jueves, 22 de julio de 2010

Adán y Eva creados por amor

No te olvides quien te dio la vida y te mantiene en la existencia, no tienes más que hacer lo que Dios diga y verás todo lo que tiene reservado para ti.
Autor: Eduardo Carcausto Huamaní | Fuente: Catholic.net


Si alguno se preguntase que significa la palabra “pecado” estoy seguro que nos perderíamos en discusiones filosóficas sobre lo que es moralmente bueno y lo que es moralmente malo. Y es que después de Adán y Eva la humanidad no ha conocido mejor época que la actual para olvidar colectivamente la palabra “pecado”.

Una incertidumbre moral casi completa impera en todos. Pero, ¿cuál es el origen del pecado? Lo definiremos como una ofensa infinita al Creador, una bofetada al Amor y veamos porqué en el Libro del Génesis:
Dios en su infinito Amor, decide crear al hombre... lo podía hacer, lo quiso hacer y lo hizo... no ganaba nada con hacerlo. ¿Qué podría darle de nuevo una criatura a su Creador?... Mas Dios lo hace a imagen y semejanza de Él, con la capacidad de AMAR característica sin la cual no puede ser humano. Además le regala el don preciado de la Libertad, no como un fin a alcanzar sino como un medio para llegar al destino final del hombre que es en suma la Felicidad.

Y Dios Todopoderoso, Omnipotente y Eterno, da la libertad al hombre porque sabe que no hay amor más verdadero que aquel que libremente se da. ¿Por qué sino crea al hombre sino para que aprenda a amar? Cuando uno ama a alguien lo menos que espera es ser correspondido ¿Y Dios acaso no quiere también ser correspondido? Esto no podrían entender aquellos que piensan que Dios es una construcción mental producto de la necesidad del hombre de creer en algo.

Ciertamente el hombre necesita creer pero es Dios quien se revela al hombre. ¿O tú podrías acercarte siquiera un poquito al Cielo por ti mismo, con tus reducidas fuerzas? ¿Captaríamos algo de la vida divina, inmersas nuestras almas en la miseria que revolvemos todos los días cuando nos miramos al ombligo? En fin, Dios también ama y desea que el hombre le ame ¿no es todo un privilegio?.

De esta manera Dios pone amorosamente al hombre en un jardín espléndido, y le dice (para que no se olvide que es criatura): “Podrás comer de todos los árboles del jardín excepto de éste, pues si lo haces morirás” Que bien se interpreta como: “No te olvides quien te dio la vida y te mantiene en la existencia, no tienes más que hacer lo que te diga y verás todo lo que tengo reservado para ti”. Y Adán obedeció.

Pero la alegría no duró mucho tiempo, Eva, quien fue creada para acompañar a Adán sucumbió ante los engaños de la serpiente. El príncipe de la mentira (otro día hablaremos de este) astutamente se acerca a la mujer: “Porque no coméis de todos los árboles del jardín”....”De todos comemos menos del árbol de la ciencia del bien y del mal, si lo hacemos Dios ha dicho que moriremos”... “No moriréis, si comen seréis como dioses”. Inmediatamente brillaron los ojos de la mujer, y pensó que no era mala idea comer del árbol. Comió y de dio de comer a Adán insinuándole que ellos podían vivir sin Dios, que no lo necesitarían y tendrían la sabiduría infinita de la noche a la mañana... ¡Ja! ¡Comieron y esperaron a ser como dioses!

Imaginen la escena: una pareja que al margen de Dios decide hacer lo que le parece que es lo bueno. No serviré, no serviré... repiten miles de hombres en el mundo... No necesito a Dios ni deseo amarlo, menos todavía servirlo... No serviré, dijo Adán a Dios... No serviré, dijo el ángel más bello de todos y cayó eternamente al abismo... No serviré, dicen los hombres de hoy...

Y Dios infinitamente apenado no puede contradecirse, no, el no puede contradecirse ¡es perfecto!, ¿Cómo podría contradecirse?... “Por haber hecho esto, a partir de ahora comerás el pan con el sudor de tu frente, zarzas y espinas crecerán cuando ares la tierra y sus frutos te costarán la vida”... y sigue: “Hombre, polvo eres y en polvo te convertirás”.

Así entró la muerte al mundo y el hombre conoció el dolor y el sufrimiento. El pecado es ofensa infinita al Infinito. Rechazo de lo Eterno, negación de la existencia. Pero Dios nos amó tanto que entregó a su hijo unigénito por salvar a la humanidad.

Este día amigo, si todavía mantienes tu vista en esta hoja, métete en tu corazón y recuerda si alguna vez dijiste conscientemente o demostraste con tus acciones lo siguiente: No serviré (o también), no obedeceré (o mejor todavía), no amaré ni a ti Dios ni a mis hermanos.

Recuerda entonces que acabas de encarnar de nuevo el pecado de Adán y Eva. Y no te quejes.
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jueves, 15 de julio de 2010

La oración más difícil, la que más nos cuesta...

Dejar "nuestras cosas" a un lado, dejarlas por un momento y poniéndonos ante tu presencia, Señor, pedir por los demás.
Autor: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net


A veces, Señor, cuando estoy ante ti, recorro mi alma en examen sincero preguntándome si solo vengo a ti buscando consuelo para mis penas y problemas...

¿Qué le falta a mi oración?

Señor, dame luz para comprender que la que tengo olvidada o que no me conviene es la "Oración de intercesión". Esa, que es el olvido de uno mismo, esa, que es "una petición en favor de otros". Es la que no tiene límites ni fronteras, ya que es la que puede alcanzar gracias hasta para los enemigos y es también la expresión de la Comunión de los Santos. Es la oración en que nos olvidamos de nosotros para pensar en los demás.

Es generosa, de una caridad sin límites cuando pedimos por alguien que no nos ama, por alguien que no nos hace caso o que tal vez nos hizo o hace mucho daño. Es acercarnos realmente a la forma de orar que tu oraste por nosotros a tu Padre, Señor.

Tu, Señor, siempre estuviste y estás presto a interceder por nosotros ante el Padre, en favor de todos los hombres, especialmente por los pecadores. En favor... de mi.
Y te quedaste con nosotros en este Sacramento, estás con nosotros cada momento del día en la Eucaristía para seguir intercediendo por nosotros, nos escuchas y te llevas nuestras peticiones al Padre.

Vale la pena hacer la prueba. Olvidarse de uno por un momento, desasirse de todos los problemas que nos agobian, de esa pena.... que llevamos colgada del corazón, de esa enfermedad, de ese malestar, de esa inquietud, temor o disgusto que no nos deja dormir...

Dejar "nuestras cosas" a un lado, dejarlas por un momento y poniéndonos ante tu presencia, Señor, pensar en los demás...y así, como una letanía de incienso, perfumada por el más grande amor, ese que nos cuesta tanto porque no es para nuestro beneficio personal, pedir, por todos los seres del mundo, por las autoridades que manejan el destino de los países, por los que sufren, enfermos o desamparados, por los que en este día morirán e irán a la presencia del Padre, por los sacerdotes, por los misioneros por los no nacidos y por los jóvenes, pero sobretodo por tal o cual persona, esa que nos hace sufrir, esa que no nos "cae bien", esa que no nos quiere...que siempre sabe cómo mortificarnos.... ¡esa es la oración que tu está esperando, Jesús mío, esa es la que más me cuesta pero... esa es la que tu quieres!.

Y cuando logramos hacerla, el alma y el pensamiento se van aligerando y un rocío de paz moja nuestro corazón, antes reseco por el rencor, tal vez por el egoísmo de vivir absortos en "nuestro pequeño mundo" tan solo con nuestras preocupaciones.

Si, Jesús Sacramentado, yo necesito que me escuches porque me agobian muchas cosas y tengo el alma triste pero con esta oración, he sentido el dulce consuelo de tu abrazo lleno de misericordia para mi y para todos aquellos por lo que te he pedido. ¡Gracias, Señor!.
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