, L.C. | Fuente: www.buenas-noticias.org





En 1997, Juan Pablo II visitó la ciudad de Sarajevo, flagelada por la fratricida guerra de los Balcanes. Celebró la santa misa en el estadio de la ciudad. Entre el frío y la capa de nieve, sumergidos entre la concurrencia, estaba presente una mujer con su hijito. Este niñito era especial. Su nombre, era “Cubo de agua”, en serbo-croata.

Este peculiar nombre era la coronación de la grandiosa hazaña de su madre. El niño fue concebido durante la etapa más dura del asedio de la ciudad. Cuando su madre se dio cuenta de que estaba embarazada, decidió abortar. Ya tenía 2 hijos ¿Para qué otro más? Todos los servicios públicos habían sido destruidos: agua, luz, teléfono. Esta pobre mujer, para atender a sus dos hijos, se jugaba la vida cada día. Salía diariamente de su casa, entre escombros y ruinas, para llegar a una fuente cercana, llenar un cubo de agua, y volver con él hasta su vivienda. Nunca era suficiente uno solo. Con él preparaba la comida y daba de beber a sus hijos, lavaba la poca ropa que tenían, atendía sus necesidades.

Literalmente se jugaba cada día la vida. Algún francotirador de los alrededores podía gastar su tiempo encuadrando en la mira de su arma a la mujer. Era común en su trayecto diario, escuchar disparos, sollozos, llanto, muerte.

Se dirigió al hospital más cercano para abortar. Le dieron cita y hora. La operación sería al día siguiente. ¿Tenía alguna razón para abortar?, ¿le preguntaron el motivo? Únicamente hacía falta mirar alrededor: sangre, angustia, horror. Bastaba con sólo ver la mirada aterrada y sin esperanza de las personas. ¿Para qué traer a la inclemente vida a un inocente? Las circunstancias parecían dar razón suficiente para justificar la amarga decisión.

Sólo le pidieron algo: que llevara un cubo de agua. Con éste se consumaría la operación, pues las condiciones sanitarias eran pésimas. Cada cual debía costear algo de su propia operación. Y volvió a su casa pensando en esto: - Este cubo de agua que necesitaré para la operación y que matará a mi hijo es el mismo con el que logro que vivan mis otros hijos. Un cubo de agua es la vida, un cubo de agua es la muerte un cubo de agua

¿Qué ocurrió? La madre decidió con valentía seguir adelante con su embarazo. No se presentó en el hospital. Y al cabo de unos meses, trajo al mundo a su pequeño hijo. Le dio el nombre de “Cubo de agua”, como coronado la inmensa hazaña de su corazón valiente. El pequeño y su madre, años más tarde, contemplaban al peregrino de la esperanza, que venía a traer el mensaje de paz y reconciliación a su desgarrada patria.

¡Cuántas madres hay que realizan tales hazañas de amor! ¿Quiénes son los beneficiados? Sus hijos. Tal vez las todas las madres no siempre se hallen en las mismas circunstancias, pero el corazón y el amor maternales son los mismos. Tal vez esa sea la hazaña de nuestras propias madres: amar a sus propios hijos con un corazón valiente, sin importar el coste o el dolor, en los momentos fáciles y en los difíciles. Y el acto heroico de la madre de “Cubo de agua” es una de ellas.

Con datos del libro ¡Adiós, Juan Pablo amigo!, de Paloma Gómez Borrero, (Plaza & Janes, 2005). Sigue leyendo

sábado, 21 de noviembre de 2009

Mis 80 años de sonrisas y fe


Le ha sonreído a la vida y la vida le sonrió.
Autor: Andrés Ocádiz, L.C. Fuente: www.buenas-noticias.org


Así define Bud Spencer su vida al llegar a su octogésimo cumpleaños. Al mirar hacia atrás observa sus logros, su mujer (¡van a cumplir 50 años de matrimonio!), sus hijos y nietos y sonríe. «Volvería a hacer exactamente todo lo que he hecho», afirma, porque él le ha sonreído a la vida y la vida le sonrió.


Bud Spencer ha sido operario, bibliotecario, secretario en una embajada, campeón de natación y actor, pero siempre con una sonrisa en su rostro.


Y es que, cuando se vive con optimismo, todo lo que acontece en nuestra vida son oportunidades para crecer como personas y ser mejores. No podemos quedarnos parados porque «cuando te detienes -dice Bud Spencer- estás acabado». Nuestra vida es un continuo forjarnos como personas, siempre hay algo nuevo por hacer.


Cuentan que estando Sócrates en prisión antes de ser ejecutado escuchó que un carcelero cantaba en una legua desconocida. «Enséñame esa canción», le pidió Sócrates. «¿Para qué si mañana vas a morir?», respondió el carcelero. «Porque quiero morir sabiendo una cosa más», fue la respuesta del sabio.


Este mismo espíritu es el que impulsa a Bud Spencer: a sus 80 años está escribiendo su autobiografía para transmitir al mundo el optimismo con el que ha vivido sus «primeros 80 años». No, no podemos detenernos, siempre podemos encontrar algo bueno que hacer.


Y Dios no queda fuera de su vida. Para él la fe es un valor importantísimo, un valor «que hace parte de la vida de cada uno». ¿Cómo podríamos vivir alegremente si no dejamos entrar en nuestro corazón a Dios, fuente de toda alegría? Por eso él siente una necesidad de creer en Dios y le da gracias por todo lo que ha vivido.


Con testimonios como éste da gusto vivir. La vida tiene muchísimas cosas hermosas para que nos enfrasquemos en unos pocos problemas. Hay que aprender a vivir con optimismo, porque la vida vale la pena. Felicidades a Bud Spencer por sus 80 años, por sus sonrisas y por su fe.


Con datos tomados del diario Avvenire, 30 de octubre de 2009. Sigue leyendo

domingo, 15 de noviembre de 2009

Un vegetal muy activo‏


Una parapléjica que con sus escritos ha salvado a personas que habían pensado en el suicidio devolviéndoles el deseo y gusto por vivir.
Autor: Fernando Magallanes, L.C. | Fuente: www.buenas-noticias.org




Pentapléjica y casi ciega durante 21años. No podía hablar ni moverse. Necesitaba ayuda de todos. Pero dejó escritos cuatro libros. Se llamaba Olga Bejano.

Nació el 3 de noviembre de 1963 en Logroño, España. En la flor de sus 23 años quedó paralítica después de un paro cardíaco. Luego, progresivamente fue quedándose inmóvil, a parecer por un componente anestésico de una operación de apendicitis. Y 21 largos años llevó su enfermedad. El viernes 5 de diciembre de 2008, voló su alma al cielo.

Su alimentación se realizaba por sonda. Se ayudaba de un respirador artificial para sobrevivir. Sufrió casi doscientas neumonías y varias operaciones. Además, desatendida por la administración civil como muchos enfermos.

Pero no se dejó vencer por esta triste situación. Ni la frustración, ni la minusvalía le pudieron hundir. Su deseo por vivir le consumía. Ella misma se consideraba graciosamente "un vegetal muy activo". Con su pierna empujaba su mano paralizada para dibujar garabatos o señalar letras que sus enfermeras interpretaban y escribían. De este singular “trabajito” nacieron cuatro libros: Voz de papel, Alma de color salmón, Los garabatos de Dios y Alas rotas, su libro póstumo, presentado en Madrid el 10 de junio de este año (La Razón, 6.09.08 y Alba, 12-18. 12.08).

En el primero narra la vivencia de la enfermedad y la presencia de Dios junto a ella. En su segundo libro escribe en contra de la eutanasia y pide ayuda digna e integral para los enfermos. Los garabatos de Dios cuentan su experiencia espiritual y humana llena de confianza. Y Alas rotas, su libro póstumo, se define como su testamento vital.

Lo más importante son los frutos de sus escritos. Lejos de la ganancia económica, éstos han salvado a personas que habían pensado en el suicidio que tras leer los libros, sentían el deseo y gusto por vivir. Personas que al visitarla, venían que detrás de una mujer pentapléjica estaba alguien más.

"Sólo por esas personas valió la pena que Olga escribiera esos libros". Así dijo Mari Carmen Domínguez, su mamá, confidente y guardiana durante su vida. "¿Cuál era la misión de Olga en esta vida?", se preguntaba también. Acercar a la gente a Dios” (Zenit, 10.07.09).

Gracias Olga, por tus libros, expresiones de sufrimiento, pero lleno de esperanza en Dios y sobre todo por tu vida. Sigue leyendo

sábado, 7 de noviembre de 2009

Instrumentos del Señor


¿Cuántas personas desgastan su vida por los demás sin que nadie se percate? Autor: José Alberto Lesso, LC Fuente: http://www.buenas-noticias.org/










Juan

- ¡Maestro, he querido suicidarme tres veces!
Ésta fue la confesión que un día le hizo Juan a su profesor Aristides, mientras juntos trabajan recolectando papas. Aristides al escucharlo sintió un fuerte escalofrío que le recorrió todo el cuerpo y no pudo menos que exclamar: «Pero, Juan, si tú estás empezando a vivir».
Entonces Juan comenzó a decirle: «Mire maestro, cuando tenía seis meses de nacido, mi madre me arrojó a la orilla del río San Juan. Vea como todavía tengo las cicatrices de las heridas que me hice al caer en los riscos. Por fortuna pasaba una mujer que al escuchar mi llanto se acercó, me tomó entre sus brazos y, enseguida, me llevo al hospital. El Dr. Julio Font luchó contra la muerte y me salvó. Mientras tanto, aquella buena mujer trataba de contactar con mi madre o algún familiar, pero nunca aparecieron. Entonces ella, que era estéril, me adoptó como su hijo. Al cabo de doce años enfermó de cáncer. En el lecho de muerte me confesó este secreto pensando en que si me enterara después yo no le iba a perdonar el no habérmelo contado… Le rogué que no se sintiera culpable de su silencio, pues ella era para mí mi verdadera madre…
A los tres días de haberla enterrado, le dije a mi "papá": “Papi, ¿quieres que te sirva el almuerzo?” Él, violentamente, me dijo: “¡No y tampoco quiero que me digas más papá! Sólo te soporté por esa que se enterró hace unos días, pues yo jamás te quise…” He hizo que me marchara de su casa. Desde entonces empecé a tener problemas de todo tipo, hasta que terminé en su escuela. ¿Sabe? Cada vez que me viene a la mene los deseos de suicidarme pienso en usted. ¡Cómo desearía que fuera mi verdadero padre!». Aquel día, Juan y su maestro, Aristides, lloraron juntos. Con el tiempo y la ayuda de Aristides, Juan consiguió un buen empleo, se casó y formó una familia digna.


Ana

Ana era aparentemente una chica normal. Su profesor, Aristides, desde hace tiempo observaba que seguido iba al colegio un hombre mayor a recogerla, creía que era su abuelo, hasta que un día ella le confesó su historia: «mi madre recién nacida me cortó las venas y me metió dentro de un nylon. Me abandonó en un bote de basura en un taller de zapatos. Al pasar una mujer por allí, yendo de compras, escuchó mis gemidos, buscó entre la basura y me encontró. Me llevó rápidamente al hospital y pudo salvarme la vida. Pero, desgraciadamente, pocos años después caí en las manos de este viejo corrompido que abusa sexualmente de mí y me humilla continuamente. Vea mis manos, todavía tengo las cicatrices de las heridas que me hizo mi mamá pero ¡eso no es nada comparado con las otras heridas que no puedo mostrarle! No puedo hacer nada, estoy atrapada, sin salida. Ayúdeme, maestro, por favor».
Aristides no la dejó sola. Realizó un trabajo muy cuidadoso para protegerla y sustraerla de ese medio tan pernicioso. El tiempo pasó y, gracias a Dios, Ana es hoy una mujer casada, con hijos y un trabajo digno en un hospital.


Aristides

Las historias siguen. Son muchas las personas que se han visto beneficiadas de una u otra forma por este gran profesor que ha desgastado su vida en favor de la juventud de su país, Cuba.
Aristides actualmente es Coordinador Diocesano de la Educación Católica de Cuba. Pertenece a los Equipos Docentes de América Latina. Ha representado a la Iglesia Cubana en varios eventos internacionales en Perú, República Dominicana y México. Es Ministro Extraordinario de la Eucaristía. Pero sobre todo, es padre y abuelo, es decir, un hombre dedicado a su familia.
Mi amistad con Aristides inició precisamente gracias a Buenas Noticias. Él respondió a un artículo que publiqué sobre Tim Guénard y desde entonces hemos intercambiado una abundante correspondencia electrónica.
Aristides es para mí un ejemplo. Al irlo conociendo he pensado «¿cuántos hombres son verdaderos héroes en medio del silencio? ¿Cuántas personas desgastan su vida por los demás sin que nadie se percate?» No cabe duda que en nuestro mundo hay muchas personas buenas, muchas personas que de forma activa hacen presente el Reino de Dios, pero pocas veces son reconocidas, pues de hecho, para ellas, eso es algo secundario. Para ellas lo importante y fundamental es amar, de verdad, a Dios en cada uno de los hombres.
Cuando Aristides me escribe, además de interesarse sinceramente por cómo me ha ido, continuamente me invita y motiva a dar lo mejor de mí mismo, a entregarme en plenitud, a ser, como a él le gusta decir, «un instrumento del Señor».

Nota: Los nombres de Juan y Ana son pseudónimos. Se han cambiado para salvaguardar su verdadera identidad. Sigue leyendo

jueves, 22 de octubre de 2009

Santa Teresita y su motorista‏


Santa Teresita y su motorista

Quien perdió a su padre a la tierna edad de ocho años, reconoce haber encontrado el «amor de su vida».

Autor: José María Moriano, L.C. Fuente: www.buenas-noticias.org
«A Teresa no le rezo, porque la llevo siempre conmigo» nos dice Gérard Thénezay, sentado sobre una imponente moto Harley Davidson de 1340 centímetros cúbicos. Este «joven» de 63 años, originario de Maisons-Alfort (Francia) ha fundado los «motoristas teresianos», y como todos los años, él y los miembros de esta simpática «cofradía», no han faltado a su fiesta, el pasado primero de octubre, frente a la basílica de Lisieux.
Gégé, como es conocido entre todos, confiesa con cierto rubor, ser doble fan de una mujer y de una moto: Santa Teresa del Niño Jesús y su querida Harley Davidson. Sobre el parabrisas de su moto, luce el medallón de su santa preferida.
En una estación de servicio le preguntaban: «¡Qué hermosa! ¿Quién es?», «Mi hermanita pequeña» -respondía- «¡Felicidades!, ¿Cuántos años tiene?» A lo que este biker, con una sonrisa convencida que brota entre su tupida barba grisácea, añade: «Allá donde está no tiene edad. Ella es eternamente joven»
Razones no le faltan al bueno de Gégé, pues a la intercesión de esta pequeña santa se debe nada menos que su conversión: «Desde mi primera comunión, nada de nada. En plena oscuridad. Un amigo me aconsejó leer la Biblia, ¡yo que no leía nada!. Me sumergí en ella todos los días, durante meses. Fue muy duro. Hasta que llegué a san Pablo, y su himno de la caridad acabó por tumbarme por completo»
Y sigue diciendo: «Después me adentré a la vida de los santos: Padre Pío, Bernardete, etc. Pero cada vez que leía una cita o referencia de una tal Teresa, me sentía como atravesado por una flecha».
Refiriéndose en concreto a un parte de de «Historia de un alma» (La autobiografía de santa Teresa del Niño Jesús) Thénezay comenta emocionado: «Terminado de leer el prólogo -la agonía en la enfermería- , me pregunté de dónde venían estas gotas de mis ojos ¡Eran lágrimas!, ¡hacía cuarenta años que no lloraba!»
Quien perdió a su padre a la tierna edad de ocho años, reconoce haber encontrado el «amor de su vida», convencido que «Teresa me lleva a hacer las cosas por amor». Después vino el encuentro con un Hermano de San Juan (congregación francesa) con quien fue en moto a la Jornada Mundial de la Juventud, en París.
Al poco tiempo inició la fundación de los Motards thérésiens (Motoristas teresianos) con Guy Moreau en el 2003. Las actividades de esta pequeña y peculiar banda van desde peregrinaciones hasta viajes con jóvenes en dificultades, y conciertos ofrecidos para personas minusválidas de varias organizaciones, como la Fondation Anne-de-Gaulle.
«Los pequeños dan pequeños pasos» decía santa Teresita. Estos bikers, sobre sus reclinatorios plateados sobre dos ruedas, también toman pequeñas rutas, o mejor dicho, dos en concreto: «una mano dirigida hacia María, y la otra hacia Teresa»; hacia Lourdes o hacia Lisieux, donde este «jóven retirado», junto con sus compañeros, gusta de lijar y pintar de nuevo las rejas y las puertas de los Buissonnets, la casa donde vivió Teresa.
Ejemplos como el de Gérard Thénezay son de una ternura que conmueve a cualquiera, y que nos invitan a emprender el camino de la santidad con sencillez, con alegría, sin miedos, y dispuestos a regalar una sonrisa a quien está a nuestro lado.
Datos de Famille Chrétienne, nº 1654, del 26 septiembre al 2 de octubre de 2009.
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