sábado, 6 de marzo de 2010

¿Quién secuestró a los maestros? 2a Parte (de contadores, psicólogos y pedagogos)

Nuestros queridos y sabios educadores católicos, sacerdotes y religiosas pertenecientes a afamadas congregaciones con una tradición educativa de siglos, se dejaron persuadir...
Autor: Lucrecia Rego de Planas | Fuente: Catholic.net


II. TRES INFLUENCIAS MORTÍFERAS PARA LA EDUCACIÓN: LOS CONTADORES, LOS PSICÓLOGOS Y LOS PEDAGOGOS

Hace veinte años estos personajes no existían en las escuelas (al menos en mi escuela) y las cosas iban bastante mejor que ahora. Por lo menos, los niños aprendían lo que debían aprender y terminaban la tarea en menos de veinte minutos.

Coincidiendo con la llegada de estas personas (contadores, psicólogos y pedagogos), el aprendizaje empezó a declinar, así que... supongo que algo tendrán que ver en el asunto.

LOS CONTADORES

Analicemos primero a los CONTADORES... ¿cómo ha sido su colaboración para destruir la excelencia educativa que antaño buscaban muchas instituciones, entre las que estaba el colegio de mis niños y muchos otros colegios católicos?

Con el término “contadores” no me refiero a los profesionistas que estudiaron Contaduría en la Universidad y que llevan los estados financieros en las empresas. No, no me refiero a ellos. Me refiero a otro tipo de “contadores”, esos siniestros personajes que se dedican a contar las cosas, cualquier cosa: dinero, alumnos, escuelas, canchas de fútbol, computadoras... lo que sea... y concluyen invariablemente, con sus cuentas, que siempre es mejor el que tiene más (de lo que sea).

La influencia de los contadores fue terrible, pues... haciendo sus números... convencieron a los grandes educadores de que, para demostrarle al mundo que ellos eran “los mejores educadores” tenían que tener más escuelas, con más alumnos, más canchas de fútbol, más computadoras y, por supuesto, más utilidades financieras (números grandes en todo).

Nuestros queridos y sabios educadores católicos, sacerdotes y religiosas pertenecientes a afamadas congregaciones con una tradición educativa de siglos, se dejaron persuadir... ilusionados en un principio con llevar a más y más almas al contacto con la fe católica a través de sus muchos colegios. Después la persuasión creció más... al ver también los grandes números financieros que les acarrearía la multiplicación de sus locales educativos por todo lo largo y ancho del mundo.

¿Qué sucedió? Lo que tenía que suceder: empezaron a abrir colegios como si de franquicias de McDonalds se tratara. El problema, claro, fue que no es lo mismo aprender a hacer hamburguesas que aprender a educar a un niño.

Es humanamente imposible que 200 sacerdotes (por más sabios y santos que sean) puedan supervisar y controlar lo que sucede en 8000 colegios y 50 universidades.

Pero... orgullosos y embelesados con los grandes números (que podemos ver publicados en todos sus folletos) muy pronto dejaron que prevaleciera la cantidad sobre la calidad. Olvidaron su carisma educativo que decía que sus escuelas fueron fundadas para formar niños sabios y santos, verdaderos hombres cristianos, amantes del saber, buscadores de la verdad, capaces de transformar la cultura, pues... al tener que contratar maestros de todo tipo, sin mayor selección, para poder “medio-atender” a los cientos de miles de alumnos, muy pronto limitaron su acción educadora a cumplir con el mínimo requerido por las leyes educativas de cada país y en “sacar horneadas de alumnos” cada año, que supieran más o menos lo indispensable para sobrevivir en la Universidad.

Y digo “más o menos”, porque ni siquiera eso se está consiguiendo. Las Universidades, al estar recibiendo alumnos pésimamente preparados, han tenido que inventarse una materia “cero”, en la que les intentan enseñar a los alumnos las bases matemáticas indispensables que debieron aprender en primero de secundaria.

La escuela católica, gracias a los “contadores”, ya no se preocupa de cumplir con su misión de formar hombres con sed por conocer la Verdad y alcanzar la Sabiduría. Se ha convertido en una fábrica de niños “capacitados” y “competentes” para insertarse en una sociedad pragmática en la cual se busca el éxito fácil y sobre todo el utilitarismo económico.

El ideal de la escuela católica para sus egresados, ya no es el caballero cristiano, honrado, trabajador, estudioso, sabio y santo, sino simplemente un homo faber, industrioso, productivo, eficiente y consumidor.

Pero la labor de los contadores no sólo quedó en contar el número de escuelas y canchas de futbol, sino que también decidieron contar, en cada escuela, el número de “placas de bronce” que tenían colgadas en el muro de entrada al plantel. Me refiero a las múltiples certificaciones nacionales e internacionales que están de moda y que debe tener (según el criterio de los contadores) cualquier escuela de prestigio. Con la inclusión de las escuelas en las certificaciones, se les obligó a asumir un modelo educativo “moderno” que tiene un bajísimo nivel académico. Más adelante hablaré de él.

Señores contadores: con sus conteos y sus folletos publicitarios llenos de grandes números y elegantes certificaciones, han deformado los verdaderos objetivos de la educación. Si mis hijos no saben ahora cómo resolver sus tareas, en muy buena parte se los debo a ustedes.

LOS PSICÓLOGOS

Pasemos a los segundos implicados, terribles y dañinos implicados en el deterioro escolar: LOS PSICÓLOGOS

¿Qué tienen que ver los psicólogos con el deterioro de la enseñanza? Mucho.

En primer lugar, no sé bien porqué los metieron en las escuelas. Hacían mucho menos daño antes, cuando estaban fuera, en sus consultorios, encargados solamente de los exámenes de admisión (que me parecen muy bien) en la época de inscripciones. Y sólo les llegaban, en medio del año, los casos de alumnos problema. Cuando así era, le hacían daño sólo a los alumnos problema, que ya eran de por sí un problema, así que su labor no hacía mayor mella en la institución educativa.

Pero ahora... la moda dicta que hay que tener un psicólogo de planta en la escuela. Y los pobres psicólogos, para justificar su puesto y su sueldo, se sienten comprometidos a encontrar un niño problema en cada uno de los alumnos.

Si ven a un niño tímido... seguramente fue un niño no deseado por su madre en el embarazo.
Si ven a un niño violento... seguramente es porque su padre es alcohólico y abusa de él.
Si ven a un niño flojo... con toda seguridad es que su madre no le presta atención.
Si ven a un niño soñador y pensativo... seguro tiene ADHD... hay que medicarlo.
Si ven a un niño inquieto y activo... quiere llamar la atención de sus compañeros
Si ven a un niño solitario... es porque se siente rechazado.
Si ven a un niño que obtiene puro sobresaliente... seguro es porque lo presionan demasiado en su casa.
Si el niño reprueba varias asignaturas, es porque está pasando por un momento de tensión familiar.
Si no sabe escribir, tiene dislexia. Si hace los números al revés, tiene dislalia; si no saber sumar, discalculia. Si no quiere correr, seguro tiene distrofia.
Si come rápido su almuerzo a la hora del recreo, es porque sufre de ansiedad. Si no se lo come... seguro tiene anorexia.

De esa manera, todos los alumnos (absolutamente todos) necesitan tratamientos y terapias, que le aseguran al psicólogo su puesto, su sueldo y además un futuro lleno de bonanza por las terapias extra escolares que imparte... por periodos interminables... a los niños y, por supuesto, a los familiares de los niños.

Ahí está el problema con los psicólogos: ven como enfermedades los defectos, errores y pecados y con eso quitan toda la responsabilidad al alumno. Los maestros ya no pueden regañarlos, llamarles la atención o castigarlos, pues eso sería tan ridículo como castigar a alguien porque le dio varicela.

El resultado de la invasión de psicólogos en las escuelas... niños ingobernables, violencia en las aulas, faltas de respeto a la autoridad... pues está prohibido prohibir, está prohibido regañar... está prohibido castigar... ya que todos los niños están psicológicamente enfermos.

Pero no son culpables los psicólogos, como individuos, sino la Psicología en sí misma. La única culpa de los psicólogos es haber estudiado una carrera dedicada a una pseudociencia que está mal fundamentada desde sus mismos orígenes.

Escojan la teoría psicológica que más les guste: Freud, Jung, Adler, Fromm o el mismo Frankl... el que quieran. No hay una sola corriente psicológica que contemple al hombre como lo que es: un ser creado por Dios, dotado de cuerpo y alma, con una naturaleza herida por el pecado, que habiendo sido redimido por Cristo, está llamado a alcanzar la vida eterna con la ayuda de la gracia.

Todas las corrientes psicológicas contemplan sólo al hombre terrestre (en sentido horizontal) y pretenden sólo guiarlo a una felicidad terrena, olvidando la eternidad. Con eso yerran absolutamente el camino, pues eliminan de sus terapias el valor del sufrimiento, del esfuerzo, de la entrega, del olvido de sí mismo y encaminan a sus pacientes por un camino de egoísmo... en el cual los obligan a mirarse sólo a sí mismos y a su bienestar personal . Un camino que va exactamente en sentido contrario al que nos ha enseñado Jesucristo para alcanzar la felicidad eterna: “El que quiera venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga”

El psicólogo trata de quitarle todas las cruces al niño y lo hace pensar primero en sí mismo y sólo en sí mismo. Olvidándose de Dios, pretenden tomar su lugar. Es imposible que puedan orientar al alma humana yendo en contra de las recomendaciones de su Creador.

Pero bueno... el asunto es que los psicólogos llegaron a las escuelas y parece ser que llegaron para quedarse, así que no nos queda otro remedio a las mamás, más que enseñar a nuestros hijos la responsabilidad de sus actos, de sus logros y yerros, y conseguir que nos crean, aunque en la escuela les digan constantemente que no son ellos los responsables, sino “el ambiente tan difícil que les ha tocado vivir”.

LOS PEDAGOGOS

Pasemos al tercer grupo enemigo de la educación católica, el más nocivo de todos: Los PEDAGOGOS.

¿Por qué son tan malos?

En primer lugar, porque para que tenga razón de existir un pedagogo, forzosamente debe existir un mal maestro. Para justificar su existencia, no les ha quedado otro remedio más que pregonar a los cuatro vientos que todos los maestros son malos, que ningún maestro sabe enseñar, que los maestros son seres obtusos, impositivos y pasados de moda.

Su extensa labor de desacreditación del magisterio y de todas las técnicas tradicionales de enseñanza ha surtido efecto (un efecto abrumador) y han terminado desterrando de las aulas a los mejores maestros, ésos que sí enseñaban a los alumnos y han ocupado sus puestos, conociendo mucho del “desarrollo evolutivo del niño” y sin saber nada, absolutamente nada, de las materias que deben enseñar.

Con los maestros “obtusos, tradicionales, impositivos y pasados de moda”, mis hijos (los seis mayores) aprendieron a contar a los tres años; a leer y escribir a los cuatro; a sumar y restar a los cinco; y a deletrear palabras complejas en inglés, a los seis. Además, claro, de saber, desde los tres años, los días de la semana, los meses del año, las estaciones, las partes del cuerpo, la lectura de las manecillas del reloj y las principales figuras geométricas.

El paso a la Primaria era sencillísimo, pues los niños llevaban ya tres largos años de haber dominado la lectura y estaban plenamente capacitados para poder leer, comprender y asimilar pequeñas historias que narraban la forma de vida del hombre prehistórico, la vida de los animales y las plantas, las divisiones del reino animal y vegetal, las partes del cuerpo humano, las señales de tránsito, las reglas de urbanidad y... muchas cosas más, que aparecían en esos “arcaicos” planes de estudio.

Llevando ya dos años de haber aprendido a sumar y restar, los niños en primero de primaria, antes de cumplir los siete años, eran capaces de hacer largos y rápidos cálculos mentales, de diez o quince operaciones en serie y se encontraban capacitados para aprender los fundamentos de la multiplicación.

Con la llegada de los pedagogos y sus “modernas” técnicas de enseñanza, basadas en el “desarrollo evolutivo del niño”... mi hijo de diez años (cuarto de primaria) apenas está empezando a dominar las tablas de multiplicar, lee trastabillando, sin puntuación ni entonación alguna; escribe con una letra terrible, sin respetar márgenes ni renglones y sin poner mayúsculas, acentos ni puntos. Por supuesto, tiene una noción bastante borrosa de cómo vivía el hombre primitivo y no tiene ni la mas remota idea de las divisiones del reino animal y vegetal (al parecer, los pedagogos eliminaron esos temas “difíciles” en los nuevos programas educativos). Lo más triste del asunto es que mi niño tiene muy buenas calificaciones... ¿cómo es esto posible? ¿en qué piensa la maestra cuando imprime en el cuaderno de mi hijo un sello de tinta que dice “¡ERES UN CAMPEÓN!” sobre una plana plagada de tachones y faltas de ortografía?

Es totalmente frustrante esa falta de exigencia en la forma de calificar, pues nos quitan todas las armas a los padres que queremos que nuestro hijo haga las cosas bien hechas.

Me ha sucedido cientos de veces que les he dicho:

- Vuelve a hacerlo. Si entregas eso tan mal hecho te van a poner un Cero grande y redondo!
- No... ma ... ¿cómo crees? ¡La maestra no se fija en eso!

Y... tristemente siempre han tenido razón. Al día siguiente llegan con su sello de “¡MUY BIEN HECHO!” sobre la tarea a la que yo le hubiera puesto cero y hubiera obligado a repetir.

Más adelante hablaré de los nefastos “sistemas modernos de evaluación”. Ahora no me detendré en ellos.

LA PEDAGOGÍA NO TIENE LA CULPA

Aquí, la culpable del deterioro en la enseñanza no es la Pedagogía en sí (por lo que realmente es), sino los que se han autonombrado “pedagogos” por haber estudiado, durante cuatro años, las teorías de algunos que se adueñaron de la palabra “pedagogía”.

La Pedagogía, como tal, no es nada moderno.
Existe... exactamente desde que el mundo es mundo. Dios mismo, el Creador de todo el Universo, es un magnífico pedagogo y lo podemos ver en las etapas que fue siguiendo en la Revelación. Jesucristo fue un magnífico pedagogo, por eso nos enseñaba en parábolas. San Pablo, otro pedagogo extraordinario... sabía que existen almas que pueden asimilar filetes y otras a las que hay que darles papillas. San Benito y su Regla, absolutamente pedagógica; San Juan Ma. Vianney... todas sus homilías son 100% pedagógicas; San Juan Bosco, San Alberto Hurtado, San Marcelino Champagnat, San Juan Bautista de La Salle... todos ellos sabían de Pedagogía, aplicaban la Pedagogía, sin haber leído jamás (gracias a Dios) ni a Piaget, ni a Dewey, ni a Sneill, ni a Marcuse, ni a ningún otro de la misma tribu.

En 1997 tuve que estudiar, siendo actuario matemático de profesión, un curso de posgrado en Pedagogía. Recuerdo que en cada clase me asombraba de la cantidad de terminajos extraños que usaban los pedagogos para nombrar las cosas más sencillas: “constructo”, “taxonomía”, “proceso metacognitivo” y otras cosas por el estilo... un lenguaje claramente complicado y antipedagógico.

Mientras tomaba mis clases, tratando de asimilar y recordar esos terminajos tan extraños, llegué a la conclusión de que ese lenguaje tan rebuscado lo utilizaban los pedagogos sólo para justificar un poco la existencia de su carrera, pues... después de largas explicaciones de los constructos, taxonomías, contenidos actitudinales y currículums estandarizados... llegaban a conclusiones demasiado obvias, a las que puede llegar cualquiera que no haya estudiado absolutamente nada: tales como que hay que planear, poner un objetivo concreto a la clase, dar el contenido, hacer ejercicios y luego evaluar.
Vamos... ¡que eso se ha hecho siempre en las escuelas! Y no necesitaba ningún maestro haber leído a Bloom ni a Gagné.

En aquél entonces (hace 13 años), yo tenía hijos de 6 meses, de 2 años, de cuatro, de siete, de once... y varios más.

Aún recuerdo el asombro que sentí al leer “el desarrollo evolutivo del niño” según Piaget.
Enterándome que el Sr. Piaget sacó sus conclusiones habiendo observado a sus propios hijos, no me quedó la menor duda de que los hijos de Piaget tenían un serio retraso mental. Los niños normales son capaces de hacer las cosas y entender los conceptos muchísimo antes (3 o 4 años antes) de lo que dicen las teorías de Piaget.

Lo comenté con mis maestros... explicándoles que yo veía diariamente con mis niños una evolución de la inteligencia y de las capacidades cognitivas mucho más avanzada en cada edad de lo que afirmaba Piaget. Como estábamos en el curso muchos Directores de escuela, les supliqué que no basaran los programas de estudio de los colegios en las conclusiones piagetianas pues iban a desperdiciar las capacidades del niño, pero... no conseguí convencerlos.

Una compañera del curso comentó en voz alta:

- Tus hijos, Lucrecia, tampoco pueden servir como parámetro, pues son demasiado listos.

Mmmmhh... eso es falso. Mis hijos son listos, muy listos, pero no “demasiado” listos. ¿existe, acaso, algún niño que sea “demasiado” listo? Sin embargo, ese comentario bastó para que cualquier aportación posterior de mi parte en el curso, perdiera toda autoridad y credibilidad.

En fin... las conclusiones pedagógicas de Piaget (que no era pedagogo, sino psicólogo) se aplicaron en los “modernos programas educativos” y claro... ahora tenemos niños que salen de la Primaria mal sabiendo leer y apenas sabiendo escribir y contar...

Se les trata como idiotas desde pequeños (gracias a Piaget y a otros que están detrás de él), no se les enseña nada que signifique un reto para ellos, se aburren y... como consecuencia directa, pierden el interés por aprender. Una hermosa obra la de los pedagogos... para destruir la educación en las escuelas.


DE PEDAGOGOS, PEDAGOGOS Y PEDAGOGOS

El problema no se queda en las teorías mal llamadas “pedagógicas” que se han aplicado a los programas escolares. El problema de fondo también está en quiénes son los cerebros que están aplicando estas teorías en las escuelas.

Para visualizar la magnitud del problema, debemos distinguir tres clases de pedagogos:

La primera son los pedagogos de verdad, los maestros ejemplares que ya hemos nombrado antes: San Juan Bosco, San Alberto Hurtado, San Marcelino Champagnat, San Juan B. de La Salle y muchos más, expertos en pedagogía desde hace varios siglos.

La segunda clase la componen los “pedagogos” que son los creadores intelectuales de todo este mamotreto con fondo marxista de lenguaje rebuscado y que pretenden adueñarse de las mentes de los niños para sus fines políticos y económicos.

El tercer grupo son los jóvenes que, inocentemente, han estudiado pedagogía en la Universidad, sin tener idea de qué es lo que realmente están estudiando. Ellos también significan un severísimo problema.

¿Quién es el que entra a la Universidad a estudiar la carrera de Pedagogía?
¿El alumno más brillante de la clase? ¿El alumno que ama las Matemáticas, la Física, la Química y todo el conocimiento científico? ¿El alumno que ama la lectura, el estudio, la cultura, el lenguaje, la música, las artes y la historia?

No, tristemente no. Los alumnos más destacados intelectualmente, los amantes del estudio y del esfuerzo, eligen por lo general otras carreras: Matemáticas, Ingeniería, Química, Biología, Economía, Filosofía o Medicina (y algunas más, de corte científico o humanista que hoy se llaman con nombres diversos)

Tampoco son los más creativos los que estudian Pedagogía, pues ésos optan por Comunicación, Diseño o Arquitectura.

El alumno “tipo” que opta por la carrera de Pedagogía (no niego que pueden existir honrosas excepciones) es el alumno “buena gente” que desde pequeño decidió que no le gustaban las matemáticas, que nunca las entendió ni les encontró aplicación alguna; es el alumno que jamás le halló mucho sentido a la gramática ni a la ortografía, para quien el estudio de la Historia le parecía algo aburrido; es el alumno que nunca adquirió gran gusto por la lectura, al que no le gustaba demasiado estudiar y mucho menos memorizar. Es el alumno que siempre justificó sus malas notas diciendo “Es que el maestro no sabe enseñar”.

En los años de 1984-1985 me pidieron que impartiera la cátedra de Estadística a los alumnos de 5º semestre de Pedagogía en una Universidad, carrera que en ese entonces, se llamaba “Ciencias de la Educación”. Mis alumnos eran tres chicos religiosos consagrados (no sacerdotes) y 19 chicas. Los chicos eran bastante dóciles, no es que mostraran demasiado interés por la materia, pero al menos tomaban apuntes y cumplían con sus deberes. Estaban ahí por obediencia a sus superiores, que los querían preparar para dirigir alguna escuela en el futuro. Las chicas... no dejaban de quejarse continuamente, haciendo imposible la enseñanza:

- ¿Para que nos va a servir esto?
- ¡No entiendo la fórmula! ¡Está muy difícil!
- ¿Por qué nos exiges tanto si no nos gustan las matemáticas?
- ¡No nos dejes tarea, tenemos una fiesta!
- ¿Me lo explicas otra vez... con manzanitas?
- ¿Podemos sacar el formulario?

Los contenidos “tan difíciles” que yo intentaba enseñarles, eran solamente el cálculo de la media, la moda y la varianza, pero... como estaban profundamente convencidas de que “odiaban las matemáticas” y “odiaban el estudio y la memorización”, al igual que “odiaban las tareas” fue un curso poco fructífero. Tres de ellas reprobaron el examen final y luego convencieron a la directora de la carrera que las aprobara (sin mi consentimiento) “porque no era una materia tan importante para sus intereses pedagógicos”.
Salí despavorida de esa escuela

Ahora... estos alumnos mediocres que seleccionaron la carrera de Pedagogía justamente porque odiaban las matemáticas, la lectura, el estudio y la memorización, tienen en sus manos el mundo de la educación. Un panorama que da terror, por supuesto.

¿EN QUÉ CONSISTE EL NUEVO SISTEMA EDUCATIVO?

El “nuevo” sistema educativo (que no es tan nuevo... pues fue ideado a finales del siglo XIX y principios del XX) ha tomado ideas de varias corrientes, principalmente del Constructivismo, que enseña que el niño debe conocer la verdad por sí mismo y que el maestro no debe imponer sus ideas sino que sólo debe ser un mediador entre el saber y el niño.

Utilizan en su mercadotecnia algunos slogans, sobre los que luego volveré y que ahora enlisto someramente:
- Un sistema basado en el desarrollo de competencias
- El maestro es sólo un guía y no un dictador
- No hay exámenes ni calificaciones
- Las evaluaciones son colegiadas
- El niño descubre el saber por sí mismo
- Aprende a aprender en ambientes acogedores y estimulantes
- Un currículum estandarizado y certificado a nivel internacional
- El aprendizaje no se confunde con la memorización

No me entretendré demasiado en esto, pues cualquiera puede conocer en qué consiste el nuevo sistema dando un click en las páginas publicitarias de los colegios (de casi cualquier colegio en el mundo), en donde diga “Sistema basado en el desarrollo de competencias”

Por ahora, sólo haré hincapié en los principales slogans que han usado los modernos pedagogos para infiltrar su ideología (que, como veremos más adelante, procede del marxismo y la masonería) en las escuelas católicas y en el mundo de la educación en general.


(Continuará con el siguiente capítulo:
III. LOS FALACES SLOGANS DEL NUEVO SISTEMA EDUCATIVO)
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martes, 2 de marzo de 2010

DAR

Una cosa yo he aprendido,
en mi vida al caminar,
no puedo ganarle a Dios,
cuando se trata de dar.

Por más que yo quiero darle,
siempre me gana Él a mi,
porque me regresa más
de lo que yo le pedí.

Se puede dar sin amor,
no se puede amar sin dar,
si yo doy, no es porque tengo;
más bien tengo porque doy.

Y cuando Dios me pide,
es que me quiere dar;
y cuando Dios me da,
es que me quiere pedir.

Si tú quieres haz el intento
y comienza a darle hoy,
y verás que en poco tiempo
podrás decir como yo.

Una cosa yo he aprendido,
en mi vida al caminar,
no puedo ganarle a Dios,
cuando se trata de dar.


Autor:
Anónimo
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viernes, 26 de febrero de 2010

¿Quién secuestró a los maestros? 1a Parte

¿Quién secuestró a los maestros? (de cuando los niños aprendían en la escuela)

El nivel académico está bajando año con año... los niños aprenden cada vez menos cosas en la escuela y las pocas cosas que aprenden, las aprenden mucho peor.
Autor: Lucrecia Rego de Planas | Fuente: Catholic.net


I. LA ALARMA DE COCINA YA NO FUNCIONA

- ¡Tienen veinte minutos para hacer la tarea! - solía decir yo a mis hijos, cada tarde al terminar de comer, mientras daba cuerda al reloj de cocina y lo ponía sobre la mesa, haciendo sonar su familiar “TIC-TAC, TIC-TAC, TIC-TAC”, que terminaba con una sonora alarma a los veinte minutos exactos.

El “RIIIIIIIIING” de la alarma señalaba el momento para cerrar los libros obligatoriamente y guardarlos en las mochilas, teniendo toda la tarde libre para convivir, jugar, entretenernos y divertirnos en familia.

La táctica de la alarma de cocina me funcionó perfectamente durante toda la educación preescolar, primaria y secundaria de mis tres hijos mayores (ahora de 25, 23 y 21 años). De hecho, en ese entonces, mis hijos terminaban la tarea mucho antes de que la alarma sonara. También me funcionó durante la educación preescolar y gran parte de la primaria de mis tres hijos intermedios (ahora de 18, 15 y 13 ). Pero dejó de funcionar (no la alarma, sino la táctica) de manera misteriosa, inmediata, inesperada y sorprendente, cuando mis tres hijos pequeños (de 10, 9 y 6) llegaron a la edad de hacer tareas.

Desde entonces... el tiempo para hacer las tareas cada tarde se vuelve interminable, tedioso y agotador para ellos y para mí . Los niños completan los deberes ya muy entrado el anochecer, quedándoles únicamente el tiempo suficiente para ducharse, cenar, rezar e irse a dormir. Ya no existe en nuestras tardes tiempo para los juegos, la convivencia, ni el entretenimiento en familia.

¿Qué sucedió?
¿Los cambié de colegio? No, el colegio ha sido el mismo para el primero y para el último de mis hijos.
¿Son más, las tareas que ahora les dejan? No, todo lo contrario, ahora les dejan mucho menos tareas que las que les dejaban antes.
¿Son más difíciles las tareas que ahora les dejan? ¡Para nada! El nivel de enseñanza ha decrecido de manera visible. Las tareas que ahora le dejan al de cuarto de primaria (que es el séptimo de mis hijos) son equivalentes (en contenido y grado de dificultad) a las que les dejaban a los niños en Preprimaria hace unos cuantos años.
¿Será, entonces, que mis hijos pequeños son menos listos que sus hermanos mayores? ¡Tampoco! Gracias a Dios todos mis hijos gozan de una muy buena inteligencia que los hace capaces de entender y aplicar los conceptos fácilmente.

Entonces... ??? ¿Qué sucedió? ¿Por qué antes me funcionaba la alarma de cocina y ahora ya no me funciona?

La respuesta es bien sencilla: Hasta hace unos cuantos años los niños aprendían en la escuela y los deberes para la tarde eran sólo practicar y repasar lo que ya habían aprendido en clase.
Ahora... los niños no aprenden en la escuela y por lo tanto no saben cómo resolver sus tareas. Las mamás nos vemos obligadas a explicar y enseñar, por las tardes, todo aquello que debieron explicarles y enseñarles las maestras por la mañana.

A mí me gusta enseñar. Gozo verdaderamente enseñando e ideando nuevas modalidades y técnicas para que los niños comprendan los conceptos y los apliquen. No se me dificulta enseñar y es para mí hermoso (verdaderamente hermoso y gratificante) contemplar la transformación de un cerebro infantil y la alegría profunda que produce en el niño aprender algo nuevo.

Pero no puedo negar, para satisfacción de todos los que se escandalizan de nosotros por haber optado por una familia numerosa, que para mí ha resultado extraordinariamente complicado estar enseñando (al mismo tiempo) al pequeño, a leer y sumar; al otro, a restar y escribir; al siguiente, las tablas de multiplicar y los estados de la república; al más grandecito, la suma de fracciones y las partes del aparato digestivo y a la otra, los principios de álgebra. Todo a la vez, sobre la misma mesa y durante el horario reducido de las tardes.

Si yo hubiera escogido ser homeschooler... mis hijos y yo estaríamos todas las mañanas en casa, con el tiempo, los ánimos, los espacios y los materiales necesarios y suficientes para tener una escuela en casa.

Pero no opté por eso. Mi esposo y yo seleccionamos el tipo de educación que queríamos para nuestros hijos y decidimos inscribirlos en uno de los mejores colegios católicos del país, para que ahí, además de la formación religiosa que consideramos lo más importante, tuvieran maestros competentes y cualificados, que les transmitieran los conocimientos adecuados a cada edad, dentro de un programa escolarizado y exigente.

El hecho es que ahora mis hijos van al colegio por las mañanas y, como no aprenden lo que deben aprender (porque nadie se los enseña), en las tardes nos hemos visto obligados a ser homeschoolers. Es agotador... de verdad... para los niños y para mí. Y los resultados son muy pobres, pues no se puede enseñar en dos horas lo que se debió enseñar en seis.

Lo más triste del asunto es que... después de mucho buscar e investigar por una posible mejor opción para mis hijos, he podido comprobar, con una profunda sensación de impotencia, que el deterioro sostenido, progresivo e imparable en los resultados de la enseñanza dentro de las escuelas, se está dando no sólo en la escuela de mis hijos, sino en todas las escuelas... católicas, laicas, privadas y gubernamentales, y no sólo en México, sino a nivel internacional. El nivel académico está bajando año con año... los niños aprenden cada vez menos cosas en la escuela y las pocas cosas que aprenden, las aprenden mucho peor.

(Continuará con el siguientes capítulo:
II. TRES INFLUENCIAS MORTÍFERAS PARA LA EDUCACIÓN: LOS CONTADORES, LOS PSICÓLOGOS Y LOS PEDAGOGOS)
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lunes, 22 de febrero de 2010

Reflexionar sobre nuestra propia vida

Martes primera semana Cuaresma.
Que el Señor llegue a nuestro corazón y encuentre en él una tierra capaz de apoyarse en Dios.
Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net

El tiempo de cuaresma, de una forma especial, nos urge a reflexionar sobre nuestra vida. Nos exige que cada uno de nosotros llegue al centro de sí mismo y se ponga a ver cuál es le recorrido de la propia vida. Porque cuando vemos la vida de otras gentes que caminan a nuestro lado, gente como nosotros, con defectos, debilidades, necesitadas, y en las que la gracia del Señor va dando plenitud a su existencia, la va fecundando, va haciendo de cada minuto de su vida un momento de fecundidad espiritual, deberíamos cuestionarnos muy seriamente sobre el modo en que debe realizarse en nosotros la acción de Dios. Es Dios quien realiza en nosotros el camino de transformación y de crecimiento; es Dios quien hace eficaz en nosotros la gracia.

La acción de Dios se realiza según la imagen del profeta Isaías: así como la lluvia y a la nieve bajan al cielo, empapan la tierra y después da haber hacho fecunda la tierra para poder sembrar suben otra vez al cielo.

La acción de Dios en al Cuaresma, de una forma muy particular, baja sobre todos los hombres para darnos a todos y a cada uno una muy especial ayuda de cara a la fecundidad personal.

La semilla que se siembra y el pan que se come, realmente es nuestro trabajo, lo que nosotros nos toca poner, pero necesita de la gracia de Dios. Esto es una verdad que no tenemos que olvidar: es Dios quien hace eficaz la semilla, de nada serviría la semilla o la tierra si no fuesen fecundadas, empapadas por la gracia de Dios.

Nosotros tenemos que llegar a entender esto y a no mirar tanto las semillas que nosotros tenemos, cuanto la gracia, la lluvia que las fecunda. No tenemos que mirar las semillas que tenemos en las manos, sino la fecundidad que viene de Dios Nuestro Señor. Es una ley fundamental de la Cuaresma el aprender a recibir en nuestro corazón la gracia de Dios, el esfuerzo que Dios está haciendo con cada uno de nosotros.

Jesucristo, en el Evangelio también nos da otro dinamismo muy importante de la Cuaresma, que es la respuesta de cada uno de nosotros a la gracia de Dios. No basta la acción de la gracia, porque la acción de la gracia no sustituye nuestra libertad, no sustituye el esfuerzo que tiene que brotar de uno mismo. Cristo nos pone guardia sobre la autosuficiencia, pero también sobre la pasividad. Nos dice que tenemos que aprender a vivir la recepción de la gracia en nosotros, sin autosuficiencia y pasividad.

Contra la autosuficiencia nos dice el Señor en el Evangelio: “No oréis como oran los paganos que piensan que con mucho hablar van a ser escuchados”. Jesús nos dice: “tienen que permitir que su corazón se abra, que tu corazón sea el que habla a Dios Nuestro Señor. Porque Él, antes de que pidas algo, ya sabe que es lo que necesitas”. Pero al mismo tiempo hay que cuidar la pasividad. A nosotros nos toca actuar, hacer las cosas, nos toca llevar las situaciones tal y como Dios nos lo va pidiendo. Esto es, quizá, un esfuerzo muy difícil, muy serio, pero nosotros tenemos que actuar a imitación de Dios Nuestro Señor. De Nuestro Padre que está en el Cielo. Este camino supone para todos nosotros la capacidad de ir trabajando apoyados en la oración.

Escuchábamos el Salmo que nos habla de dos tipos de personas: “ Los ojos del Señor cuidan al justo y a su clamor están atentos a sus oídos; contra el malvado, en cambio esta el Señor, para borrar de la tierra su recuerdo”. Si nosotros aprendiéramos a ver así todo el trabajo espiritual, del cual la Cuaresma es un momento muy privilegiado. Si aprendiéramos a ver todo esto como un trabajo que Dios va realizando en el alma y que al mismo tiempo va produciendo en nuestro interior un dinamismo de transformación, de confianza, de escucha de Dios, de camino de vida; un dinamismo de acercamiento a los demás, de perdón, de apertura del corazón. Si esto lo tuviésemos claro, también nosotros estaríamos realizando lo que dice el Salmo: “el Señor libra al justo de sus angustias”.

¿Cuántas veces la angustia que hay en el alma, proviene, por encima de todo, de que nosotros queremos ser quien realiza las cosas, las situaciones y nos olvidamos de que no somos nosotros, sino Dios? ¿Pero cuántas veces también, la angustia viene al alma porque queremos dejarle todo a Dios, cuando a nosotros nos toca poner mucho de nuestra parte? Incluso, cuando a nosotros nos toca poner algo que nos arriesga, que nos compromete; algo que nos hace decir: ¿será así o no será así?, y sin embargo yo sé que tengo que hacerlo. Es la semilla que hay que sembrar.

Cuando el sembrador, tiene una semilla y la pone en el campo, no sabe qué va a pasar con ella. Se fía de la lluvia y de la nieve que le va a hacer fecundar. ¿Cuántas veces a nosotros nos podría pasar que tenemos la semilla pero preferimos no enterrarla, preferimos no fiarnos de la lluvia, porque si falla, qué hacemos?

Sin embargo Dios vuelve a repetir: “ El Señor libra al justo de todas sus angustias” ¿Cuáles son las angustias? ¿De autosuficiencia? ¿De pasividad? ¿De miedo? Aprendamos en esta Cuaresma permitir que el Señor llegue a nuestro corazón y encuentre en él una tierra que es capaz de apoyarse plenamente en Dios, pero al mismo tiempo, capaz de arriesgarse por Dios Nuestro Señor.
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martes, 16 de febrero de 2010

El comienzo de la Cuaresma

Cuaresma. Miércoles de ceniza. Si busco a Dios, es el momento para caminar, para buscarlo, para encontrarlo y purificar mi corazón.
Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net


Miércoles de Ceniza



Hoy empezamos la Cuaresma a través de la imposición de las cenizas, un símbolo que es muy conocido para todos. La ceniza no es un símbolo de muerte que indica que ya no hay vida ni posibilidad de que la haya. Nosotros la vamos a imponer sobre nuestras cabezas pero no con un sentido negativo u oscuro de la vida, pues el cristiano debe ver su vida positivamente. La ceniza se convierte para nosotros al mismo tiempo en un motivo de esperanza y superación. La Cuaresma es un camino, y las cenizas sobre nuestras cabezas son el inicio de ese camino. El momento en el cual cada uno de nosotros empieza a entrar en su corazón y comienza a caminar hacia la Pascua, el encuentro pleno con Cristo.

Jesucristo nos habla en el Evangelio de algunas actitudes que podemos tener ante la vida y ante las cosas que hacemos. Cristo nos habla de cómo, cuando oramos, hacemos limosna, hacemos el bien o ayudamos a los demás, podríamos estar buscándonos a nosotros mismos, cuando lo que tendríamos que hacer es no buscarnos a nosotros mismos ni buscar lo que los hombres digan, sino entrar en nuestro interior: “Y allá tu Padre que ve en lo secreto te recompensará.”

Es Dios en nuestro corazón quien nos va a recompensar; no son los hombres, ni sus juicios, ni sus opiniones, ni lo que puedan o dejen de pensar respecto a nosotros; es Nuestro Padre que ve en lo secreto quien nos va a recompensar. Que difícil es esto para nosotros que vivimos en una sociedad en la cual la apariencia es lo que cuenta y la fama es lo que vale.
Cristo, cuando nosotros nos imponemos la ceniza en la cabeza nos dice: “Tengan cuidado de no practicar sus obras de piedad delante de los hombres; de lo contrario no tendrán recompensa con su Padre Celestial”. ¿Qué recompensa busco yo en la vida?

La Cuaresma es una pregunta que entra en nuestro corazón para cuestionarnos precisamente esto: ¿Estoy buscando a Dios, buscando la gloria humana, estoy buscando la comprensión de los demás? ¿A quién estoy buscando?

La señal de penitencia que es la ceniza en la cabeza, se convierte para nosotros en una pregunta: ¿A quién estamos buscando? Una pregunta que tenemos que atrevernos a hacer en este camino que son los días de preparación para la Pascua; la ceniza cae sobre nuestras cabezas, pero ¿cae sobre nuestro corazón?

Esta pregunta se convierte en un impulso, en un dinamismo, en un empuje para que nuestra vida se atreva a encontrarse a sí misma y empiece a dar valor a lo que vale, dar peso a lo que tiene.

Este es el tiempo, el momento de la salvación, nos decía San Pablo. Hoy empieza un período que termina en la Pascua: La Cuaresma, el día de salvación, el día en el cual nosotros vamos a buscar dentro de nuestro corazón y a preguntarnos ¿a quién estamos buscando? Y la ceniza nos dice: quita todo y quédate con lo que vale, con lo fundamental; quédate con lo único que llena la vida de sentido. Tu Padre que ve en lo secreto, sólo Él te va a recompensar.

La Cuaresma es un camino que todo hombre y toda mujer tenemos que recorrer, no lo podemos eludir y de una forma u otra lo tenemos que caminar. Tenemos que aprender a entrar en nuestro corazón, purificarlo y cuestionarnos sobre a quién estamos buscando.

Este es le sentido de la ceniza en la cabeza; no es un rito mágico, una costumbre o una tradición. ¿De qué nos serviría manchar nuestra frente de negro si nuestro corazón no se preguntara si realmente a quien estamos buscando es a Dios? Si busco a Dios, esta Cuaresma es el momento para caminar, para buscarlo, para encontrarlo y purificar nuestro corazón.

El camino de Cuaresma va a ser purificar el corazón, quitar de él todo lo que nos aparta de Dios, todo aquello que nos hace más incomprensivos con los demás, quitar todos nuestros miedos y todas las raíces que nos impiden apegarnos a Dios y que nos hacen apegarnos a nosotros mismos. ¿Estamos dispuestos a purificar y cuestionar nuestro corazón? ¿Estamos dispuestos a encontrarnos con Nuestro Padre en nuestro interior?

Este es el significado del rito que vamos hacer dentro de unos momentos: purificar el corazón, dar valor a lo que vale y entrar dentro de nosotros mismos. Si así lo hacemos, entonces la Cuaresma que empezaremos hoy de una forma solemne, tan solemne como es el hecho de que hoy guardamos ayuno y abstinencia (para que el hambre física nos recuerde la importancia del hambre de Dios), se convertirá verdaderamente en un camino hacia Dios.

Este ha de ser el dinamismo que nos haga caminar durante la Cuaresma: hacer de las mortificaciones propias de la Cuaresma como son lo ayunos, las vigilias y demás sacrificios que podamos hacer, un recuerdo de lo que tiene que tener la persona humana, no es simplemente un hambre física sino el hambre de Dios en nuestros corazones, la sed de la vida de Dios que tiene que haber en nuestra alma, la búsqueda de Dios que tiene haber en cada instante de nuestra alma.

Que éste sea el fin de nuestro camino: tener hambre de Dios, buscarlo en lo profundo de nosotros mismos con gran sencillez. Y que al mismo tiempo, esa búsqueda y esa interiorización, se conviertan en una purificación de nuestra vida, de nuestro criterio y de nuestros comportamientos así como en un sano cuestionamiento de nuestra existencia. Permitamos que la Cuaresma entre en nuestra vida, que la ceniza llegue a nuestro corazón y que la penitencia transforme nuestras almas en almas auténticamente dispuestas a encontrarse con el Señor.
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domingo, 14 de febrero de 2010

¿Yahvé o Jehová?

Lo que nos importa es hablar de Dios como Jesús hablaba de El. Jesús vino a aclarar el misterio más profundo que hay en el Ser Divino: «Dios es amor»
Autor: P. Paulo Dierckx y P. Miguel Jordá | Fuente: Para dar razón de nuestra Esperanza, sepa defender su Fe



En las Biblias evangélicas encontramos que a Dios se lo nombra como a «Jehová» y en las Biblias católicas le damos el nombre de «Yahvé». Muchos cristianos se preguntan: ¿por qué esta diferencia en el nombre de Dios? ¿qué debemos pensar de esto?

En el fondo no sirve de nada discutir por el nombre antiguo de Dios. Nosotros vivimos ahora en el Nuevo Testamento y lo que nos importa es hablar de Dios como Jesús hablaba de El. Jesús vino a aclarar el misterio más profundo que hay en el Ser Divino: «Dios es amor». Dios es un «Padre» que ama a todas sus creaturas y los hombres son sus hijos queridos. Jesús mismo nos enseñó que debemos invocar a Dios como «nuestro Padre» (Mt. 6, 9).

Para los estudiosos de la Biblia quiero aclarar en esta carta el nombre antiguo de Dios, aquel nombre que los israelitas del Antiguo Testamento usaban con profundo respeto. La explicación es un poco difícil, porque debemos comprender algo del idioma hebreo, la lengua en la cual Dios se manifestó a Moisés.

Los nombres de Dios en el Antiguo Testamento
Los israelitas del Antiguo Testamento empleaban muchos nombres para referirse a Dios. Todos estos nombres expresaban una relación íntima de Dios con el mundo y con los hombres.
En esta carta quiero indicar solamente los nombres más importantes, por ejemplo:

En Ex. 6, 7 encontramos en el texto hebreo el nombre «Elohim», que en castellano significa: «El Dios fuerte y Poderoso».
En el Salmo 94 encontramos «Adonay» o «Edonay», que en castellano es «El Señor».
En Gén. 17, 1 se habla de Dios como «Shadday» que quiere decir el Dios de la montaña.
El profeta Isaías (7, 14) habla de «Emmanuel» que significa «Dios con nosotros».
Y hay muchos nombres más en el A. T., como por ejemplo: Dios Poderoso, el Dios Vivo, el Santo de Israel, el Altísimo, Dios Eterno, El Dios de la Justicia, etc.
Pero el nombre más empleado en aquellos tiempos era «Yahvé» que significa en castellano: «Yo soy» o «El que es».
Leemos en Éxodo Cap. 3 que Dios se apareció a Moisés en una zarza ardiente y lo mandó al Faraón a hablar de su parte. Moisés le preguntó a Dios: «Pero si los israelitas me preguntan cuál es tu nombre, ¿qué voy a contestarles?». Y Dios dijo a Moisés: «YO SOY EL QUE SOY». Así les dirás a los israelitas: YO SOY me manda a ustedes. Esto les dirás a ellos: YO SOY, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob me manda a ustedes. Este es mi nombre para siempre» (Ex. 3, 13-15).

¿De dónde viene la palabra «Yahvé»?

Esta palabra es una palabra hebrea, el hebreo es el idioma de los israelitas o judíos del Antiguo Testamento. En este idioma no se escribían las vocales de una palabra sino únicamente las consonantes. Era bastante difícil leerlo correctamente, porque al leer un texto hebreo, uno mismo debía saber de memoria qué vocales tenía que pronunciar en medio de las consonantes. El nombre de Dios: «YO SOY» se escribía con estas cuatro consonantes: Y H V H que los judíos pronunciaban así «Yahvé», y en castellano se escribe YAVE. La pronunciación «Yahvé» es sin duda la pronunciación más correcta del hebreo original para indicar a Dios como «Yo soy el que soy» (Los judíos del A.T. nunca dijeron Jehová).

¿De dónde viene la palabra Jehová?

Los israelitas del A.T. tenían un profundo respeto por el nombre de Dios: «Yahvé». Era el nombre más sagrado de Dios, porque Dios mismo se había dado este nombre.
Con el tiempo los israelitas, por respeto al nombre propio de Dios, dejaron de pronunciar el nombre de «Yahvé» y cuando ellos leían en la Biblia el nombre de «Yahvé», en vez de decir «Yahvé» dijeron otro nombre de Dios: «Edonai» (el Señor). Resultó que después de cien años los israelitas se olvidaron por completo de la pronunciación original (Y H V H, Yahvé) porque siempre decían «Adonay» (el Señor).
En la Edad Media (1.000 a 1.500 años después de Cristo) los hebraístas (que estudiaban el idioma hebreo antiguo) empezaron a poner vocales entre las consonantes del idioma hebreo. Y cuando les tocó colocar vocales en la palabra hebrea Y H V H (el nombre antiguo de Dios) encontraron muchas dificultades.

Por no conocer la pronunciación original de las cuatro consonantes que en las letras castellanas corresponden a YHVH y en letras latinas a JHVH, y para recordar al lector que por respeto debía decir: «Edonay» en vez de «Yahvé», pusieron las tres vocales (e, o, a) de la palabra Edonay; y resultó Jehová en latín. Es decir: tomaron las 4 consonantes de una palabra (J H V H) y metieron simplemente 3 vocales de otra palabra (Edonay) y formaron así una nueva palabra: Jehová. Está claro que la palabra «Jehová» es un arreglo de dos palabras en una. Por supuesto la palabra «Jehová» nunca ha existido en hebreo; es decir, que la pronunciación «Jehová» es una pronunciación defectuosa del nombre de «Yahvé».
En los años 1600 comenzaron a traducir la Biblia a todas las lenguas, y como encontraron en todos los textos bíblicos de la Edad Media la palabra «Jehová» como nombre propio de Dios, copiaron este nombre «Jehová» literalmente en los distintos idiomas (castellano, alemán, inglés…). Y desde aquel tiempo empezaron a pronunciar los católicos y los evangélicos como nombre propio de Dios del Antiguo Testamento la palabra «Jehová» en castellano.

Ahora bien, aun las Biblias católicas usan el nombre de «Yahvé» y no el de «Jehová».¿Está bien? Está bien porque todos los hebraístas modernos (los que estudian el idioma hebreo) están de acuerdo que la manera original y primitiva de pronunciar el nombre de Dios debía haber sido «Yahvé» y no «Jehová».
«Yahvé» es una forma del verbo «havah» (ser, existir) y significa: «Yo soy el que es» y «Jehová» no es ninguna forma del verbo «ser», como lo hemos explicado más arriba. Por eso la Iglesia Católica tomó la decisión de usar la pronunciación original «Yahvé» en vez de «Jehová» y porque los israelitas del tiempo de Moisés nunca dijeron «Jehová».

¿Cuál es el sentido profundo del nombre de «Yahvé»?
Ya sabemos que «Yahvé» significa: «Yo soy.» Pero ¿qué sentido profundo tiene este nombre?
Para comprenderlo debemos pensar que todos los pueblos de aquel tiempo eran politeístas, es decir, pensaban que había muchos dioses. Según ellos, cada nación, cada ciudad y cada tribu tenía su propio Dios o sus propios dioses. Al decir Dios a Moisés: «YO SOY EL QUE SOY» El quiere decir: «Yo soy el que existe: el Dios que existe; y los otros dioses no existen, los dioses de los egipcios, de los asirios, de los babilonios no existen. Yo soy el único Dios que existe».

Dios, dándose el nombre de YAVE (YO SOY), quería inculcar a los judíos el monoteísmo (un solo Dios), y rechazar de plano todo politeísmo (muchos dioses) y la idolatría de otros pueblos.
El Dios de los judíos (Yahvé) es un Dios celoso, no soporta a ningún otro dios a su lado. El dice: «No tendrás otro Dios fuera de mí» (Ex. 20, 3). «Yo soy Yahvé, tu Dios celoso» (Deut. 4, 35 y 32, 39).

El profeta Isaías explica bien el sentido del nombre de Dios. Dice Dios por medio del profeta: «YO SOY YAVE, y ningún otro». «¿No soy yo Yahvé el único y nadie mejor que yo?» (Is. 45, 18).

La conclusión es: La palabra «Yahvé» significa que «El es el UNICO DIOS», el único y verdadero Dios, y que todos los otros dioses y sus ídolos no son nada, no existen y no pueden hacer nada.

El nombre de Dios en el Nuevo Testamento

Más importante para nosotros, que vivimos en el Nuevo Testamento, es saber cómo Jesús hablaba del misterio de Dios. Jesús y sus apóstoles, según la costumbre judía de aquel tiempo, nunca pronunciaban el nombre «Yahvé» o «Jehová». Siempre leían la Biblia diciendo: «Edonay» -el Señor- para indicar el nombre propio de Dios.
Todo el Nuevo Testamento fue escrito en griego, por eso encontramos en el Nuevo Testamento la palabra Kyrios (el Señor) que es la traducción de «Edonay».

Pero Jesús introdujo también una novedad en las costumbres religiosas y nombró a Dios «Padre»: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra». «Mi Padre sigue actuando y yo también actúo». «Por eso los judíos tenían ganas de matarlo: porque El llamaba a Dios Padre suyo haciéndose igual a Dios» (Jn. 5, 17-18).
Además Jesús enseñó a sus seguidores a hacer lo mismo: «Por eso, oren ustedes así: Padre Nuestro, que estás en los cielos» (Mt. 6, 9). Ahora, el nombre más hermoso que nosotros podemos dar a Dios es el de: «Padre nuestro».

¿Es verdad que en las Biblias de los Testigos de Jehová aparece el nombre Jehová en el Nuevo Testamento?

Así es. Los Testigos de Jehová hacen aparecer en el Nuevo Testamento 237 veces la palabra «Jehová», pero eso no es correcto. Cuando en el Nuevo Testamento se habla de Dios con el nombre «Señor» (Kyrios en griego, Edonay en hebreo) ellos lo traducen como Jehová, pero esto es claramente una adulteración de los textos bíblicos.

El Nuevo Testamento habla de Dios como «Padre» o «Señor», pero nunca como «Jehová». Una vez más desconocen la gran revelación de Jesucristo que fue la de anunciarnos a Dios como Padre.

¿Qué es lo mejor para nosotros?

Lo mejor es hablar de Dios como Jesús hablaba de El. Meditando los distintos nombres de Dios que aparecen en la Biblia, nos damos cuenta de que hay una lenta evolución acerca del misterio de Dios, y cada nombre revela algo de este gran misterio divino:

1) Dios se manifestó a Moisés como el único Dios que existe, significando esto que los otros dioses no existen. Es lo que significa la palabra «Yahvé».

2) Luego ese único Dios se manifestó a los profetas como el Dios de la Justicia.

3) Finalmente en Jesucristo, Dios se manifestó como un Padre que ama a todos sus hijos. Dios es amor y nosotros tenemos esta gran vocación a vivir en el amor. La oración del Padre Nuestro es la mejor experiencia de fraternidad universal.

¿Qué hay que hacer cuando los Testigos de Jehová, los Mormones y los seguidores de otras sectas llegan a la casa de uno para entablar una conversación?

«En primer lugar hay que precisar cuál es la verdadera intención de su visita. Por lo general ellos dicen que quieren hablar de la Biblia y conversar acerca de Dios y de la religión.
Pero su verdadera intención no es ésta, sino la de arrebatar la fe a los católicos. Eso y nada más es lo que quieren. Quitar a los fieles su fe católica. Hablar de la Biblia o de Dios es sólo el pretexto para llegar a este final que es quitar la fe a los católicos.

Y los hechos comprueban esta afirmación, porque sabemos de algunos buenos católicos que por cortesía, buena educación, o por otras razones, aceptaron conversar con ellos sobre la Biblia o sobre Dios, y se pasaron a ser Testigos de Jehová, Mormones o de otras sectas y abominaron después contra su antigua fe católica.
Es decir, hay que tener claro que esta visita de los Testigos de Jehová, de los Mormones o de otras sectas a las casas y familias católicas no tiene otra intención ni otro propósito que arrebatarles su fe católica.

Conociendo esta realidad, la respuesta es obvia: ¿Quiere usted conservar y defender su fe católica? No los reciba. ¿Quiere usted poner en peligro su fe católica? Piense mejor lo que debe hacer».
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domingo, 7 de febrero de 2010

«Se lo debo a mis compañeros»


Tenemos que reconocer que no todo depende de nosotros y de nuestras propias fuerzas.
Autor: Luciano Rinaldi, L.C. | Fuente: www.buenas-noticias.org


A sus 22 años de edad, Lionel Messi fue escogido el mejor jugador del mundo del 2009, rompiendo además el record de votos recibidos en toda la historia del galardón, iniciada en 1956. Se trata de la entrega del Balón de Oro de la revista "France Football", que se llevó a cabo en París, Francia, el pasado 6 de Diciembre.

El jugador argentino dedicó el premio a sus compañeros y a sus hermanos, que viajaron con él a París, y a todos los que siempre le han apoyado en su carrera. «Me siento profundamente feliz -dijo- es un día muy especial. Pero soy consciente de que se lo debo a mis compañeros y a la gran temporada del Barcelona. Les doy las gracias a ellos».

Aseguró que le marcaron mucho jugadores como Samuel Eto´o, Ronaldinho y Deco, además de todos los que forman ahora parte del club español. La “pulga biónica”, como le llaman, tuvo el detalle para con sus papás y hermanos de guardar el dorado balón en su casa familiar de Rosario, en Argentina.

Messi, quien se convirtió en uno de los deportistas más jóvenes en recibir el Balón de Oro, es constantemente blanco de alabanzas y halagos. En esta ocasión, ¿saben cuál fue su reacción cuando le dijeron que en francés Messi significaba mesías? Se rió y afirmó: «No me siento salvador de nada, sólo un jugador del Barcelona y de la Selección Argentina con ganas de seguir consiguiendo cosas con mis equipos».

Lionel también considera a Dios como uno de sus compañeros a quien le debe el premio. A él le dedicó los dos primeros goles que marcó después de haber sido escogido el mejor del mundo. Su gesto indicando hacia el cielo me hacía recordar aquella frase de San Agustín que decía: «qué tienes que de Dios no hayas recibido».

Los jóvenes de hoy necesitan modelos buenos y pueden encontrar uno en Lionel Messi, aunque en ocasiones haya tenido algún error. Él tuvo el valor de decirle a la prensa mundial que todo se lo debía a sus compañeros y personas que lo apoyaron, en especial a su familia; y no se olvidó de darle las gracias al Gran Compañero, cosa, hoy, poco común.

Hoy, millones de jóvenes visten camisetas con el nombre de Messi por detrás. Ojalá todos vistamos internamente esa camiseta de la gratitud a nuestros compañeros de escuela o trabajo; esa camiseta de la gratitud hacia nuestros papás, hermanos y amigos; y esa camiseta de gratitud a Dios por todo lo que hemos recibido. Como Messi, tenemos que reconocer que no todo depende de nosotros y de nuestras propias fuerzas. Sigue leyendo