lunes, 22 de noviembre de 2010

Señores periodistas: el Papa NO ha justificado el uso del preservativo

Para que el Papa pudiera aprobar el uso del preservativo, tendría primero que anular mediante un decreto magisterial (y no en una entrevista coloquial) la Humanae Vitae, la Casti Connubi, la Evangelium Vitae, el Catecismo de la Iglesia Católica y todo el magisterio anterior que habla sobre moral conyugal
Autor: Lucrecia Rego de Planas | Fuente: Catholic.net


Gran trifulca desataron en los medios los periodistas (siempre ávidos de escándalo), debido a un muy desafortunado artículo publicado en L´Osservatore Romano, que violando el periodo de embargo establecido por los editores, presentó algunos párrafos descontextualizados del nuevo “libro-entrevista” de Benedicto XVI titulado “La luz del mundo” realizado por el periodista alemán Peter Seewald y que saldrá a la luz el próximo 23 de noviembre.

Lo que desató el escándalo fue una parte sacada de contexto de la respuesta que dio el Santo Padre a Seewald, ante la pregunta acerca del uso del preservativo en la lucha contra el SIDA.

El párrafo publicado por L´Osservatore Romano dice así:

Puede haber casos justificados singulares, por ejemplo, cuando una prostituta utiliza un preservativo, y éste puede ser el primer paso hacia una moralización, un primer acto de responsabilidad para desarrollar de nuevo la conciencia sobre el hecho de que no todo está permitido y de que no se puede hacer todo lo que se quiere. Sin embargo, este no es el verdadero modo para vencer la infección del VIH. Es verdaderamente necesaria una humanización de la sexualidad

De estas palabras del Papa, los medios alrededor del mundo no tardaron en redactar grandes titulares que decían, con unas u otras palabras, que el Papa había aprobado el uso del condón.

Lo primero que hay que revisar es la traducción al español de lo que realmente respondió el Papa en alemán a la pregunta de Seewald.

En el texto original, en alemán, el Papa habla de "männliche Prostituierte" que significa “prostituto” (no prostituta) y vale puntualizar que el Santo Padre está hablando del preservativo como herramienta contra el SIDA y no del preservativo como herramienta de anticoncepción.
Misteriosamente el término "männliche Prostituierte" conserva el género masculino en la traducción en inglés, en donde se habla de "male prostitute", pero se cambia de manera arbitraria al femenino en las traducciones al español, italiano y francés. Ignoro si el error es de L´Osservatore o de las editoriales que publicarán el libro, pero creo que tendrán que arreglarlo.

Lo que dice el Papa, si tomamos sus palabras originales en alemán, es simple y sencillamente que si un prostituto homosexual utiliza un condón (con el objetivo único de no contagiar ni contagiarse de SIDA), esto puede ser señal de un inicio de moralización, de que el hombre se está dando cuenta (en su interior) de que no puede hacer con el sexo lo que le venga en gana.

L´Osservatore Romano no publica la siguiente pregunta-respuesta, en la cual el Papa aclara que la Iglesia jamás podrá aprobar el uso del condón como algo moral.

Seewald: ¿Quiere decir, entonces, que la Iglesia Católica en realidad no se opone en principio a la utilización de los condones?
Benedicto XVI: Ella [la Iglesia], por supuesto, no lo considera como una solución real o moral, pero, en este u otro caso, puede haber, sin embargo, la intención de reducir el riesgo de infección, como un primer paso hacia una forma distinta y más humana de vivir la sexualidad.


No quiero pensar que haya sido una omisión voluntaria de L´Osservatore Romano.

Pero, bueno, es tan ridículo lo que han publicado los medios, por el simple hecho de que no toman en cuenta que para que el Papa pudiera aprobar el uso del preservativo, tendría primero que anular mediante un decreto magisterial: encíclica, carta, bula, etc (y no en una entrevista coloquial) la Humanae Vitae, la Casti Connubi, la Evangelium Vitae, el Catecismo de la Iglesia Católica y todo el magisterio anterior que habla sobre moral conyugal.

En fin, señores periodistas, pues nada, que el Papa no ha justificado el uso del condón, ni para las prostitutas ni para nadie.
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miércoles, 17 de noviembre de 2010

Lo que casi no pensamos

Es mucho el bien que recibimos de Dios y muy poco lo que nos damos cuenta de ello.
Autor: Pedro Pablo Mesa, L.C. | Fuente: Virtudes y Valores

¡Mamá, mamá, me duele la cabeza, me siento mal! Tal vez sea una frase tan famosa como las pronunciadas alguna vez por Cicerón o Napoleón, sólo que sin tanta trascendencia y de gran familiaridad para todos. Ciertamente la respuesta de una mamá ante esto nunca ha sido: ¡pues entonces vamos al cine! o ¡come chocolate hasta que se te quite!, sino más bien: toma esta medicina o este jarabe.

Está claro que en la vida nos encontramos con muchísimas cosas que no son como quisiéramos, que salen al revés de como las hemos planeado o de como hemos soñado. Que las decisiones de nuestros papás cuando éramos pequeños no siempre las compartíamos y gustábamos, inclusive llegando a tomar actitudes de rebeldía o descontento.

Pero a veces no se trata ya de pequeñas cosas del vivir cotidiano, sino de verdaderas tragedias y dolores profundos. Seres queridos que ya no están más entre nosotros, la pérdida del trabajo justo cuando será difícil encontrar otro, el fracaso en la vida afectiva, tan doloroso y que toca tan hondamente el corazón, etc. Entre más grave es lo que sucede más común es que pueda brotar de nuestro corazón y llegar a la boca: ¿por qué Dios me hace esto? ¿Por qué a él que era bueno y la gente que hace el mal sigue tan contenta? ¡Que injusto!

Es aquí donde hace falta recordar que Dios es ese Padre que permite que las cosas sucedan porque sabe que eso será lo mejor para nosotros. Exactamente igual que en la mente del niño el jarabe o la inyección son como la condena capital pero para el papá son la cura de la enfermedad. Dios nos ama y permite que podamos disfrutar de una familia, de buenos y maravillosos amigos, permite que tengas un buen trabajo, que puedas comer todos los días y disfrutar de ello, permite la belleza del cuerpo y cuando no, al menos sí la del alma, y en el caso de que quieras abrir los ojos del corazón; te permite tenerlo a él.

Un sacerdote que fue de misiones como traductor acompañando un americano contó cómo este hombre, que tenía muchísimo dinero, quiso que le tradujeran a una familia pobre, o mejor dicho paupérrima, que él les daría lo que le pidieran. Estas personas habitaban en un espacio de poco más de dos metros cuadrados rodeado por tablas de madera y cubierto de cartón como techo. En su piel se podía ver la falta de higiene elemental e igual en su salud. Pues esta persona los vio así y les ofreció darles cualquier cosa; a lo que la señora respondió: no me hace falta nada, tengo a Dios y a mi familia, esto es suficiente para mí. Fue tanta la sinceridad con que se lo dijo que al final este hombre salió llorando por su superficialidad y modo de vivir.

Es mucho el bien que recibimos de Dios y muy poco lo que nos damos cuenta de ello. A veces también nos permite que pasemos malos momentos, pero es justo allí cuando debemos aprovechar para acercarnos a Él, cuando somos más débiles y menos podemos entender. Tanto es su amor hacia nosotros que aún cuando nos rebelemos y lo rechacemos en nuestra vida nunca habrá nada que podamos hacer para que Él nos deje de amar y deje de esperar nuestro regreso junto a Él.
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miércoles, 10 de noviembre de 2010

La paz es belicosa

La paz verdadera no es fruto de estructuras políticas u organismos internacionales. Nace en el alma de cada hombre y de allí se expande hasta permeabilizar toda la sociedad.
Autor: Jesús David Muñoz, L.C. | Fuente: Virtudes y Valores



La violencia y la inseguridad ha comenzado a ser un tema recurrente en países en los que el problema del narcotráfico empieza a cobrar víctimas inocentes y ajenas a este negocio; la paz encabeza la lista de muchas de las peticiones dirigidas a Dios, incluso en algunas personas alejadas antes de cualquier tipo de religiosidad.

Todos queremos la paz y la pregunta fundamental es: ¿cuál es la vía para llegar a la paz?

«He venido a traer fuego sobre la tierra y ¿qué quiero sino que arda?» (Lc 12,49). El entonces cardenal Ratzinger, comentando esta cita del Evangelio, opinaba que es quizá una de las sentencias más importantes pronunciadas por Jesucristo sobre la paz; en ella Jesús nos está enseñando una gran verdad: «que la verdadera paz es belicosa, que la verdad merece sufrimiento y también lucha. Que no puedo aceptar la mentira para que haya sosiego» (J. Ratzinger, Dios y el mundo, Círculo de Lectores, Barcelona 2005, p. 210)

Es común encontrar personas que piensan que alcanzaremos la paz cuando organizamos una estructura de seguridad confiable o establecemos un organismo de protección civil infranqueable, pero esto aún es poco. Podríamos contar con todas estas cosas, pero todavía estaríamos viviendo una paz de caricatura y postiza, que no ha llegado a la raíz del problema y al corazón de cada hombre de nuestra sociedad.

Hay que dejar claro que todos los medios que se pongan a nivel externo son necesarios y que se requiere una organismo que garantice la seguridad de los ciudadanos. Estas soluciones traerán seguramente estabilidad y quietud, pero no hay que ser ingenuos para pensar que con esto se llega a la concordia auténtica entre los hombres.

La paz verdadera no es fruto de estructuras políticas u organismos internacionales. Nace en el alma de cada hombre y de allí se expande hasta permeabilizar toda la sociedad. Es, por lo tanto, consecuencia de una elección personal.

¿Elección de qué cosa? Elección de la verdad. La paz genuina se logra con la aceptación de la verdad en la propia vida. Por esto mismo es belicosa, porque aceptarla y vivir de acuerdo con la ella muchas veces significa ir contra corriente y quedar mal ante los ojos de muchos.

No hay que pensar ahora en los delincuentes como la única fuente del problema. Cada uno debe entrar en sí mismo y preguntarse hasta qué punto ha pactado ya con la mentira y vive en el engaño. Y este pactar con la mentira puede ir de las cosas más simples como la famosa “mordida” al oficial de tránsito (que en otros términos es la acción de dar el dinero de la multa al policía para su uso personal) hasta una vivencia disfrazada o incluso traicionera de mi vocación como esposo(a), padre/madre, profesional, religioso(a).

En un futuro puede que los problemas de violencia y terrorismo desaparezcan, que cesen las fechorías y más hombres decidan dejar las armas a un lado, pero aún así muchas personas seguirán viviendo en la inseguridad, en la congoja y zozobra, ya que la paz efectiva no está fuera, está dentro del corazón. Se la encuentra en la medida en que se busca, se acepta, se vive y se defiende la verdad en la propia vida, que no es otra cosa sino coherencia entre lo que se es y lo que se profesa. Llegar a este nivel de paz requiere lucha, pues se trata de una conquista personal de quien acepta vivir en la verdad.

El Papa Benedicto XVI explica cómo aceptar la verdad es abrir la puerta para que entre Dios en nuestro corazón. De lo contrario, «cuando el hombre pierde de vista a Dios fracasa la paz y predomina la violencia, con atrocidades antes impensables, como lo vemos hoy de manera sobradamente clara» (Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, Planeta Colombiana, Bogotá 2007, p.114).


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