Convertirlas en agradecimiento, y seguir caminando con esperanza, hay que guardarse una sonrisa pues para Dios nada hay imposible.
Autor: P. Pascual Soarin | Fuente: Catholic.net
Hay una canción preciosa de Juan Manuel Serrat que habla de una experiencia creo que común a toda persona con un poco de sensibilidad: la de la añoranza de los tiempos pasados, que de repente irrumpen en nuestra vida enganchados en pequeños detalles insignificantes, ante los cuales pasamos todos los días sin que nos digan nada, pero que un día, sin saber cómo ni porqué, son capaces de hacernos volver al pasado por unos instante y revivir unos momentos dulces que nunca volverán. Me permito el lujo de copiar algunos de esas estrofas tan simples como profundas y cargadas de vida:
“Uno se cree que los mató el tiempo y la ausencia,
pero su tren vendió boleto de ida vuelta.
Son aquellas pequeñas cosas
Que nos dejó un tiempo de rosas,
En un rincón, en un papel o en un cajón.
Son las que nos hacen llorar cuando nadie nos ve”.
¿Quien no ha sucumbido alguna vez ante un inesperado aroma que nos transporta a lo olores de nuestra niñez y juventud? ¿Quién no se ha emocionado alguna vez ante la letra o la música de una vieja canción que automáticamente nos hace pensar en los tiempos en los que no era tan vieja y a los momentos intensos bañados por ella? ¿O quien no se ha sorprendido abriendo una vieja caja de cartón o un viejo baúl, ante cien formas distintas de recuerdos prendidos en trozos de papel o de tela, en viejos juguetes, fotos o prendas de personas ya desaparecidas...?
Esta experiencia está cargada a la vez de una doble sensación: por una lado la recuperación agradable y placentera de un pasado, de unos momentos felices generalmente ligados a nuestra niñez o adolescencia, el agradecimiento por aquellos momentos y la constatación de que el tiempo transcurrido nos une a ellos.
No cabe la menor duda de que en un principio este suspiro del corazón pinta una leve sonrisa en nuestros labios, pero una sonrisa que es rápidamente apagada por la segunda y terrible experiencia, la de constatar que esos tiempos felices del pasado nunca volverán, la de caer en la cuenta de lo dramática y cruel que es la vida, que como un río incapaz de volver sobre su curso y abocado inexorablemente a morir en el mar del olvido, transcurre sin vuelta atrás.
Por un momento nos cautivó, nos dejó jugar de nuevo a ser niños, cerrar los ojos y viajar en el tiempo disfrutando del paisaje. Pero cuando los ojos se vuelven a abrir la realidad nos golpea con una agresividad brutal, pues ese viaje es sólo un espejismo que nos deja con lágrimas en los ojos y con el corazón lleno de melancolía.
He de confesar que durante mucho tiempo me hice el hombre duro y fuerte, incluso me atreví a dar consejo a aquel que sufría esta experiencia. Por mi trabajo me he visto abocado muchas veces a acompañar los momentos emocionalmente más intensos de la vida de las personas: el amanecer de una vida, el amor, la experiencia del dolor y de la muerte... Sólo cuando quedé al margen de esa “profesión” aparecieron en mi vida esos viejos fantasmas, caí en la cuenta de que el viejo Moisés también estaba en el desierto y de que él, al igual que su pueblo, también añoraba las cebollas de Egipto; tal vez no lo aparentara ni lo dijera, salvo en lo secreto de su oración, cuando a solas clamaba a Yahvé en lo alto de la montaña, sin dar pie a que su pueblo tuviera ni la más mínima sombra de sospecha de que su líder y jefe espiritual también suspiraba por el pasado como ellos. ¿Qué clase de líder sería? ¿Quién podría confiar en él?
Frente a esta experiencia también cabe dos opciones distintas que parecen claras: una sería la de tratar de volver atrás en el tiempo y si no es posible revivirlo, al menos intentar recuperar sus recuerdos creando otros nuevos lo más parecidos posibles. Sería algo así como dejar de caminar, buscar en el desierto el oasis o el paisaje que más recuerde a Egipto e instalarse en él para rehacer la vida.
La otra alternativa requiere algo de más fe, pues supone saber secarse las lágrimas del pasado, es más, convertirlas en lágrimas de agradecimiento, y seguir caminando únicamente apoyado en la promesa de una nueva tierra en la que no hay más garantía que una creencia y un camino que en si mismo está cargado de lecciones y de vida.
Parece claro que la única vía posible para recuperar la felicidad es la segunda, sin duda también la más difícil. Dejar pasar el tiempo de la tempestad es todo un arte que ha de hacerse con una entrega total, con absoluto abandono, lo cual no es difícil cuando nos vemos derrotados, hundidos, desesperados.
El sufrimiento sólo aparece mientras quedan restos de prepotencia en nosotros, mientras que nuestro orgullo no se ha agotado, pero cuando se ha llegado a este punto uno descubre misteriosamente que sólo queda la esperanza. Algunos se resisten a llamarla así y prefieren ver en este momento una proyección de nuestros sueños que no por consoladores son verdaderos, algo así como un autoengaño. Esa no es mi experiencia y es así que la ofrezco como un verdadero tesoro.
Si bien en nuestra vida hay problemas que nos llevan al fracaso, en nuestro espíritu no ocurre lo mismo y uno siempre puede abrirse a la dicha de ver como nuestros ojos se cierran mirando a lo alto, a un futuro en el que se cree por que se intuye, casi se palpa.
Moisés murió sin ver la tierra prometida pero consciente de que su pueblo entraría en ella y de que él también lo haría en el corazón de cada uno de sus hermanos. Es este un concepto precioso que en estos tiempos de individualismo no se valora lo suficiente. Me refiero al hecho de que somos PUEBLO, asamblea, de que nadie sufre ni goza solo y que el mayor de los desastres sobreviene cuando se trata de experimentar esta experiencia al margen de la familia en la que estamos entroncados, de los nuestros.
Ahora bien, qué hay cuando se entrega la vida sin sombra de futuro, cuando se cierra los ojos en el más absoluto de los fracasos. Dios no está ausente en esta experiencia. Cuando el desastre se escribe con mayúsculas y es definitivo todavía hay que guardarse una sonrisa para llevárnosla con nosotros, pues para Dios NADA hay que sea imposible. El que crea, que entregue su vida con confianza.
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lunes, 11 de abril de 2011
domingo, 3 de abril de 2011
Los 50 de Fukushima
Ya no podemos ver Fukushima de cualquier manera: su historia ha cambiado.
Autor: Juan Alejandro Palacios, LC | Fuente: www.buenas-noticias.org
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Autor: Juan Alejandro Palacios, LC | Fuente: www.buenas-noticias.org
Ha impactado a todos la noticia: una ola enorme arrastró consigo la vida y las ilusiones de miles de japoneses. En un abrir y cerrar de ojos la fuerza del agua arrancó casas, arrastró barcos y coches, destruyó carreteras, rompió familias... Todo lo hizo sin pedir permiso, no tuvo compasión. Y así como llegó, se marchó.
Una de las ciudades más afectadas por el tsunami del pasado 11 de marzo fue la tristemente recordada Fukushima. Este lugar quedará en la historia como el blanco donde en 1945 cayera la primer bomba nuclear, donde el hombre se daría cuenta de su capacidad destructiva y salvaje. Ahora, uno de los reactores nucleares, que se encuentra en la planta nuclear Tokyo Electric Power (TEPCO), también sufrió los efectos del desastre natural y ha comenzado a emitir altas radiaciones.
Una de las ciudades más afectadas por el tsunami del pasado 11 de marzo fue la tristemente recordada Fukushima. Este lugar quedará en la historia como el blanco donde en 1945 cayera la primer bomba nuclear, donde el hombre se daría cuenta de su capacidad destructiva y salvaje. Ahora, uno de los reactores nucleares, que se encuentra en la planta nuclear Tokyo Electric Power (TEPCO), también sufrió los efectos del desastre natural y ha comenzado a emitir altas radiaciones.
Solamente pocas personas pueden saber lo que significa estar expuesto a radiaciones. Los efectos son inmediatos: pérdida de pelo, náuseas, vómitos, quemaduras y desplome del sistema inmunitario. Gran parte del agua potable ha quedado totalmente contaminada, en los supermercados la comida se vende por raciones.
Ante esta perspectiva, la única solución es controlar y regular los reactores nucleares, manteniendo activos los sistemas de refrigeración, un error puede generar una explosión y aumentar el tamaño de la catástrofe. Pero, ¿quién lo hace?
Cincuenta voluntarios de la compañía TEPCO, personas que también tienen familia, ideales, futuro, a las que tal vez nunca les hemos visto el rostro y que se ganan la vida día a día. Pero son conscientes de la situación general del país y asumen el riesgo de exponerse a las radiaciones para salvar a millones de personas que podrían verse afectadas por una posible explosión nuclear.
Uno de ellos, el francés Marc Faugeas, ha tomado este riesgo: «forma parte de mi trabajo, de mi responsabilidad. Es un riesgo asumido y conocido».
Mykola, un ingeniero, que hace 25 años presenció el desastre nuclear de Chernobil y que pudo escapar con vida, también ha querido poner su mano para este trabajo: «El general vino y dijo: “prefiero que se contaminen 2 mil personas y salvar a 200 millones”. Nos mandaron a trabajar al reactor, a limpiar los escombros. Ahora sólo la mitad de los hombres de mi unidad están vivos».
Lección de responsabilidad, de generosidad y de una valentía sin medida. Entre estos héroes hay un hombre con 59 años de edad que está a un año y medio de su jubilación.
Desde este momento, al recordar a Fukushima, quedará en la memoria la valentía y el tesón de estos cincuenta ingenieros. Tal vez su heroísmo pueda borrar la huella de la ciudad que había sido devastada por una explosión atómica 55 años atrás. Esta tarea les llevará semanas, tal vez meses; y probablemente las consecuencias de este riesgo les deje una honda huella en sus cuerpos, pero su corazón y su voluntad quedarán fortalecidas.
Detrás de cada uno de estos hombres se refleja el anhelo del corazón que busca, sin intenciones personales ni recompensas, el bien de personas que probablemente jamás en su vida han visto ni verán. Es ese anhelo de poner a los demás en primer lugar por encima de los propios intereses. No cabe duda que en todo hombre resuena esa voz: «no hay mayor amor que aquel que da la vida por sus amigos». Ya no podemos ver Fukushima de cualquier manera: su historia ha cambiado.
Ante esta perspectiva, la única solución es controlar y regular los reactores nucleares, manteniendo activos los sistemas de refrigeración, un error puede generar una explosión y aumentar el tamaño de la catástrofe. Pero, ¿quién lo hace?
Cincuenta voluntarios de la compañía TEPCO, personas que también tienen familia, ideales, futuro, a las que tal vez nunca les hemos visto el rostro y que se ganan la vida día a día. Pero son conscientes de la situación general del país y asumen el riesgo de exponerse a las radiaciones para salvar a millones de personas que podrían verse afectadas por una posible explosión nuclear.
Uno de ellos, el francés Marc Faugeas, ha tomado este riesgo: «forma parte de mi trabajo, de mi responsabilidad. Es un riesgo asumido y conocido».
Mykola, un ingeniero, que hace 25 años presenció el desastre nuclear de Chernobil y que pudo escapar con vida, también ha querido poner su mano para este trabajo: «El general vino y dijo: “prefiero que se contaminen 2 mil personas y salvar a 200 millones”. Nos mandaron a trabajar al reactor, a limpiar los escombros. Ahora sólo la mitad de los hombres de mi unidad están vivos».
Lección de responsabilidad, de generosidad y de una valentía sin medida. Entre estos héroes hay un hombre con 59 años de edad que está a un año y medio de su jubilación.
Desde este momento, al recordar a Fukushima, quedará en la memoria la valentía y el tesón de estos cincuenta ingenieros. Tal vez su heroísmo pueda borrar la huella de la ciudad que había sido devastada por una explosión atómica 55 años atrás. Esta tarea les llevará semanas, tal vez meses; y probablemente las consecuencias de este riesgo les deje una honda huella en sus cuerpos, pero su corazón y su voluntad quedarán fortalecidas.
Detrás de cada uno de estos hombres se refleja el anhelo del corazón que busca, sin intenciones personales ni recompensas, el bien de personas que probablemente jamás en su vida han visto ni verán. Es ese anhelo de poner a los demás en primer lugar por encima de los propios intereses. No cabe duda que en todo hombre resuena esa voz: «no hay mayor amor que aquel que da la vida por sus amigos». Ya no podemos ver Fukushima de cualquier manera: su historia ha cambiado.
viernes, 25 de marzo de 2011
Mensaje con motivo del Día de la Vida 2011: Reeducarnos en la cultura de la vida
Esta acción educativa debe darse en todo ambiente pero, de manera especial, en la familia, pues nuestro Dios, que es Dios de la Vida, confió este don sagrado desde el principio al amor responsable del esposo y la esposa
Autor: Rodrigo Aguilar Martínez, Obispo de Tehuacán, Responsable de la Dimensión Episcopal de Vida | Fuente: Conferencia del Episcopado Mexicano, Dimensión Episcopal de Vida
25 de marzo de 2011
“Reeducarnos en la cultura de la vida”
El Día de la Vida, instituido por el Episcopado mexicano desde el año 2000 para celebrarse anualmente en México el 25 de marzo, en la Fiesta de la Anunciación del Señor, tiene este año una fuerza de gravedad especial que nos remite hacia el núcleo del Evangelio mismo: la vida nueva y plena que Cristo nos ofrece y que hoy, en nuestra Patria, parece estar olvidada y aun directamente confrontada.
Las palabras que el Papa Juan Pablo II escribiera en la Encíclica Evangelium vitae, cobran fuerza en nuestra patria: “Este horizonte de luces y sombras debe hacernos a todos plenamente conscientes de que estamos ante un enorme y dramático choque entre el bien y el mal, la muerte y la vida, la « cultura de la muerte » y la « cultura de la vida ». Estamos no sólo « ante », sino necesariamente « en medio » de este conflicto: todos nos vemos implicados y obligados a participar, con la responsabilidad ineludible de elegir incondicionalmente en favor de la vida” (No. 28).
Una celebración viva y comprometida del Día de la Vida, con actitud de conversión y esperanza, nos exige previamente una reflexión profética sobre este escenario y sus causas: ¿cómo pudimos llegar hasta esta situación límite en la que unos pocos siembran el miedo y la sensación de impotencia ante la violencia y el crimen organizado? ¿Cómo es posible que se maneje el tema del aborto ya no como un delito sino como un derecho? “Ay, los que llaman al mal bien, y al bien mal; que dan oscuridad por luz, y luz por oscuridad” (Is 5, 20).
Después, en la Carta Pastoral “Conmemorar nuestra historia desde la Fe, para comprometernos hoy con nuestra patria”, recordamos que “la responsabilidad de promover la cultura y, especialmente, la cultura de la vida, debe ser una de las prioridades de nuestro trabajo pastoral” (No. 88), y que “junto con otros actores de la sociedad, participamos en la construcción de nuestra cultura. Ofrecemos la cultura de la vida, aportando lo que nos es más propio, a partir de la cosmovisión del mundo y sobre todo de la concepción que del hombre tenemos, que se caracteriza por su trascendencia, su dignidad inviolable y su realización eminentemente social” (No. 100).
De acuerdo a su naturaleza de ser buena nueva, el Evangelio de la Vida debe ser anunciado, celebrado y servido (cfr. EV, 28). Lo cual nos lleva a la pregunta: ante la situación que vivimos en México, ¿cómo podemos realizar esto? Si bien la acción evangelizadora que crea cultura de la vida es ante todo anuncio, la gravedad de los atentados de todo tipo que tienen lugar en México, exige una denuncia a nivel personal, eclesial y social, sobre todo para descubrir las causas de esta violencia, que no se reduce sólo a la delincuencia sino que alcanza hasta los ámbitos de la educación, la medicina y las legislaturas, ya que con la promoción y la realización de prácticas como la contracepción, el aborto y la eutanasia, y la legalización de algunas de ellas, violan la sacralidad de la vida, de la que sólo Dios es Autor y Dueño. No se excluyen los atentados contra la creación y la dignidad del ser humano en todas las etapas de su vida. Quizá lo más inquietante hoy día es que todo este ambiente contra la vida se puede llegar a ver como algo “normal”, pasando a la resignación y a la pasividad, lo cual podría ser una complicidad y un pecado de omisión por la sordera ante el grito de quien no puede defenderse; más grave todavía es que dichas prácticas se vean como signo de civilización y de progreso.
La celebración de la vida comienza con la valoración de la vida humana como algo sagrado, don gratuito del amor de Dios, Quien no sólo la ha creado sino que también en Cristo la ha redimido y llevado a su plenitud trascendente. Por eso debemos tener siempre la actitud de gratitud y de respeto a la vida en todas sus manifestaciones. Creemos en el “verdadero Dios por quien se vive” como nos lo anunció Santa María de Guadalupe; confesamos en el Credo que el Espíritu Santo es Señor y Dador de Vida, por lo que la preocupación por la promoción y defensa de la vida humana en todas sus etapas es expresión de la autenticidad de esta fe.
Hay muchas formas de servir la vida y, entre ellas, queremos recalcar la necesidad, especialmente entre los católicos, de reeducarnos para la cultura de la vida, reforzar el amor que le tenemos a la vida y asumir el desafío de empeñarnos decididamente en educar en la plenitud de la vida humana, en el respeto a ella en todas sus manifestaciones y etapas, comprometiéndonos a formar una nueva generación que conozca, ame y promueva la cultura de la vida, que la acoge y la custodie desde la concepción hasta su término natural, que la favorezca siempre, más aún si es débil o necesitada de ayuda. Esta acción educativa debe darse en todo ambiente pero, de manera especial, en la familia, pues nuestro Dios, que es Dios de la Vida, confió este don sagrado desde el principio al amor responsable del esposo y la esposa.
Para generar este ambiente de reeducación en la cultura de la vida, la Dimensión Episcopal para la Vida, invita a las Iglesias particulares a promover en todas las comunidades una reflexión sobre el tema, a suscitar asombro ante la gratuidad del don y generar una decidida opción y un generoso compromiso para trabajar por la vida; a suscitar alguna acción comunitaria que capte la atención de los medios: por ejemplo poner veladoras como signo de la vida en los atrios de las iglesias, elaborar algún distintivo sobre el valor de la vida para llevar en los coches o en la ropa o colocar en los muros. Animar a los católicos a que en los diferentes ambientes en donde se desenvuelvan en la vida cotidiana, promuevan acciones concretas a favor del amor y respeto a la vida humana. Se puede recurrir a campañas mediáticas, por ejemplo por mail, facebook, twitter, youtube, con mensajes para motivar a todos a reflexionar sobre la necesidad de promover, todos y juntos, la cultura de la vida.
Que el Espíritu Santo, Señor y Dador de Vida, inspire y anime innumerables iniciativas en nuestra Iglesia, pueblo de la vida y para la vida, que vayan madurando hasta consolidarse en sólidos procesos pastorales a favor de la vida.
Rodrigo Aguilar Martínez
Obispo de Tehuacán - Responsable de la
Dimensión Episcopal de Vida
Mons. Daniel Alberto Medina Pech
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“Reeducarnos en la cultura de la vida”
El Día de la Vida, instituido por el Episcopado mexicano desde el año 2000 para celebrarse anualmente en México el 25 de marzo, en la Fiesta de la Anunciación del Señor, tiene este año una fuerza de gravedad especial que nos remite hacia el núcleo del Evangelio mismo: la vida nueva y plena que Cristo nos ofrece y que hoy, en nuestra Patria, parece estar olvidada y aun directamente confrontada.
Las palabras que el Papa Juan Pablo II escribiera en la Encíclica Evangelium vitae, cobran fuerza en nuestra patria: “Este horizonte de luces y sombras debe hacernos a todos plenamente conscientes de que estamos ante un enorme y dramático choque entre el bien y el mal, la muerte y la vida, la « cultura de la muerte » y la « cultura de la vida ». Estamos no sólo « ante », sino necesariamente « en medio » de este conflicto: todos nos vemos implicados y obligados a participar, con la responsabilidad ineludible de elegir incondicionalmente en favor de la vida” (No. 28).
Una celebración viva y comprometida del Día de la Vida, con actitud de conversión y esperanza, nos exige previamente una reflexión profética sobre este escenario y sus causas: ¿cómo pudimos llegar hasta esta situación límite en la que unos pocos siembran el miedo y la sensación de impotencia ante la violencia y el crimen organizado? ¿Cómo es posible que se maneje el tema del aborto ya no como un delito sino como un derecho? “Ay, los que llaman al mal bien, y al bien mal; que dan oscuridad por luz, y luz por oscuridad” (Is 5, 20).
Los Obispos de México, en la Exhortación Pastoral “Que en Cristo nuestra paz México tenga vida digna”, afirmamos que “somos un pueblo que ama la vida”, y que “el comportamiento violento no es innato, se adquiere, se aprende y se desarrolla; en ello influye el contexto cultural en que crecen las personas” . En ese mismo documento analizamos las causas y los caminos que hay que emprender para construir todos y juntos la paz.
Después, en la Carta Pastoral “Conmemorar nuestra historia desde la Fe, para comprometernos hoy con nuestra patria”, recordamos que “la responsabilidad de promover la cultura y, especialmente, la cultura de la vida, debe ser una de las prioridades de nuestro trabajo pastoral” (No. 88), y que “junto con otros actores de la sociedad, participamos en la construcción de nuestra cultura. Ofrecemos la cultura de la vida, aportando lo que nos es más propio, a partir de la cosmovisión del mundo y sobre todo de la concepción que del hombre tenemos, que se caracteriza por su trascendencia, su dignidad inviolable y su realización eminentemente social” (No. 100).
De acuerdo a su naturaleza de ser buena nueva, el Evangelio de la Vida debe ser anunciado, celebrado y servido (cfr. EV, 28). Lo cual nos lleva a la pregunta: ante la situación que vivimos en México, ¿cómo podemos realizar esto? Si bien la acción evangelizadora que crea cultura de la vida es ante todo anuncio, la gravedad de los atentados de todo tipo que tienen lugar en México, exige una denuncia a nivel personal, eclesial y social, sobre todo para descubrir las causas de esta violencia, que no se reduce sólo a la delincuencia sino que alcanza hasta los ámbitos de la educación, la medicina y las legislaturas, ya que con la promoción y la realización de prácticas como la contracepción, el aborto y la eutanasia, y la legalización de algunas de ellas, violan la sacralidad de la vida, de la que sólo Dios es Autor y Dueño. No se excluyen los atentados contra la creación y la dignidad del ser humano en todas las etapas de su vida. Quizá lo más inquietante hoy día es que todo este ambiente contra la vida se puede llegar a ver como algo “normal”, pasando a la resignación y a la pasividad, lo cual podría ser una complicidad y un pecado de omisión por la sordera ante el grito de quien no puede defenderse; más grave todavía es que dichas prácticas se vean como signo de civilización y de progreso.
La celebración de la vida comienza con la valoración de la vida humana como algo sagrado, don gratuito del amor de Dios, Quien no sólo la ha creado sino que también en Cristo la ha redimido y llevado a su plenitud trascendente. Por eso debemos tener siempre la actitud de gratitud y de respeto a la vida en todas sus manifestaciones. Creemos en el “verdadero Dios por quien se vive” como nos lo anunció Santa María de Guadalupe; confesamos en el Credo que el Espíritu Santo es Señor y Dador de Vida, por lo que la preocupación por la promoción y defensa de la vida humana en todas sus etapas es expresión de la autenticidad de esta fe.
Hay muchas formas de servir la vida y, entre ellas, queremos recalcar la necesidad, especialmente entre los católicos, de reeducarnos para la cultura de la vida, reforzar el amor que le tenemos a la vida y asumir el desafío de empeñarnos decididamente en educar en la plenitud de la vida humana, en el respeto a ella en todas sus manifestaciones y etapas, comprometiéndonos a formar una nueva generación que conozca, ame y promueva la cultura de la vida, que la acoge y la custodie desde la concepción hasta su término natural, que la favorezca siempre, más aún si es débil o necesitada de ayuda. Esta acción educativa debe darse en todo ambiente pero, de manera especial, en la familia, pues nuestro Dios, que es Dios de la Vida, confió este don sagrado desde el principio al amor responsable del esposo y la esposa.
Para generar este ambiente de reeducación en la cultura de la vida, la Dimensión Episcopal para la Vida, invita a las Iglesias particulares a promover en todas las comunidades una reflexión sobre el tema, a suscitar asombro ante la gratuidad del don y generar una decidida opción y un generoso compromiso para trabajar por la vida; a suscitar alguna acción comunitaria que capte la atención de los medios: por ejemplo poner veladoras como signo de la vida en los atrios de las iglesias, elaborar algún distintivo sobre el valor de la vida para llevar en los coches o en la ropa o colocar en los muros. Animar a los católicos a que en los diferentes ambientes en donde se desenvuelvan en la vida cotidiana, promuevan acciones concretas a favor del amor y respeto a la vida humana. Se puede recurrir a campañas mediáticas, por ejemplo por mail, facebook, twitter, youtube, con mensajes para motivar a todos a reflexionar sobre la necesidad de promover, todos y juntos, la cultura de la vida.
Que el Espíritu Santo, Señor y Dador de Vida, inspire y anime innumerables iniciativas en nuestra Iglesia, pueblo de la vida y para la vida, que vayan madurando hasta consolidarse en sólidos procesos pastorales a favor de la vida.
Rodrigo Aguilar Martínez
Obispo de Tehuacán - Responsable de la
Dimensión Episcopal de Vida
Mons. Daniel Alberto Medina Pech
Secretario
miércoles, 23 de marzo de 2011
¿Sacrificio? ¡Pareces un monje!
Sacrificarnos, abnegándonos en cosas lícitas, es entrenarnos, ejercitarnos en esa capacidad de amar
Autor: Jesús David Muñoz, L.C. | Fuente: Virtudes y Valores
En nuestra época hemos crecido con la mentalidad de buscar lo más cómodo para vivir sin batallar, del “abre fácil”, del “aprenda inglés sin esfuerzo”... Esto nos ha llevado a rehuir todo lo que cueste y de todo lo que signifique renuncia, ascesis, lucha, sacrificio y abnegación. Son palabras disonantes y desconocidas en muchos ámbitos, al menos por lo que se refiere a la experiencia de vida.
La enseñanza cristiana de caminar por la “vía estrecha porque es ancha y espaciosa la senda que conduce a la perdición” (cf. Lc 13,24) parece, por lo demás, anticuada y medieval para el común de los hombres de nuestro siglo. Cabe ahora preguntarse si, como bautizados, no hemos sabido explicar el verdadero sentido de la ascesis cristiana al hombre de hoy.
Partimos de un dato importante: Jesucristo no vino al mundo a eliminar el dolor; vino más bien a enseñarnos a afrontarlo para que sea para nosotros un medio de redención. Viviendo Él mismo una vida de sacrificio y renuncia, lo convirtió en el medio por excelencia de salvación.
Por lo mismo, en su intento por explicar a los hombres la “buena noticia”, el cristianismo no debe caer en el peligro de suavizar sus palabras. Efectivamente, Jesucristo habló de renuncia y de “tomar la cruz” (cf. Mt 10,28), palabras que no dejan de ser fuertes y exigentes, pues “el Reino de los Cielos sufre violencia y sólo los esforzados lo arrebatan” (Mt 11,12).
Para entender esto, es preciso ir al primer libro de la biblia. El libro del Génesis nos comenta que Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza (cf. Gen 1,26). En el otro extremo de la revelación leemos en la primera carta de san Juan: “Dios es amor” (1Jn 4,8). Por lo tanto, si Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza, y Dios es amor, el hombre es un ser amable (capaz de ser amado) y amante (capaz de amar). La grandeza del hombre consiste en tener, entonces, la capacidad de amar.
Aquí se encuentra el origen de la explicación cristiana del sacrificio y de la renuncia: el amor. La Madre Teresa de Calcuta no se quedaba recogiendo bebés en los basureros de Calcuta porque fuera su hobby. Era un sacrificio que no tenía otra motivación que el amor.
Una de las características fundamentales del amor es la libertad. El amor, si es amor, tiene que ser libre, y todo acto libre tiene que provenir de la voluntad.
Desde estas sencillas nociones podemos darnos cuenta de que hacer actos voluntarios de sacrificio por el prójimo o incluso para conseguir una virtud, desarraigar un defecto, dominar las malas inclinaciones o formar la voluntad, tiene la única finalidad de enseñarnos a amar.
El entonces cardenal Ratzinger, fijándose en la traducción del griego al inglés de la palabra ascesis (training), decía que dominarse a sí mismo en el dolor y buscar el sacrificio es precisamente un “entrenamiento” (cf. J. Ratzinger, Un nuevo canto para el Señor, Sígueme, Salamanca 2005, p. 191).
Por lo tanto, sacrificarnos, abnegándonos en cosas lícitas, es entrenarnos, ejercitarnos en esa capacidad de amar. De esta manera estaremos preparados para cuando lleguen adversidades, momentos en los que la respuesta más difícil, pero la única justa, sea el amor.
El objetivo no es soportar o buscar como masoquistas el dolor, sino aprender a amar; porque, como decía Lorenzo Scúpoli en su libro El combate espiritual, “el que no se abniega en lo lícito, no se abnegará en lo ilícito”. O mejor, parafraseando el evangelio: “quien es fiel en lo poco, será fiel en lo mucho” (cf. Mt 25,21-26).
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Autor: Jesús David Muñoz, L.C. | Fuente: Virtudes y Valores
En la cafetería de una universidad conversaban dos chicos a la hora de la comida. De repente se acerca un tercero y se sienta al lado de sus compañeros para pasar con ellos el rato. Los dos primeros pidieron un buen plato de pasta a la matriciana. El recién llegado, sin embargo, pidió sólo un bocadillo y un vaso de agua.
Ante la admiración de los comensales, que le cuestionaron cuál era el motivo para tan drástica dieta, respondió sencillamente:
-Estoy haciendo un sacrificio por un amigo.
-¿Sacrificio? ¡Pareces un monje! - fue la respuesta que recibió a su “ridícula” explicación.
¿Fue un error haber dicho esto o efectivamente eso de sacrificarse sólo lo hacen los monjes?
Ante la admiración de los comensales, que le cuestionaron cuál era el motivo para tan drástica dieta, respondió sencillamente:
-Estoy haciendo un sacrificio por un amigo.
-¿Sacrificio? ¡Pareces un monje! - fue la respuesta que recibió a su “ridícula” explicación.
¿Fue un error haber dicho esto o efectivamente eso de sacrificarse sólo lo hacen los monjes?
En nuestra época hemos crecido con la mentalidad de buscar lo más cómodo para vivir sin batallar, del “abre fácil”, del “aprenda inglés sin esfuerzo”... Esto nos ha llevado a rehuir todo lo que cueste y de todo lo que signifique renuncia, ascesis, lucha, sacrificio y abnegación. Son palabras disonantes y desconocidas en muchos ámbitos, al menos por lo que se refiere a la experiencia de vida.
La enseñanza cristiana de caminar por la “vía estrecha porque es ancha y espaciosa la senda que conduce a la perdición” (cf. Lc 13,24) parece, por lo demás, anticuada y medieval para el común de los hombres de nuestro siglo. Cabe ahora preguntarse si, como bautizados, no hemos sabido explicar el verdadero sentido de la ascesis cristiana al hombre de hoy.
Partimos de un dato importante: Jesucristo no vino al mundo a eliminar el dolor; vino más bien a enseñarnos a afrontarlo para que sea para nosotros un medio de redención. Viviendo Él mismo una vida de sacrificio y renuncia, lo convirtió en el medio por excelencia de salvación.
Por lo mismo, en su intento por explicar a los hombres la “buena noticia”, el cristianismo no debe caer en el peligro de suavizar sus palabras. Efectivamente, Jesucristo habló de renuncia y de “tomar la cruz” (cf. Mt 10,28), palabras que no dejan de ser fuertes y exigentes, pues “el Reino de los Cielos sufre violencia y sólo los esforzados lo arrebatan” (Mt 11,12).
Para entender esto, es preciso ir al primer libro de la biblia. El libro del Génesis nos comenta que Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza (cf. Gen 1,26). En el otro extremo de la revelación leemos en la primera carta de san Juan: “Dios es amor” (1Jn 4,8). Por lo tanto, si Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza, y Dios es amor, el hombre es un ser amable (capaz de ser amado) y amante (capaz de amar). La grandeza del hombre consiste en tener, entonces, la capacidad de amar.
Aquí se encuentra el origen de la explicación cristiana del sacrificio y de la renuncia: el amor. La Madre Teresa de Calcuta no se quedaba recogiendo bebés en los basureros de Calcuta porque fuera su hobby. Era un sacrificio que no tenía otra motivación que el amor.
Una de las características fundamentales del amor es la libertad. El amor, si es amor, tiene que ser libre, y todo acto libre tiene que provenir de la voluntad.
Desde estas sencillas nociones podemos darnos cuenta de que hacer actos voluntarios de sacrificio por el prójimo o incluso para conseguir una virtud, desarraigar un defecto, dominar las malas inclinaciones o formar la voluntad, tiene la única finalidad de enseñarnos a amar.
El entonces cardenal Ratzinger, fijándose en la traducción del griego al inglés de la palabra ascesis (training), decía que dominarse a sí mismo en el dolor y buscar el sacrificio es precisamente un “entrenamiento” (cf. J. Ratzinger, Un nuevo canto para el Señor, Sígueme, Salamanca 2005, p. 191).
Por lo tanto, sacrificarnos, abnegándonos en cosas lícitas, es entrenarnos, ejercitarnos en esa capacidad de amar. De esta manera estaremos preparados para cuando lleguen adversidades, momentos en los que la respuesta más difícil, pero la única justa, sea el amor.
El objetivo no es soportar o buscar como masoquistas el dolor, sino aprender a amar; porque, como decía Lorenzo Scúpoli en su libro El combate espiritual, “el que no se abniega en lo lícito, no se abnegará en lo ilícito”. O mejor, parafraseando el evangelio: “quien es fiel en lo poco, será fiel en lo mucho” (cf. Mt 25,21-26).
lunes, 14 de marzo de 2011
¿Cuáles son tus graves razones?
Autor: Lucrecia Rego de Planas | Fuente: Catholic.net
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Reflexiones acerca del Método Billings como estilo de vida y sus incongruencias con la Fe católica
Este documento no pretende ser exhaustivo en cuanto a las diversas formas de expresión de amor en el matrimonio, que son miles y muy diversas. Eso requeriría muchas páginas.
Únicamente pretendo hacer una reflexión acerca de las incongruencias que he encontrado entre la fe católica y el método Billings "como estilo de vida" y el daño que puede ocasionar en la única forma de expresión de amor exclusiva y característica del matrimonio: las relaciones sexuales.
Cabe aclarar que admiro enormemente a los Dres. Billings, a quienes tuve el gusto de conocer en 1982 y aprecio muchísimo su trabajo de investigación y promoción de la vida y que las reflexiones que he escrito aquí, no se refieren de ninguna manera a "los fallos" que le achacan al método Billings, pues estoy totalmente convencida de su alta efectividad como método de regulación de la fertilidad.
Por otra parte, dado que mi nombre aparece en muchos libros de religión, quiero dejar claro que la forma de pensar que aquí manifiesto, no refleja necesariamente la línea de pensamiento de ninguna de las organizaciones religiosas y civiles a las que pertenezco, sino que es únicamente la expresión de las conclusiones a las que he llegado, después de diez años de vivencia del método de la ovulación Billings como "el estilo de vida de mi matrimonio", apegándome en todo momento a la doctrina católica.
Diez años con el método Billings
Empezaré hablando de mí, lo cual tal vez no sea muy correcto, pero esto resulta indispensable para que se puedan entender todas mis posteriores reflexiones.
Soy una mujer de treinta y cuatro años con un organismo sano. Mis períodos son de veintiocho días exactos, con clara diferencia entre fases fértiles e infértiles. Conocí el método Billings mucho antes de casarme y en ese entonces, me pareció la solución ideal para un matrimonio cristiano que desea ser fiel a Dios y desea cumplir con una paternidad responsable.
El estilo de vida Billings ha sido mi estilo de vida durante diez años de matrimonio.
Todo parecía ir bien hasta que un día, mi conciencia me empezó a decir que no estaba haciendo lo correcto, que algo no estaba bien en la vivencia del método como un estilo de vida para mi matrimonio. Llegó un momento en que la situación se volvió insoportable pues mi conciencia no me dejaba en paz, y hace dos meses llegué con mi director espiritual y le dije: "¡No estoy de acuerdo con el método Billings!. ¡Me choca!".
El soltó una carcajada, pues siempre fui una promotora aguerrida del método.
Intenté explicarle, pero no lo logré, pues mis sentimientos adversos eran fruto de mucha oración, muchas reflexiones, largas conversaciones con mi marido y muchas horas de insomnio, por lo cual decidí escribirlas y son las que ahora tienes en tus manos.
Las Primeras Reflexiones... ¿es el Billings un método "natural"?
Debido a mi trabajo como redactora de libros religiosos, he tenido que estudiar con profundidad las Sagradas Escrituras y muchos documentos de la Iglesia.
Gracias a ello, he descubierto la grandeza del matrimonio desde el punto de vista de Dios y he podido palpar cómo es que Dios ha visualizado desde siempre las relaciones sexuales dentro del matrimonio, como un medio inigualable de comunicación, amor y colaboración a su obra creadora a través de la procreación.
Pero... no por esto mis primeras reflexiones fueron muy elevadas. Al contrario, eran francamente terrenas, se limitaban a dos preguntas:
¿Por qué lo llaman método natural, si funciona exactamente al revés de las leyes naturales? A simple vista, es tan natural como comer cuando no tienes hambre y dormir cuando no tienes sueño...
¿Quién inventó que el Billings mejora la comunicación en la pareja? ¿Existen acaso estadísticas al respecto?
Estas ideas surgieron al ver los sentimientos confusos que el método genera con respecto a las relaciones sexuales,
en los matrimonios que lo llevan.
Para darme a entender, me he permitido transcribir, con su autorización, las páginas del diario de una amiga a quién solía darle asesoría cuando yo era instructora del método.
18 de abril
Querido diario...
Hoy estoy de un humor magnífico, me siento muy bien física y psicológicamente. Mi marido amaneció guapísimo y mi nivel hormonal está perfecto para sentir una atracción irresistible hacia él. Mi vientre está plano, mis senos redondeados, mi pelo dócil, el cutis perfecto.
Me encantaría demostrarle mi amor juntando todo el ágape, filios y eros que siento por él, pero hoy no es posible eso, pues...¡qué horror! ¡estoy fértil! Y , si me le acerco aunque sea un poquito, lo mas factible es, o que terminemos con una ofensa grave a la castidad en el matrimonio, o que empecemos algo que sabemos que no vamos a terminar y nos quedemos tristes e insatisfechos. Porque, definitivamente...¡ninguno de los dos queremos otro hijo!
¡Bah! Lo mejor será ponerme mi pijama de franela e irme a leer a la cama mientras él ve la tele. Cuando llegue él a la cama, simularé que estoy dormida para huir de la tentación.
¿Por qué está tan guapo el día de hoy? ¡No es justo!
26 de abril
Querido diario...
Hoy he estado de un humor pésimo, mi nivel hormonal no me ayuda nada: Me siento cansada, tengo dolor de cabeza y mi vientre está inflamado por dentro y por fuera por la proximidad de mi regla...
Tengo granos en la cara, mis senos están adoloridos, mi pelo imposible de peinar...
Al rato que llegue mi marido, se me antoja platicarle todo lo que he sentido hoy y decirle que lo quiero, mientras jugamos una partida de backgammon con una taza de té de manzanilla bien caliente.
Se me antoja recibirlo con mi pijama de franela y mi bata calientita. Pero...¡No! Hoy es un día infértil y hace muchos días que no tenemos la oportunidad de tener relaciones. Haré un esfuerzo, me pondré guapa (a ver si logro algo) y lo recibiré con besos y abrazos. Me va a costar trabajo, pues no se me antoja nada, pero...¡Hoy nos toca! Y si le digo que no estoy dispuesta....¡se muere! La ventaja es que ya descubrí que haciendo el amor se me quita el dolor de cabeza.
2 de mayo
Querido diario...
¡Auxilio! ¡No me ha venido mi regla! Si estoy embarazada.....¡me muero! ¿Cómo le voy a decir a mi marido? ¡me va a matar! Seguro me va a decir que soy una tonta, que no sé observarme, qué no sé llevar la gràfica, que he dicho mentiras...
Capaz que hasta piensa que lo he engañado con otro, pues con él sólo he tenido relaciones en días infértiles...
¿Qué voy a hacer? Espero que sea algo así como una pesadilla y mañana descubra que ya me vino mi regla. Por lo pronto.... estoy en la depresión total.
He mostrado estas páginas a varias usuarias del método y todas sonríen y concuerdan en que éstas ilustran bastante acertadamente la realidad que vive la mujer llevando un "estilo de vida" Billings.
Esta situación me llevó a cuestionarme:
¿Qué tiene que ver este diario con lo que Dios visualizó cuando nos creó hombre y mujer?
¿Qué tiene que ver este diario, con el mandamiento que da muchísimas veces en la Sagrada Escritura: "Procread y multiplicaos y henchid la tierra"?
¿Qué tiene que ver con la comunicación e intimidad que prometen los instructores del método?
¿Qué tiene que ver con la alegría que un nuevo hijo debería ocasionar en un matrimonio cristiano?
Profundizando un poco más sobre el método Billings
A través de estas reflexiones puramente terrenas, fui profundizando en pensamientos un poco más teológicos y fue entonces cuando llegué a una conclusión sumamente extraña y preocupante:
Si es verdad que Dios es infinitamente sabio, que Dios es el único dador de la vida, que Dios es mi Padre providente, que ha amado a cada hombre de una manera única e irrepetible y le ha asignado a cada uno una misión específica e irremplazable en la tierra, entonces tener un hijo es algo maravilloso y ... vivir un estilo de vida Billings para limitar el número de hijos, es una verdadera tontería!
Si, por el contrario, lo sensato es vivir un estilo de vida Billings, en pro de la "paternidad responsable"... entonces tendríamos que poner en duda esas verdades eternas.
¿Será posible que Dios no sea tan sabio, ni tan bueno, ni tan providente?
¿Será posible que mi marido, mis hijos y yo misma, podamos ser un producto de la irresponsabilidad de nuestros padres y no creaturas de Dios, elegidas desde toda la eternidad?
Al llegar a este punto en mis reflexiones, fue cuando estallé y acudí a mi orientador moral en busca de ayuda: "Me choca el método Billings! ¡Es incongruente lo que creo! ¿Cómo es esto posible, si me lo han enseñado, aconsejado y promovido los mismos que han sido mis maestros en la fe? ¿Qué debo creer? ¡Auxilio!".
A pesar de ser mujer, soy bastante racionalista y me he dado cuenta en mi trabajo de que la fe y la razón se complementan a la perfección. No hay nada que no concuerde maravillosamente.
Por esto, decidí pensar y pensar en estas conclusiones, rezar y rezar, hasta aclarar los fundamentos de cada una de ellas. A mi marido le quiero agradecer sus críticas, refutaciones, reclamos, y racionalismos, (bastante mas racionales que los míos), pues me ayudó enormemente a aclarar y fundamentar todas mis ideas.
Primera Reflexión: Si Dios es infinitamente sabio...
Yo creo firmemente que Dios es infinitamente Sabio. Creo, por lo tanto, que todo lo creado por Él está hecho con infinita Sabiduría.
Gracias a que Dios es sabio, las leyes que puso en el Universo son perfectas. Cada una tiene razón de ser y gracias a ellas los planetas no se estrellan unos con otros, sino que giran en órbitas perfectamente diseñadas.
Gracias a ellas, el agua siempre moja, el fuego siempre quema y el equilibrio del universo se mantiene.
La sabiduría que se palpa en las leyes que rigen el Universo, nos confirma que a Dios no le fallaron los cálculos.
A lo largo de la historia, hemos podido constatar las consecuencias nefastas que acarrea para el hombre, intentar violar las leyes y los ciclos planeados por Dios.
Al crear a la mujer, puso Dios en ella una maquinaria reproductora sujeta a ciertas leyes:
a) Esta maquinaria fue diseñada para ser fértil solamente unos cuantos días de cada mes, durante unos cuantos años de su vida.
b) Las leyes que rigen esta maquinaria hacen que el mecanismo hormonal prepare el cuerpo y la mente de la mujer para tener relaciones en los días fértiles y no así en los infértiles.
Con estos ciclos sabiamente diseñados, Dios planeó que las mujeres no pudiéramos tener ochenta hijos, sino cuando mucho... unos quince, y esto suponiendo mucha juventud, mucha salud y relaciones sexuales muy, pero muy frecuentes.
Ahora, siendo realistas... las mujeres cada día se casan menos jóvenes y el ajetreo de la vida moderna hace que las relaciones conyugales se vuelvan más escasas de forma natural en cualquier matrimonio. Estas dos situaciones, ya por sí mismas, harán que nazcan menos niños en el mundo, sin necesidad de ningún método de control de la fertilidad.
Pienso... Si Dios hubiera querido un número menor de hijos, ¿no hubiera sido más fácil para Él, diseñar a la mujer para que fuera fértil cada dos o tres años y no cada mes?
Pero no lo hizo así. Dios, la Sabiduría plena, diseñó a la mujer fértil cada veintiocho días... y con el cuerpo y la mente preparados para las relaciones sexuales justo en los periodos fértiles.
¿Cuáles habrán sido sus pretensiones?
¿Qué se escribieran muchos diarios como el de mi amiga o que las familias fueran más numerosas?
La otra opción que me quedaba, era dejar de creer en la sabiduría de Dios y pensar que en esto sí le habían fallado los cálculos.
El método Billings, como estilo de vida, nos lleva a dudar de la sabiduría de Dios en cuanto a la frecuencia que deberían tener los periodos fértiles: nos observamos, apuntamos, nos cuidamos, huimos de la fertilidad como si fuera una maldición enviada por Dios o , por lo menos, un error de su parte.
Segunda Reflexión: Si Dios es infinitamente bueno...
Si creo que Dios es bueno, entonces no puedo creer que la fertilidad de la mujer, creatura de Dios, pueda ser algo malo, que haya que controlar como si fuera una pasión desordenada.
Definitivamente, la fertilidad es algo bueno y querido por Dios para que existan más hombres que dominen la tierra y que puedan después gozar de la felicidad eterna junto a Él.
Sin embargo, en algunos matrimonios que viven el método Billings como un estilo de vida, la fertilidad se considera casi un defecto, a pesar de que todos sabemos que Dios les dijo a Adán y Eva: "Creced y multiplicaos y henchid la tierra y dominadla" y que nunca les dijo: "Multiplíquense con prudencia, hagan cálculos para que no caigan en la irresponsabilidad".
Algo curioso sucede en el rito del matrimonio cuando se les pregunta a los novios: "¿Estáis dispuesto a aceptar los hijos que Dios les dé?"
Todos contestamos: "Sí, estamos dispuestos", pero los que conocemos el método Billings pensamos... "¡sin olvidar nuestra gráfica para evitarlos!".
En cientos de casos he podido ver, que lo primero que planean los que se van a casar, es en cómo van a controlar la fertilidad, en vez de hacer un plan de cómo van a controlar su egoísmo, su soberbia, su ira... que son mucho más peligrosos para una relación matrimonial.
¿No valdría la pena incluir en los cursos prematrimoniales una sesión de cómo hacer un plan de vida para dominar las pasiones que son algo real, en lugar de enseñarles a controlar una fertilidad que, irónicamente, no saben todavía si existe? Una pasión desordenada nos puede perder eternamente; en cambio, seguramente ninguna mamá se irá al infierno por el simple hecho de haber tenido muchos hijos.
Tercera Reflexión: Los "fallos" del Método Billings
Estoy convencida de que el método Billings es infalible.
Si no tienes relaciones sexuales en los períodos fértiles, es lógico que no concibas un hijo, porque... simplemente, no hay óvulo al que fecundar o las condiciones para los espermatozoides son totalmente adversas.
Entonces... ¿Cómo explicar la existencia de tantos niños concebidos en matrimonios que llevan fielmente el método Billings?
La única explicación que he encontrado, es que Dios es Todopoderoso. Si Él pudo crear a todo el Universo sacándolo de la nada, si pudo hacer que su Hijo naciera de una Virgen, si pudo hacer que nacieran Isaac y Juan el Bautista de vientres ancianos e infértiles, entonces... podrá perfectamente permitir que "falle" el Billings o cualquier otro método.
Sí. Él es capaz de hacer que se rompan las leyes naturales que Él mismo creó, cuando así lo cree conveniente. Es lo que reconocemos con el nombre de milagros.
Esta es la explicación que yo le doy al hecho de que nazcan, de pronto, hijos a mujeres con las trompas ligadas, a mujeres que toman anticonceptivos, a mujeres con dispositivo intrauterino y a mujeres que llevan fielmente el método Billings, absteniéndose de tener relaciones sexuales en los períodos fértiles.
¡Claro! Si Dios considera que un hijo va a ser una bendición para ese matrimonio, puede servirse de que fallen las pastillas, que se desliguen las trompas, que se mueva el dispositivo, que la mujer no se dé cuenta de que está fértil. Tiene el poder para hacerlo y lo hace, porque ama al hombre y quiere lo mejor para él.
Todos esos niños, son milagros permitidos y queridos por Dios.
Cuarta Reflexión: ¿Puede ser un hijo, el producto de una irresponsabilidad?
¡Eres una irresponsable!
Estas fueron las palabras con las que una tía "me felicitó" cuando supo que estaba esperando a mi cuarto hijo.
Una amiga de ella que estaba ahí presente, fue la que intervino a mi favor diciendo: realmente es muy afortunada, mis dos hijas no han podido tener bebés y llevan muchos años buscándolos.
Aunque yo lo sabía en mi interior, una vez más me sorprendió escucharla. ¿Cómo es posible que algunas nos quejemos de nuestra fertilidad y nos intentemos escapar de ella, con nuestra gráfica del método Billings, mientras hay cientos de parejas que mueren por tener un hijo y no lo consiguen por más tratamientos hormonales, operaciones quirúgicas y experimentos que hacen por lograrlo?
¿Por qué Dios permite esas diferencias tan extremas? ¿No sería más justo que todos pudieran tener el mismo número de hijos?
Eso es un misterio, pero si creemos realmente que Dios es sabio y bueno, creeremos también que lo permite por razones sabias y buenas.
¿Qué razones podrá tener Dios para permitir que existan matrimonios estériles mientras hay otros demasiado fecundos?
Las razones de Dios deben de ser muchas y muy variadas, pero una razón buena para permitir que un matrimonio sea muy fecundo es simplemente para que el mundo se llene de hombres y mujeres santos y se los otorga a aquéllos que cree capaces de educarlos para la santidad.
Pero existen más razones: en el medio rural de todo el mundo, los hijos significan el apoyo y la fuerza de trabajo necesarias para la supervivencia de toda la familia. Ellos agradecen a Dios su fecundidad.
Por supuesto, sé que también existen matrimonios fecundísimos que viven en la miseria total, como es el caso de cientos de familias en la India. Éstas tienen una misión importantísima y es la de abrir los ojos a todos aquellos que tienen de sobra y dicen que no pueden mantener un hijo más. Dios quiere que se despierten en ellos los sentimientos de generosidad y solidaridad que les ayudarán a su salvación eterna.
¿Y los matrimonios estériles?...
En algunos, puede ser que Dios permita su esterilidad para que ellos como matrimonio, tengan el tiempo suficiente para dedicarse a la extensión del Reino de Cristo a través de obras apostólicas o humanitarias.
También podría ser que Dios permitiera la esterilidad en un matrimonio para despertar en ellos la generosidad que implicaría adoptar aquellos hijos no deseados por otros.
Otra razón puede ser, para demostrar con éstos ejemplos a la humanidad entera, que un hijo es siempre un don de Dios y no un derecho de todo matrimonio que quiera tenerlo...
Podemos evitar la vida, pero no tenemos poder para darla. En el dar la vida a un ser humano, tiene que haber forzosamente una intervención directa, una acción voluntaria de Dios.
El hombre, por más que se esfuerce por engendrar un hijo, si Dios no le concede el don de la vida... ese hijo no nacerá.
Si es cierto que Dios es el dueño de la vida y que es el único que puede concederla, entonces, un hijo no puede ser nunca producto de un accidente de la naturaleza o de la debilidad de hombre, sino que siempre será una acción voluntaria de Dios, que desea que ese hijo nazca a la vida.
Entonces... ¿Qué sentido tiene llevar el método Billings? ¿Para qué tanta continencia, tantos miedos, tantas recriminaciones que genera en una pareja? ¿No sería más fácil aceptar de antemano, con humildad, el Plan de Dios en mi vida, aceptar mi fecundidad o esterilidad y vivir con una total apertura mi vida conyugal tal como Dios la ordenó desde el principio?
Después de todo, si concibo un hijo, será porque Dios así lo quiso, pues solo Él es el dueño de a vida.
Quinta Reflexión: Si es cierto que Dios ama a cada hombre y lo ha elegido desde la eternidad para una misión insustituible...
La fe nos dice que Dios tiene un plan para cada hombre. Nos dice que cada ser humano que llega a la vida ha sido pensado y amado por Dios desde toda la eternidad.
Esto significa que cada niño, cada niña que llega al mundo, tiene una misión irremplazable en este lugar; que cada niño está llamado a conocer a Dios y a gozar eternamente de su presencia en el Cielo.
Si hoy quitaran esta parte de la fe y nos dijeran que no es cierto, que somos sólo un accidente de la naturaleza, una irresponsabilidad de nuestros padres....¿Qué sentido podría tener la vida?
Entonces, si es cierto que todos hemos sido pensados y amados por Dios, si es verdad que cada niño que nace tiene una misión irremplazable... ¿Con qué cara puedo yo decirle a Dios que no deseo traer más hijos al mundo? ¿Con qué cara le puedo decir a Dios que no quiero que esos niños en los que Él ha pensado desde siempre, lo lleguen a conocer?
¿Con qué cara podré ver a Dios el día del juicio cuando me diga que Él había pensado en doce hijos míos como doce grandes apóstoles, pero yo sólo acepté darle cinco, porque "me dio flojera empezar de nuevo con los pañales"?
¿Con qué cara podría decirle a ese hijo mío, al que todavía no conozco, que no voy a permitir que venga al mundo, porque "ya no cabe en el cuarto de sus hermanos"?
¿Cómo le puedo negar el derecho de conocer a Dios, de convertirse en templo del Espíritu Santo, de llegar al Cielo y gozar de una felicidad eterna?
¿Cómo puedo negarle la vida a alguien por flojera, por egoísmo o por no confiar lo suficiente en Dios?
¿Cómo puedo negarle al mundo la oportunidad de que un hijo mío haga algo bueno por la humanidad, porque no permití que éste naciera?
Sexta Reflexión: Si la Divina Providencia existe...
La fe nos dice que Dios, en su infinita Bondad, Poder y Sabiduría, permite aquéllo y sólo aquéllo que puede ser bueno para la salvación del hombre, pues Él sabe cómo sacar del mismo mal, un bien mayor.
Si es verdad esto, si es verdad que Él es mi Padre y es Todopoderoso, entonces, no va a permitir que suceda algo contrario a mi salvación. De hecho, ni siquiera permite que el demonio me ponga tentaciones que yo no pueda vencer.
Entonces, si Él me manda un hijo al que yo no deseaba ni buscaba, porque me sentía incapaz de educarlo, debo confiar en que Él mismo verá la manera de concederme todo lo necesario para darle a ese hijo la educación y el cuidado necesarios, para que pueda ser capaz de llegar al Cielo a gozar eternamente de su Gloria.
Por ejemplo, supongamos que la razón por la que yo no quiero tener otro hijo, es porque vivo en un departamento muy chico y sé que los niños necesitan espacio para correr. Supongamos que Dios me lo manda aunque yo haya hecho "tejes y manejes" para evitarlo. Entonces, si creo en la Divina Providencia, puedo estar segura de que Dios me concederá la gracia de tener un parque cercano o amigos que nos inviten a jugar a sus jardines.
Dios mejor que nadie, sabe lo que los niños necesitan. ¡Él los inventó!
Si creemos en la Providencia divina, debemos confiar en Dios. Él es nuestro Padre. Él nos dará todo lo que necesitemos: llámese pobreza o riqueza, llámese salud o enfermedad, llámese fertilidad o infertilidad, llámese exceso de tiempo para convertir al hijo único en un super-hombre o llámese falta de tiempo para que los quince hijos aprendan a compartir, a ayudar, a sacrificarse por el otro. ¡Todo lo que Él permite es bueno y está encaminado a nuestra salvación!
La única condición que Dios nos pone para darnos todo lo necesario es "Buscar primero el Reino de Dios", es decir, esforzarnos por cumplir su Voluntad en el estado y condición donde nos encontremos.
La cosa cambia cuando voluntariamente no cumplimos la Voluntad de Dios, pues entonces, nuestra confianza no la podremos poner en Dios y la tendremos que poner en cosas tan inestables como el alza de las acciones en la Bolsa o en las tasas de interés bancario, o en una empresa que hoy puede estar bien y mañana mal... ¡Eso sí es para ponerse a temblar!
Séptima Reflexión: Un hijo siempre es un don
Los hijos, buscados o no, siempre son un don, una bendición, un regalo maravilloso de Dios.
Llevo diez años de matrimonio, diez años de vivencia intensiva del estilo de vida Billings y tengo cinco hijos.
Los dos primeros fueron concebidos "medio cumpliendo" las reglas del método Billings. No buscábamos al hijo, porque, según nosotros, como todos los recién casados, "todavía no era el momento adecuado", pero sabíamos que estábamos rompiendo las reglas en días posiblemente fértiles: En vez de seguir la regla que dice "un día sí y un día no y por la noche", era "un día si y otro también a cualquier hora".
Estábamos "abiertos" a la concepción, pero... en los días francamente fértiles guardábamos continencia. Ahora me pregunto: ¿Para qué? ¡De cualquier forma quedé embarazada! Hubiera sido mucho más enriquecedor para los dos, sabernos abiertos totalmente a la vida y entregarnos sin reservas y sin la angustia de: ¿Será el día tres? ¿Me habré observado bien? ¡Qué susto!
Los dos son unos niños maravillosos. Dios sabía lo que hacía al mandármelos.
A mi tercera hija, que es una preciosura, la encargamos voluntaria y conscientemente. Recuerdo ese momento como el más feliz de mi vida matrimonial. Era pleno día cúspide, sabíamos que estábamos concibiendo un hijo. No hubo reservas, ni miedos, ni nada que limitara nuestra entrega mutua. ¿No debía de ser eso lo normal en la vida matrimonial? Y yo, en diez años de matrimonio, lo he experimentado una sola vez. ¡Qué desperdicio!
Mi cuarto hijo y mi quinta hija, fueron concebidos no sé ni cómo ni cuando. Total continencia en días fértiles y posiblemente infértiles. Exagerábamos las reglas del Billings a "un día no y otro tampoco" antes del período fértil y en vez del: 1, 2, 3, 4, era: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7 y por la noche, después del día cúspide.
¿Para qué? Dios nos mandó a dos hijos preciosos, que han sido una verdadera bendición. Él sabe lo que es bueno para nosotros. Nosotros no nos sentíamos capaces de mantener y educar a un hijo más y Dios nos consideró capaces, confió en nosotros y se ha encargado de darnos todo lo necesario.
Somos bienaventurados. Los hijos son una bendición y no un castigo de Dios. Hay que perder el miedo a los hijos. El miedo al hijo estropea las relaciones conyugales. Un hijo es lo mejor que puede suceder y Dios no nos mandará más de los que Él quiera, guiado por su infinita sabiduría y bondad. ¿Por qué tener miedo a no ser capaces, a no tener tiempo, a no tener dinero, a no tener salud? El problema es de Dios y no de nosotros, pues Él se ha comprometido: "Buscad el reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura".
A pesar de esto, estoy de acuerdo con el refrán mexicano que dice: "A Dios rogando y con el mazo dando". Sé que no es algo fácil, pues un mayor número de hijos implicará más trabajo, más cansancio, más sacrificio, menos tiempo para uno mismo, pero todo eso está implícito en el buscar el Reino de Dios y su justicia. Nunca Jesús nos dijo que el camino fuera fácil y si, estando abiertos a la vida, Dios decide, con Sabiduría y Bondad mandarnos muchos hijos, será una manifestación clara de su Voluntad, y no un producto de nuestra irresponsabilidad.
Octava Reflexión: ¿Y los hijos de Francisca?
Una amiga muy cercana leyó mis reflexiones cuando estaban aún en borrador y me dijo:
“No tengo nada que objetarte si pienso en ti, en tu marido y en tus hijos...todos los que llegues a tener. No dudo que sean una bendición, que tengan una misión, que Dios los haya amado desde siempre. Pero...¿y los hijos de Francisca...?”
Francisca es una señora que trabaja en casa de otra amiga mutua. Es madre soltera de siete hijos, cada uno con un padre distinto. Los niños viven “encargados” con la abuela, la tía, la comadre, etc. Muchos días no tienen qué comer y visten harapos conseguidos en las ventas de garage del vecindario.
Su pregunta me hizo reflexionar, pero al final la conclusión fue la misma:
Dejando a un lado los juicios que podamos emitir acerca de la bondad o maldad de las acciones de la madre, su responsabilidad o falta de ella al engendrar dichas vidas; si es verdad que Dios es Bueno, Todopoderoso, Providente y Único dador de vida, no nos puede caber la menor duda de que esos niños harapientos y desnutridos, fueron queridos por Él y tienen una misión importante que cumplir en esta vida.
Humanamente es difícil de entender, pero si creemos en la vida eterna, todo cobra sentido automáticamente. La vida siempre es un don, aunque esté llena de sufrimientos y amarguras, pues es la oportunidad para alcanzar una eternidad feliz junto a Dios.
La vida es sólo un puntito en la eternidad y cualquier sufrimiento vale la pena, para alcanzar esa vida eternamente feliz junto a Dios.
A los hijos de Francisca se les pedirá mucho menos que a otros para alcanzarla. ¡Esos niños también son una bendición, una muestra del amor de Dios por el hombre!
Lo mismo podemos decir de los minusválidos, los deformes, los enfermos mentales, los abandonados, los que mueren de hambre en la India... Todos ellos fueron amados por Dios desde siempre y todos tienen una misión especial e importante en este mundo.
Novena Reflexión: La paternidad debe ser responsable
El término “paternidad responsable” surgió por primera vez de la Iglesia, refiriéndose a la responsabilidad que implica ser padres.
Y el Papa y los obispos han seguido hablando de ello en sus documentos, pero su significado original ha sido desvirtuado por algunos gobiernos y asociaciones que dicen luchar contra la sobrepoblación.
De esta manera, el término “paternidad responsable” se ha convertido en slogan publicitario y , usado de esta manera, nos ha llevado a creer que la responsabilidad de los padres se mide en función al número de hijos y ...¡no tiene nada que ver una cosa con la otra!
Lo triste es que esta situación ha engañado a muchos creyentes y no creyentes, a sacerdotes y laicos. Ha disfrazado la verdad, escondiendo bajo la palabra “responsabilidad” al egoísmo, a la sexualidad desenfrenada, al materialismo, a la comodidad...
El término “paternidad responsable” entendido como “pocos hijos para darles mucho” es un engaño, pues algunos de los que lo siguen, justamente lo hacen por no asumir una nueva responsabilidad, ya sea por flojera, por egoísmo, por falta de generosidad o por falta de confianza en Dios.
Sin embargo el término es muy valioso cuando se le da su primer significado que se refiere a hacerse responsables de los hijos que se tengan. De esta manera, la paternidad responsable se ejerce una vez que el hijo nace y no impidiendo que éste nazca.
La “paternidad responsable” no consiste en limitar el número de hijos, sino en asumir la responsabilidad, desde el momento de la concepción, de educar y amar a ese hijo con el esfuerzo, el tiempo, el trabajo, el sacrificio que sea necesario.
Si un matrimonio no desea asumir esa responsabilidad...¡que se abstenga de tener relaciones!
Pero si “a-priori” se ha asumido dicha responsabilidad y se confía en que Dios suplirá nuestras limitaciones, entonces... ¿por qué abstenerse de los goces propios y exclusivos del matrimonio, exactamente en los días en que el organismo está preparado para ellos?
Es cierto que sería irresponsable aceptar una nueva responsabilidad cuando se ve claramente que no puedo cumplirla. Pero la responsabilidad de una nueva vida sólo la puede dar Dios y la da con una promesa: “No os preocupéis... vuestro Padre que está en los Cielos ya sabe que necesitan. Busquen el Reino de Dios y todo lo demás se les dará por añadidura”, que en otras palabras significa: “Yo te daré lo que necesites. Confía. Soy Todopoderoso y te amo.”
Es cierto... es “menos malo” no aceptar la responsabilidad, que aceptarla y no cumplirla. Pero sin duda, lo mejor es aceptarla y cumplirla ¿no es cierto?
Décima Reflexión: ¿Cuál puede ser una razón grave?
El Santo Padre, quien conoce muy bien a Dios, nos dice que es lícito usar el método de la continencia periódica para espaciar los embarazos, cuando exista una razón proporcionalmente grave que así lo amerite. ¡Ojo!, nos dice “es lícito”, pero no nos dice “es recomendable” o “es obligatorio” y nos habla de “espaciar” mas no de “limitar”.
En todos los documentos de la Iglesia alrededor del tema, desde la Humane Vitae hasta la Evangelium Vitae pasando por la Familiaris Consortio y el Nuevo Catecismo, se habla de que una “razón grave” puede ser: económica, social, fisiológica o psicológica, pero no se especifíca cuantitativa ni cualitativamente, es decir: no se aclara qué tan pobre o qué tan enfermo o qué tan loco tiene que estar uno para que sea lícito espaciar los nacimientos.
Y como no se aclara, el deseo de “ser responsables” de acuerdo al slogan, ha hecho que muchos matrimonios crean que una razón grave puede ser:
- “el no poder mandar a los hijos a una escuela costosa” ¿Qué sabemos nosotros si el ir a esa escuela les ayudará para su salvación? Si Dios lo quiere y sabe que esto es indispensable para la salvación de los hijos, ya se encargará Él de que podamos conseguir una beca.
- “el no podernos ir todos los años a Disneylandia” ¿ Nos enriquece Disneylandia de tal manera que sea indispensable para la salvación? ¡San Agustín no la conoció y sin embargo se fue al Cielo!
- “el no tener una casa suficientemente grande para que cada hijo tenga su recámara con baño y vestidor” ¿ No será más enriquecedor para los niños el aprender a convivir en un espacio más pequeño?
- “el no tener tiempo suficiente para llevar a todos a clases de karate, computación, tenis y todo lo necesario para ser super-hombres” ¿No será más santificante el convivir en casa y aprender a compartir a mamá con los otros y a ayudarse mutuamente?
- “el no tener paciencia suficiente para lidiar con más de dos” ¿No es la paciencia un fruto del Espíritu Santo? ¿No deberíamos confiar en que Dios nos la dará, si sabe que la necesitamos, en que vendrá incluida con el siguiente hijo?
- “el no tener tiempo para atender a todos como a mí me gustaría” ¿Y cómo le gustaría a Dios que yo los atendiera? Las mamás siempre tendemos a la sobreprotección y tal vez Dios quiere que nuestros hijos aprendan a ser autosuficientes más rápido por alguna razón que Él conoce y nosotros no.
Nosotros no lo podemos saber, pero Dios lo sabe todo y nos ama. ¿Por qué no dejarlo decidir a Él si nuestra razón es grave o no? El camino fácil es poner cualquier pretexto de gravedad. ¡Hay que aprender a confiar en su Divina Providencia, cuidando solamente el poner todo de nuestra parte, para cuidar y educar a aquellos hijos que Él, guiado por su Bondad y Sabiduría, nos mande!
Esos hijos serán una muestra clara de su Voluntad, una prueba viviente de cuál es la misión que nos tiene encomendada desde toda la eternidad.
A pesar de todo lo dicho, estoy de acuerdo en que pueden existir razones verdaderamente graves, por ejemplo:
- “mi matriz está destrozada, me pongo en peligro de muerte con un embarazo”.
- “mi marido y yo tenemos serias desavenencias y pleitos continuos”.
- “estoy en tratamiento psiquiátrico pues tengo un problema emocional grave”.
En esos casos, no se puede asumir la responsabilidad de cuidar y educar a un hijo y por lo tanto, puede recomendarse la continencia y tal vez no sólo periódica, sino total y permanente, pues lo contrario sería un atentado contra la misma vida.
Pero... ¿continencia por miedo al sacrificio que traerá la concepción de un hijo? Eso tiene mucho de egoísmo y poco de amor. Este sacrificio sería tan vano como el de las mujeres que dicen “sacrificar” su maternidad por mantener una figura esbelta.
La continencia por miedo al hijo, puede ser más egoísta que la misma píldora: eso de tener que tomarse diariamente y sin falta, unas pastillas que engordan, sacan acné, generan hemorragias, destruyen el sistema hormonal y lo peor de todo, anulan la posibilidad de recibir a Jesús sacramentado, sólo por complacer a un marido que no quiere más hijos, es más difícil y arriesgado sin duda alguna, que negarse a tener relaciones en los períodos fértiles.
Del mismo modo, podría resultar menos egoísta el ser capaz de arriesgarse por amor al marido, a una operación de ligado de trompas o de vaciado de matriz que le generarán unas molestias horribles física y psicológicamente.
Usar el método Billings sin tener una razón grave para evitar el embarazo, puede ser tanto o más nocivo que los métodos artificiales, pues además de ser un camino más fácil, deteriora la comunicación en el matrimonio y genera unas relaciones “semi-obligadas” y poco satisfactorias, como se ve en el diario de mi amiga.
El método Billings no es malo, pero no debe ser un “estilo de vida” sino solamente un “rómpase el cristal en caso de emergencia” para recurrir a él en los momentos aislados de la vida matrimonial en los que exista una razón verdaderamente grave para no tener otro hijo.
Valdría la pena preguntarles a todos los matrimonios que creen santificarse por llevar el método Billings ¿Cuál es tu “razón grave” para no desear más hijos?
También deberíamos preguntarles a algunos promotores del método, si no se sienten mal de hacer creer a los jóvenes próximos a casarse, que para ser “responsables” deben “controlar” el don mas grande que han recibido de Dios, el de ser capaces de ser co-creadores con Él.
¿No sería mejor utilizar todos sus esfuerzos y recursos, humanos y materiales, para convencer a los hombres de que deben confiar en Dios Padre, Sabio, Todopoderoso, Providente y Bueno?
Decimoprimera Reflexión: La continencia como medio de santificación
La continencia voluntaria de la pareja puede ser un excelente medio de santificación, cuando está basada en el deseo de formar la voluntad, hacer un sacrificio por alguna causa noble, mejorar las relaciones de la pareja o reparar las penas merecidas por el pecado.
Pero... cuando está basada en el miedo a tener otro hijo por falta de generosidad, no sirve como medio de santificación.
Hay gentes buenas que desean ser fieles a Dios, a las que por desgracia, las presiones sociales les han hecho creer que su continencia basada en deseos materialistas es un sacrificio con el que agradan a Dios.
Las parejas que desean utilizar la continencia periódica como medio de santificación, deberían poner una fecha fija para su continencia, por ejemplo todos los viernes o toda la cuaresma y no fijar esas fechas en función a los periodos fértiles, pues el miedo al hijo puede estropear o enturbiar su trabajo de santificación.
Decimosegunda Reflexión: ¿Es el método Billings un mal necesario?
Existen organizaciones buenas como WOOMB, que promueven el método Billings entre las masas, para contrarrestar la acción de las autoridades anti-natalistas.
Es verdad, si el método no se promueve, entonces la gente caerá en el uso de anticonceptivos o en el aborto que tienen peores consecuencias.
Pero...¿Es el Billings lo que debe promoverse o la generosidad y la Confianza en Dios?
Cuando le preguntaron a Jesús acerca de por qué Moisés aceptaba el repudio, Él dijo: “Eso era por la dureza del corazón del hombre, pero en un principio no fue así...Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre”.
Jesús contestó esto, no porque creyera que el corazón del hombre había cambiado, sino porque sabía que nos iba a dejar el Sacramento del Matrimonio, mediante el cual, el mismo Dios ayudaría al hombre a ser capaz de cumplir con la indisolubilidad y la unicidad de la unión conyugal.
El hombre no había cambiado, pero antes estaba solo y ahora contaba con la fuerza del Sacramento, con la fuerza del mismo Dios.
¿Será acaso que ahora se promueve el método “debido a la dureza del corazón del hombre”? ¿Es la promoción indiscriminada del mismo, un mal que se permite para evitar otros peores? ¿No es el Sacramento lo suficientemente poderoso como para también ayudar a la pareja a confiar en Dios en este aspecto? ¿Tendrá que venir Jesucristo de nuevo para instituir un nuevo Sacramento que ayude a los matrimonios a confiar en la mano Providente de Dios?
¡No es posible! La gracia del sacramento es suficiente.
Lo que sucede y deberíamos de aceptar, es que nuestra fe es muy débil y preferimos creer en las erróneas y falaces teorías Maltusianas, las cuales, a pesar de haber sido desmentidas miles de veces, siguen asustándonos con sus historias de un mundo superpoblado e incapaz de alimentar a todos.
Aquí transcribo algunas citas del Evangelio que me encontré cuando andaba en mi crisis de conciencia y todas ellas me confirmaron mis conclusiones:
· “El que recibe a uno de estos pequeños, a mí me recibe...”
· “No os preocupéis por lo que habéis de comer...pues vuestro Padre Celestial ya sabe lo que necesitan...”
· “Busquen el reino de Dios y todo lo demás se os dará por añadidura”
· “Todo lo que hicisteis a uno de ellos, a mi me lo hicísteis”
· “¡Ay de aquél que rechace a uno de estos pequeños, pues los ángeles que los cuidan miran la gloria de Dios!”
· “Recibiréis el ciento por uno en esta vida y después la vida eterna...”
No encontré ninguna que dijera: “Procread y multiplicaos con responsabilidad, no vaya a ser que vuestra generosidad le gane a la Providencia de Dios”.
Decimotercera Reflexión: Lo que el Dr. Billings nos dice...
Mientras mi conciencia me gritaba que no estaba bien el estilo de vida Billings, cayó en mis manos el libro “El Amor es más fuerte” en el que el autor en la pág 208, cita al Dr.Billings, quien advierte:
“Es particularmente desaconsejable, en los primeros años del matrimonio, que los momentos de experiencia sexual sean determinados por la infertilidad mas bien que por la inclinación natural. Además, la evasión del embarazo en esta época, es notablemente peligrosa para la estabilidad del matrimonio” (Método de la ovulación, ed. Paulinas, México 1976)
¿Por qué no nos dicen eso en los cursos del método Billings?
Conclusión final: El mundo necesita hombres y mujeres santos
Si de verdad creo en el valor de la vida...
Si de verdad creo que Dios es Todopoderoso y que es el único dador de vida...
Si de verdad creo en su Divina Providencia...
Si de verdad creo en la vida eterna...
¿Qué razón puede ser tan grave como para que sea preferible no permitir que un nuevo ser humano tenga la oportunidad de gozar de la felicidad eterna junto a Dios?
¿No será un grave pecado de omisión dejar de traer un hijo a la vida, pudiéndolo haber hecho?
En cierta ocasión la Madre Teresa de Calcuta dijo:
“Los hijos son como las estrellas...
nunca podremos decir que hay demasiados.”
Y es verdad. Nunca serán demasiados, porque la situación actual del mundo necesita de muchos hombres y mujeres santos que enseñen la Verdad a toda la humanidad. Y si no los engendramos los católicos....¿quién lo hará?
Termino retomando las palabras preferidas del Santo Padre: “¡No tengaís miedo!”.
Si de verdad creo en Dios, no puedo desconfiar de Él, no puedo tener miedo, ni siquiera ante la posibilidad de la enfermedad o la muerte, pues Él mismo, con su Pasión, nos enseñó que cualquier sufrimiento vale la pena con tal de conseguir la vida eterna. Y la única manera de que nuestros hijos la alcancen, es permitiéndoles nacer.
“ Las familias numerosas son un signo de bendición divina y de la generosidad de los padres”. (cf GS 50, 2)
Únicamente pretendo hacer una reflexión acerca de las incongruencias que he encontrado entre la fe católica y el método Billings "como estilo de vida" y el daño que puede ocasionar en la única forma de expresión de amor exclusiva y característica del matrimonio: las relaciones sexuales.
Cabe aclarar que admiro enormemente a los Dres. Billings, a quienes tuve el gusto de conocer en 1982 y aprecio muchísimo su trabajo de investigación y promoción de la vida y que las reflexiones que he escrito aquí, no se refieren de ninguna manera a "los fallos" que le achacan al método Billings, pues estoy totalmente convencida de su alta efectividad como método de regulación de la fertilidad.
Por otra parte, dado que mi nombre aparece en muchos libros de religión, quiero dejar claro que la forma de pensar que aquí manifiesto, no refleja necesariamente la línea de pensamiento de ninguna de las organizaciones religiosas y civiles a las que pertenezco, sino que es únicamente la expresión de las conclusiones a las que he llegado, después de diez años de vivencia del método de la ovulación Billings como "el estilo de vida de mi matrimonio", apegándome en todo momento a la doctrina católica.
Diez años con el método Billings
Empezaré hablando de mí, lo cual tal vez no sea muy correcto, pero esto resulta indispensable para que se puedan entender todas mis posteriores reflexiones.
Soy una mujer de treinta y cuatro años con un organismo sano. Mis períodos son de veintiocho días exactos, con clara diferencia entre fases fértiles e infértiles. Conocí el método Billings mucho antes de casarme y en ese entonces, me pareció la solución ideal para un matrimonio cristiano que desea ser fiel a Dios y desea cumplir con una paternidad responsable.
El estilo de vida Billings ha sido mi estilo de vida durante diez años de matrimonio.
Todo parecía ir bien hasta que un día, mi conciencia me empezó a decir que no estaba haciendo lo correcto, que algo no estaba bien en la vivencia del método como un estilo de vida para mi matrimonio. Llegó un momento en que la situación se volvió insoportable pues mi conciencia no me dejaba en paz, y hace dos meses llegué con mi director espiritual y le dije: "¡No estoy de acuerdo con el método Billings!. ¡Me choca!".
El soltó una carcajada, pues siempre fui una promotora aguerrida del método.
Intenté explicarle, pero no lo logré, pues mis sentimientos adversos eran fruto de mucha oración, muchas reflexiones, largas conversaciones con mi marido y muchas horas de insomnio, por lo cual decidí escribirlas y son las que ahora tienes en tus manos.
Las Primeras Reflexiones... ¿es el Billings un método "natural"?
Debido a mi trabajo como redactora de libros religiosos, he tenido que estudiar con profundidad las Sagradas Escrituras y muchos documentos de la Iglesia.
Gracias a ello, he descubierto la grandeza del matrimonio desde el punto de vista de Dios y he podido palpar cómo es que Dios ha visualizado desde siempre las relaciones sexuales dentro del matrimonio, como un medio inigualable de comunicación, amor y colaboración a su obra creadora a través de la procreación.
Pero... no por esto mis primeras reflexiones fueron muy elevadas. Al contrario, eran francamente terrenas, se limitaban a dos preguntas:
¿Por qué lo llaman método natural, si funciona exactamente al revés de las leyes naturales? A simple vista, es tan natural como comer cuando no tienes hambre y dormir cuando no tienes sueño...
¿Quién inventó que el Billings mejora la comunicación en la pareja? ¿Existen acaso estadísticas al respecto?
Estas ideas surgieron al ver los sentimientos confusos que el método genera con respecto a las relaciones sexuales,
en los matrimonios que lo llevan.
Para darme a entender, me he permitido transcribir, con su autorización, las páginas del diario de una amiga a quién solía darle asesoría cuando yo era instructora del método.
18 de abril
Querido diario...
Hoy estoy de un humor magnífico, me siento muy bien física y psicológicamente. Mi marido amaneció guapísimo y mi nivel hormonal está perfecto para sentir una atracción irresistible hacia él. Mi vientre está plano, mis senos redondeados, mi pelo dócil, el cutis perfecto.
Me encantaría demostrarle mi amor juntando todo el ágape, filios y eros que siento por él, pero hoy no es posible eso, pues...¡qué horror! ¡estoy fértil! Y , si me le acerco aunque sea un poquito, lo mas factible es, o que terminemos con una ofensa grave a la castidad en el matrimonio, o que empecemos algo que sabemos que no vamos a terminar y nos quedemos tristes e insatisfechos. Porque, definitivamente...¡ninguno de los dos queremos otro hijo!
¡Bah! Lo mejor será ponerme mi pijama de franela e irme a leer a la cama mientras él ve la tele. Cuando llegue él a la cama, simularé que estoy dormida para huir de la tentación.
¿Por qué está tan guapo el día de hoy? ¡No es justo!
26 de abril
Querido diario...
Hoy he estado de un humor pésimo, mi nivel hormonal no me ayuda nada: Me siento cansada, tengo dolor de cabeza y mi vientre está inflamado por dentro y por fuera por la proximidad de mi regla...
Tengo granos en la cara, mis senos están adoloridos, mi pelo imposible de peinar...
Al rato que llegue mi marido, se me antoja platicarle todo lo que he sentido hoy y decirle que lo quiero, mientras jugamos una partida de backgammon con una taza de té de manzanilla bien caliente.
Se me antoja recibirlo con mi pijama de franela y mi bata calientita. Pero...¡No! Hoy es un día infértil y hace muchos días que no tenemos la oportunidad de tener relaciones. Haré un esfuerzo, me pondré guapa (a ver si logro algo) y lo recibiré con besos y abrazos. Me va a costar trabajo, pues no se me antoja nada, pero...¡Hoy nos toca! Y si le digo que no estoy dispuesta....¡se muere! La ventaja es que ya descubrí que haciendo el amor se me quita el dolor de cabeza.
2 de mayo
Querido diario...
¡Auxilio! ¡No me ha venido mi regla! Si estoy embarazada.....¡me muero! ¿Cómo le voy a decir a mi marido? ¡me va a matar! Seguro me va a decir que soy una tonta, que no sé observarme, qué no sé llevar la gràfica, que he dicho mentiras...
Capaz que hasta piensa que lo he engañado con otro, pues con él sólo he tenido relaciones en días infértiles...
¿Qué voy a hacer? Espero que sea algo así como una pesadilla y mañana descubra que ya me vino mi regla. Por lo pronto.... estoy en la depresión total.
He mostrado estas páginas a varias usuarias del método y todas sonríen y concuerdan en que éstas ilustran bastante acertadamente la realidad que vive la mujer llevando un "estilo de vida" Billings.
Esta situación me llevó a cuestionarme:
¿Qué tiene que ver este diario con lo que Dios visualizó cuando nos creó hombre y mujer?
¿Qué tiene que ver este diario, con el mandamiento que da muchísimas veces en la Sagrada Escritura: "Procread y multiplicaos y henchid la tierra"?
¿Qué tiene que ver con la comunicación e intimidad que prometen los instructores del método?
¿Qué tiene que ver con la alegría que un nuevo hijo debería ocasionar en un matrimonio cristiano?
Profundizando un poco más sobre el método Billings
A través de estas reflexiones puramente terrenas, fui profundizando en pensamientos un poco más teológicos y fue entonces cuando llegué a una conclusión sumamente extraña y preocupante:
Si es verdad que Dios es infinitamente sabio, que Dios es el único dador de la vida, que Dios es mi Padre providente, que ha amado a cada hombre de una manera única e irrepetible y le ha asignado a cada uno una misión específica e irremplazable en la tierra, entonces tener un hijo es algo maravilloso y ... vivir un estilo de vida Billings para limitar el número de hijos, es una verdadera tontería!
Si, por el contrario, lo sensato es vivir un estilo de vida Billings, en pro de la "paternidad responsable"... entonces tendríamos que poner en duda esas verdades eternas.
¿Será posible que Dios no sea tan sabio, ni tan bueno, ni tan providente?
¿Será posible que mi marido, mis hijos y yo misma, podamos ser un producto de la irresponsabilidad de nuestros padres y no creaturas de Dios, elegidas desde toda la eternidad?
Al llegar a este punto en mis reflexiones, fue cuando estallé y acudí a mi orientador moral en busca de ayuda: "Me choca el método Billings! ¡Es incongruente lo que creo! ¿Cómo es esto posible, si me lo han enseñado, aconsejado y promovido los mismos que han sido mis maestros en la fe? ¿Qué debo creer? ¡Auxilio!".
A pesar de ser mujer, soy bastante racionalista y me he dado cuenta en mi trabajo de que la fe y la razón se complementan a la perfección. No hay nada que no concuerde maravillosamente.
Por esto, decidí pensar y pensar en estas conclusiones, rezar y rezar, hasta aclarar los fundamentos de cada una de ellas. A mi marido le quiero agradecer sus críticas, refutaciones, reclamos, y racionalismos, (bastante mas racionales que los míos), pues me ayudó enormemente a aclarar y fundamentar todas mis ideas.
Primera Reflexión: Si Dios es infinitamente sabio...
Yo creo firmemente que Dios es infinitamente Sabio. Creo, por lo tanto, que todo lo creado por Él está hecho con infinita Sabiduría.
Gracias a que Dios es sabio, las leyes que puso en el Universo son perfectas. Cada una tiene razón de ser y gracias a ellas los planetas no se estrellan unos con otros, sino que giran en órbitas perfectamente diseñadas.
Gracias a ellas, el agua siempre moja, el fuego siempre quema y el equilibrio del universo se mantiene.
La sabiduría que se palpa en las leyes que rigen el Universo, nos confirma que a Dios no le fallaron los cálculos.
A lo largo de la historia, hemos podido constatar las consecuencias nefastas que acarrea para el hombre, intentar violar las leyes y los ciclos planeados por Dios.
Al crear a la mujer, puso Dios en ella una maquinaria reproductora sujeta a ciertas leyes:
a) Esta maquinaria fue diseñada para ser fértil solamente unos cuantos días de cada mes, durante unos cuantos años de su vida.
b) Las leyes que rigen esta maquinaria hacen que el mecanismo hormonal prepare el cuerpo y la mente de la mujer para tener relaciones en los días fértiles y no así en los infértiles.
Con estos ciclos sabiamente diseñados, Dios planeó que las mujeres no pudiéramos tener ochenta hijos, sino cuando mucho... unos quince, y esto suponiendo mucha juventud, mucha salud y relaciones sexuales muy, pero muy frecuentes.
Ahora, siendo realistas... las mujeres cada día se casan menos jóvenes y el ajetreo de la vida moderna hace que las relaciones conyugales se vuelvan más escasas de forma natural en cualquier matrimonio. Estas dos situaciones, ya por sí mismas, harán que nazcan menos niños en el mundo, sin necesidad de ningún método de control de la fertilidad.
Pienso... Si Dios hubiera querido un número menor de hijos, ¿no hubiera sido más fácil para Él, diseñar a la mujer para que fuera fértil cada dos o tres años y no cada mes?
Pero no lo hizo así. Dios, la Sabiduría plena, diseñó a la mujer fértil cada veintiocho días... y con el cuerpo y la mente preparados para las relaciones sexuales justo en los periodos fértiles.
¿Cuáles habrán sido sus pretensiones?
¿Qué se escribieran muchos diarios como el de mi amiga o que las familias fueran más numerosas?
La otra opción que me quedaba, era dejar de creer en la sabiduría de Dios y pensar que en esto sí le habían fallado los cálculos.
El método Billings, como estilo de vida, nos lleva a dudar de la sabiduría de Dios en cuanto a la frecuencia que deberían tener los periodos fértiles: nos observamos, apuntamos, nos cuidamos, huimos de la fertilidad como si fuera una maldición enviada por Dios o , por lo menos, un error de su parte.
Segunda Reflexión: Si Dios es infinitamente bueno...
Si creo que Dios es bueno, entonces no puedo creer que la fertilidad de la mujer, creatura de Dios, pueda ser algo malo, que haya que controlar como si fuera una pasión desordenada.
Definitivamente, la fertilidad es algo bueno y querido por Dios para que existan más hombres que dominen la tierra y que puedan después gozar de la felicidad eterna junto a Él.
Sin embargo, en algunos matrimonios que viven el método Billings como un estilo de vida, la fertilidad se considera casi un defecto, a pesar de que todos sabemos que Dios les dijo a Adán y Eva: "Creced y multiplicaos y henchid la tierra y dominadla" y que nunca les dijo: "Multiplíquense con prudencia, hagan cálculos para que no caigan en la irresponsabilidad".
Algo curioso sucede en el rito del matrimonio cuando se les pregunta a los novios: "¿Estáis dispuesto a aceptar los hijos que Dios les dé?"
Todos contestamos: "Sí, estamos dispuestos", pero los que conocemos el método Billings pensamos... "¡sin olvidar nuestra gráfica para evitarlos!".
En cientos de casos he podido ver, que lo primero que planean los que se van a casar, es en cómo van a controlar la fertilidad, en vez de hacer un plan de cómo van a controlar su egoísmo, su soberbia, su ira... que son mucho más peligrosos para una relación matrimonial.
¿No valdría la pena incluir en los cursos prematrimoniales una sesión de cómo hacer un plan de vida para dominar las pasiones que son algo real, en lugar de enseñarles a controlar una fertilidad que, irónicamente, no saben todavía si existe? Una pasión desordenada nos puede perder eternamente; en cambio, seguramente ninguna mamá se irá al infierno por el simple hecho de haber tenido muchos hijos.
Tercera Reflexión: Los "fallos" del Método Billings
Estoy convencida de que el método Billings es infalible.
Si no tienes relaciones sexuales en los períodos fértiles, es lógico que no concibas un hijo, porque... simplemente, no hay óvulo al que fecundar o las condiciones para los espermatozoides son totalmente adversas.
Entonces... ¿Cómo explicar la existencia de tantos niños concebidos en matrimonios que llevan fielmente el método Billings?
La única explicación que he encontrado, es que Dios es Todopoderoso. Si Él pudo crear a todo el Universo sacándolo de la nada, si pudo hacer que su Hijo naciera de una Virgen, si pudo hacer que nacieran Isaac y Juan el Bautista de vientres ancianos e infértiles, entonces... podrá perfectamente permitir que "falle" el Billings o cualquier otro método.
Sí. Él es capaz de hacer que se rompan las leyes naturales que Él mismo creó, cuando así lo cree conveniente. Es lo que reconocemos con el nombre de milagros.
Esta es la explicación que yo le doy al hecho de que nazcan, de pronto, hijos a mujeres con las trompas ligadas, a mujeres que toman anticonceptivos, a mujeres con dispositivo intrauterino y a mujeres que llevan fielmente el método Billings, absteniéndose de tener relaciones sexuales en los períodos fértiles.
¡Claro! Si Dios considera que un hijo va a ser una bendición para ese matrimonio, puede servirse de que fallen las pastillas, que se desliguen las trompas, que se mueva el dispositivo, que la mujer no se dé cuenta de que está fértil. Tiene el poder para hacerlo y lo hace, porque ama al hombre y quiere lo mejor para él.
Todos esos niños, son milagros permitidos y queridos por Dios.
Cuarta Reflexión: ¿Puede ser un hijo, el producto de una irresponsabilidad?
¡Eres una irresponsable!
Estas fueron las palabras con las que una tía "me felicitó" cuando supo que estaba esperando a mi cuarto hijo.
Una amiga de ella que estaba ahí presente, fue la que intervino a mi favor diciendo: realmente es muy afortunada, mis dos hijas no han podido tener bebés y llevan muchos años buscándolos.
Aunque yo lo sabía en mi interior, una vez más me sorprendió escucharla. ¿Cómo es posible que algunas nos quejemos de nuestra fertilidad y nos intentemos escapar de ella, con nuestra gráfica del método Billings, mientras hay cientos de parejas que mueren por tener un hijo y no lo consiguen por más tratamientos hormonales, operaciones quirúgicas y experimentos que hacen por lograrlo?
¿Por qué Dios permite esas diferencias tan extremas? ¿No sería más justo que todos pudieran tener el mismo número de hijos?
Eso es un misterio, pero si creemos realmente que Dios es sabio y bueno, creeremos también que lo permite por razones sabias y buenas.
¿Qué razones podrá tener Dios para permitir que existan matrimonios estériles mientras hay otros demasiado fecundos?
Las razones de Dios deben de ser muchas y muy variadas, pero una razón buena para permitir que un matrimonio sea muy fecundo es simplemente para que el mundo se llene de hombres y mujeres santos y se los otorga a aquéllos que cree capaces de educarlos para la santidad.
Pero existen más razones: en el medio rural de todo el mundo, los hijos significan el apoyo y la fuerza de trabajo necesarias para la supervivencia de toda la familia. Ellos agradecen a Dios su fecundidad.
Por supuesto, sé que también existen matrimonios fecundísimos que viven en la miseria total, como es el caso de cientos de familias en la India. Éstas tienen una misión importantísima y es la de abrir los ojos a todos aquellos que tienen de sobra y dicen que no pueden mantener un hijo más. Dios quiere que se despierten en ellos los sentimientos de generosidad y solidaridad que les ayudarán a su salvación eterna.
¿Y los matrimonios estériles?...
En algunos, puede ser que Dios permita su esterilidad para que ellos como matrimonio, tengan el tiempo suficiente para dedicarse a la extensión del Reino de Cristo a través de obras apostólicas o humanitarias.
También podría ser que Dios permitiera la esterilidad en un matrimonio para despertar en ellos la generosidad que implicaría adoptar aquellos hijos no deseados por otros.
Otra razón puede ser, para demostrar con éstos ejemplos a la humanidad entera, que un hijo es siempre un don de Dios y no un derecho de todo matrimonio que quiera tenerlo...
Podemos evitar la vida, pero no tenemos poder para darla. En el dar la vida a un ser humano, tiene que haber forzosamente una intervención directa, una acción voluntaria de Dios.
El hombre, por más que se esfuerce por engendrar un hijo, si Dios no le concede el don de la vida... ese hijo no nacerá.
Si es cierto que Dios es el dueño de la vida y que es el único que puede concederla, entonces, un hijo no puede ser nunca producto de un accidente de la naturaleza o de la debilidad de hombre, sino que siempre será una acción voluntaria de Dios, que desea que ese hijo nazca a la vida.
Entonces... ¿Qué sentido tiene llevar el método Billings? ¿Para qué tanta continencia, tantos miedos, tantas recriminaciones que genera en una pareja? ¿No sería más fácil aceptar de antemano, con humildad, el Plan de Dios en mi vida, aceptar mi fecundidad o esterilidad y vivir con una total apertura mi vida conyugal tal como Dios la ordenó desde el principio?
Después de todo, si concibo un hijo, será porque Dios así lo quiso, pues solo Él es el dueño de a vida.
Quinta Reflexión: Si es cierto que Dios ama a cada hombre y lo ha elegido desde la eternidad para una misión insustituible...
La fe nos dice que Dios tiene un plan para cada hombre. Nos dice que cada ser humano que llega a la vida ha sido pensado y amado por Dios desde toda la eternidad.
Esto significa que cada niño, cada niña que llega al mundo, tiene una misión irremplazable en este lugar; que cada niño está llamado a conocer a Dios y a gozar eternamente de su presencia en el Cielo.
Si hoy quitaran esta parte de la fe y nos dijeran que no es cierto, que somos sólo un accidente de la naturaleza, una irresponsabilidad de nuestros padres....¿Qué sentido podría tener la vida?
Entonces, si es cierto que todos hemos sido pensados y amados por Dios, si es verdad que cada niño que nace tiene una misión irremplazable... ¿Con qué cara puedo yo decirle a Dios que no deseo traer más hijos al mundo? ¿Con qué cara le puedo decir a Dios que no quiero que esos niños en los que Él ha pensado desde siempre, lo lleguen a conocer?
¿Con qué cara podré ver a Dios el día del juicio cuando me diga que Él había pensado en doce hijos míos como doce grandes apóstoles, pero yo sólo acepté darle cinco, porque "me dio flojera empezar de nuevo con los pañales"?
¿Con qué cara podría decirle a ese hijo mío, al que todavía no conozco, que no voy a permitir que venga al mundo, porque "ya no cabe en el cuarto de sus hermanos"?
¿Cómo le puedo negar el derecho de conocer a Dios, de convertirse en templo del Espíritu Santo, de llegar al Cielo y gozar de una felicidad eterna?
¿Cómo puedo negarle la vida a alguien por flojera, por egoísmo o por no confiar lo suficiente en Dios?
¿Cómo puedo negarle al mundo la oportunidad de que un hijo mío haga algo bueno por la humanidad, porque no permití que éste naciera?
Sexta Reflexión: Si la Divina Providencia existe...
La fe nos dice que Dios, en su infinita Bondad, Poder y Sabiduría, permite aquéllo y sólo aquéllo que puede ser bueno para la salvación del hombre, pues Él sabe cómo sacar del mismo mal, un bien mayor.
Si es verdad esto, si es verdad que Él es mi Padre y es Todopoderoso, entonces, no va a permitir que suceda algo contrario a mi salvación. De hecho, ni siquiera permite que el demonio me ponga tentaciones que yo no pueda vencer.
Entonces, si Él me manda un hijo al que yo no deseaba ni buscaba, porque me sentía incapaz de educarlo, debo confiar en que Él mismo verá la manera de concederme todo lo necesario para darle a ese hijo la educación y el cuidado necesarios, para que pueda ser capaz de llegar al Cielo a gozar eternamente de su Gloria.
Por ejemplo, supongamos que la razón por la que yo no quiero tener otro hijo, es porque vivo en un departamento muy chico y sé que los niños necesitan espacio para correr. Supongamos que Dios me lo manda aunque yo haya hecho "tejes y manejes" para evitarlo. Entonces, si creo en la Divina Providencia, puedo estar segura de que Dios me concederá la gracia de tener un parque cercano o amigos que nos inviten a jugar a sus jardines.
Dios mejor que nadie, sabe lo que los niños necesitan. ¡Él los inventó!
Si creemos en la Providencia divina, debemos confiar en Dios. Él es nuestro Padre. Él nos dará todo lo que necesitemos: llámese pobreza o riqueza, llámese salud o enfermedad, llámese fertilidad o infertilidad, llámese exceso de tiempo para convertir al hijo único en un super-hombre o llámese falta de tiempo para que los quince hijos aprendan a compartir, a ayudar, a sacrificarse por el otro. ¡Todo lo que Él permite es bueno y está encaminado a nuestra salvación!
La única condición que Dios nos pone para darnos todo lo necesario es "Buscar primero el Reino de Dios", es decir, esforzarnos por cumplir su Voluntad en el estado y condición donde nos encontremos.
La cosa cambia cuando voluntariamente no cumplimos la Voluntad de Dios, pues entonces, nuestra confianza no la podremos poner en Dios y la tendremos que poner en cosas tan inestables como el alza de las acciones en la Bolsa o en las tasas de interés bancario, o en una empresa que hoy puede estar bien y mañana mal... ¡Eso sí es para ponerse a temblar!
Séptima Reflexión: Un hijo siempre es un don
Los hijos, buscados o no, siempre son un don, una bendición, un regalo maravilloso de Dios.
Llevo diez años de matrimonio, diez años de vivencia intensiva del estilo de vida Billings y tengo cinco hijos.
Los dos primeros fueron concebidos "medio cumpliendo" las reglas del método Billings. No buscábamos al hijo, porque, según nosotros, como todos los recién casados, "todavía no era el momento adecuado", pero sabíamos que estábamos rompiendo las reglas en días posiblemente fértiles: En vez de seguir la regla que dice "un día sí y un día no y por la noche", era "un día si y otro también a cualquier hora".
Estábamos "abiertos" a la concepción, pero... en los días francamente fértiles guardábamos continencia. Ahora me pregunto: ¿Para qué? ¡De cualquier forma quedé embarazada! Hubiera sido mucho más enriquecedor para los dos, sabernos abiertos totalmente a la vida y entregarnos sin reservas y sin la angustia de: ¿Será el día tres? ¿Me habré observado bien? ¡Qué susto!
Los dos son unos niños maravillosos. Dios sabía lo que hacía al mandármelos.
A mi tercera hija, que es una preciosura, la encargamos voluntaria y conscientemente. Recuerdo ese momento como el más feliz de mi vida matrimonial. Era pleno día cúspide, sabíamos que estábamos concibiendo un hijo. No hubo reservas, ni miedos, ni nada que limitara nuestra entrega mutua. ¿No debía de ser eso lo normal en la vida matrimonial? Y yo, en diez años de matrimonio, lo he experimentado una sola vez. ¡Qué desperdicio!
Mi cuarto hijo y mi quinta hija, fueron concebidos no sé ni cómo ni cuando. Total continencia en días fértiles y posiblemente infértiles. Exagerábamos las reglas del Billings a "un día no y otro tampoco" antes del período fértil y en vez del: 1, 2, 3, 4, era: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7 y por la noche, después del día cúspide.
¿Para qué? Dios nos mandó a dos hijos preciosos, que han sido una verdadera bendición. Él sabe lo que es bueno para nosotros. Nosotros no nos sentíamos capaces de mantener y educar a un hijo más y Dios nos consideró capaces, confió en nosotros y se ha encargado de darnos todo lo necesario.
Somos bienaventurados. Los hijos son una bendición y no un castigo de Dios. Hay que perder el miedo a los hijos. El miedo al hijo estropea las relaciones conyugales. Un hijo es lo mejor que puede suceder y Dios no nos mandará más de los que Él quiera, guiado por su infinita sabiduría y bondad. ¿Por qué tener miedo a no ser capaces, a no tener tiempo, a no tener dinero, a no tener salud? El problema es de Dios y no de nosotros, pues Él se ha comprometido: "Buscad el reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura".
A pesar de esto, estoy de acuerdo con el refrán mexicano que dice: "A Dios rogando y con el mazo dando". Sé que no es algo fácil, pues un mayor número de hijos implicará más trabajo, más cansancio, más sacrificio, menos tiempo para uno mismo, pero todo eso está implícito en el buscar el Reino de Dios y su justicia. Nunca Jesús nos dijo que el camino fuera fácil y si, estando abiertos a la vida, Dios decide, con Sabiduría y Bondad mandarnos muchos hijos, será una manifestación clara de su Voluntad, y no un producto de nuestra irresponsabilidad.
Octava Reflexión: ¿Y los hijos de Francisca?
Una amiga muy cercana leyó mis reflexiones cuando estaban aún en borrador y me dijo:
“No tengo nada que objetarte si pienso en ti, en tu marido y en tus hijos...todos los que llegues a tener. No dudo que sean una bendición, que tengan una misión, que Dios los haya amado desde siempre. Pero...¿y los hijos de Francisca...?”
Francisca es una señora que trabaja en casa de otra amiga mutua. Es madre soltera de siete hijos, cada uno con un padre distinto. Los niños viven “encargados” con la abuela, la tía, la comadre, etc. Muchos días no tienen qué comer y visten harapos conseguidos en las ventas de garage del vecindario.
Su pregunta me hizo reflexionar, pero al final la conclusión fue la misma:
Dejando a un lado los juicios que podamos emitir acerca de la bondad o maldad de las acciones de la madre, su responsabilidad o falta de ella al engendrar dichas vidas; si es verdad que Dios es Bueno, Todopoderoso, Providente y Único dador de vida, no nos puede caber la menor duda de que esos niños harapientos y desnutridos, fueron queridos por Él y tienen una misión importante que cumplir en esta vida.
Humanamente es difícil de entender, pero si creemos en la vida eterna, todo cobra sentido automáticamente. La vida siempre es un don, aunque esté llena de sufrimientos y amarguras, pues es la oportunidad para alcanzar una eternidad feliz junto a Dios.
La vida es sólo un puntito en la eternidad y cualquier sufrimiento vale la pena, para alcanzar esa vida eternamente feliz junto a Dios.
A los hijos de Francisca se les pedirá mucho menos que a otros para alcanzarla. ¡Esos niños también son una bendición, una muestra del amor de Dios por el hombre!
Lo mismo podemos decir de los minusválidos, los deformes, los enfermos mentales, los abandonados, los que mueren de hambre en la India... Todos ellos fueron amados por Dios desde siempre y todos tienen una misión especial e importante en este mundo.
Novena Reflexión: La paternidad debe ser responsable
El término “paternidad responsable” surgió por primera vez de la Iglesia, refiriéndose a la responsabilidad que implica ser padres.
Y el Papa y los obispos han seguido hablando de ello en sus documentos, pero su significado original ha sido desvirtuado por algunos gobiernos y asociaciones que dicen luchar contra la sobrepoblación.
De esta manera, el término “paternidad responsable” se ha convertido en slogan publicitario y , usado de esta manera, nos ha llevado a creer que la responsabilidad de los padres se mide en función al número de hijos y ...¡no tiene nada que ver una cosa con la otra!
Lo triste es que esta situación ha engañado a muchos creyentes y no creyentes, a sacerdotes y laicos. Ha disfrazado la verdad, escondiendo bajo la palabra “responsabilidad” al egoísmo, a la sexualidad desenfrenada, al materialismo, a la comodidad...
El término “paternidad responsable” entendido como “pocos hijos para darles mucho” es un engaño, pues algunos de los que lo siguen, justamente lo hacen por no asumir una nueva responsabilidad, ya sea por flojera, por egoísmo, por falta de generosidad o por falta de confianza en Dios.
Sin embargo el término es muy valioso cuando se le da su primer significado que se refiere a hacerse responsables de los hijos que se tengan. De esta manera, la paternidad responsable se ejerce una vez que el hijo nace y no impidiendo que éste nazca.
La “paternidad responsable” no consiste en limitar el número de hijos, sino en asumir la responsabilidad, desde el momento de la concepción, de educar y amar a ese hijo con el esfuerzo, el tiempo, el trabajo, el sacrificio que sea necesario.
Si un matrimonio no desea asumir esa responsabilidad...¡que se abstenga de tener relaciones!
Pero si “a-priori” se ha asumido dicha responsabilidad y se confía en que Dios suplirá nuestras limitaciones, entonces... ¿por qué abstenerse de los goces propios y exclusivos del matrimonio, exactamente en los días en que el organismo está preparado para ellos?
Es cierto que sería irresponsable aceptar una nueva responsabilidad cuando se ve claramente que no puedo cumplirla. Pero la responsabilidad de una nueva vida sólo la puede dar Dios y la da con una promesa: “No os preocupéis... vuestro Padre que está en los Cielos ya sabe que necesitan. Busquen el Reino de Dios y todo lo demás se les dará por añadidura”, que en otras palabras significa: “Yo te daré lo que necesites. Confía. Soy Todopoderoso y te amo.”
Es cierto... es “menos malo” no aceptar la responsabilidad, que aceptarla y no cumplirla. Pero sin duda, lo mejor es aceptarla y cumplirla ¿no es cierto?
Décima Reflexión: ¿Cuál puede ser una razón grave?
El Santo Padre, quien conoce muy bien a Dios, nos dice que es lícito usar el método de la continencia periódica para espaciar los embarazos, cuando exista una razón proporcionalmente grave que así lo amerite. ¡Ojo!, nos dice “es lícito”, pero no nos dice “es recomendable” o “es obligatorio” y nos habla de “espaciar” mas no de “limitar”.
En todos los documentos de la Iglesia alrededor del tema, desde la Humane Vitae hasta la Evangelium Vitae pasando por la Familiaris Consortio y el Nuevo Catecismo, se habla de que una “razón grave” puede ser: económica, social, fisiológica o psicológica, pero no se especifíca cuantitativa ni cualitativamente, es decir: no se aclara qué tan pobre o qué tan enfermo o qué tan loco tiene que estar uno para que sea lícito espaciar los nacimientos.
Y como no se aclara, el deseo de “ser responsables” de acuerdo al slogan, ha hecho que muchos matrimonios crean que una razón grave puede ser:
- “el no poder mandar a los hijos a una escuela costosa” ¿Qué sabemos nosotros si el ir a esa escuela les ayudará para su salvación? Si Dios lo quiere y sabe que esto es indispensable para la salvación de los hijos, ya se encargará Él de que podamos conseguir una beca.
- “el no podernos ir todos los años a Disneylandia” ¿ Nos enriquece Disneylandia de tal manera que sea indispensable para la salvación? ¡San Agustín no la conoció y sin embargo se fue al Cielo!
- “el no tener una casa suficientemente grande para que cada hijo tenga su recámara con baño y vestidor” ¿ No será más enriquecedor para los niños el aprender a convivir en un espacio más pequeño?
- “el no tener tiempo suficiente para llevar a todos a clases de karate, computación, tenis y todo lo necesario para ser super-hombres” ¿No será más santificante el convivir en casa y aprender a compartir a mamá con los otros y a ayudarse mutuamente?
- “el no tener paciencia suficiente para lidiar con más de dos” ¿No es la paciencia un fruto del Espíritu Santo? ¿No deberíamos confiar en que Dios nos la dará, si sabe que la necesitamos, en que vendrá incluida con el siguiente hijo?
- “el no tener tiempo para atender a todos como a mí me gustaría” ¿Y cómo le gustaría a Dios que yo los atendiera? Las mamás siempre tendemos a la sobreprotección y tal vez Dios quiere que nuestros hijos aprendan a ser autosuficientes más rápido por alguna razón que Él conoce y nosotros no.
Nosotros no lo podemos saber, pero Dios lo sabe todo y nos ama. ¿Por qué no dejarlo decidir a Él si nuestra razón es grave o no? El camino fácil es poner cualquier pretexto de gravedad. ¡Hay que aprender a confiar en su Divina Providencia, cuidando solamente el poner todo de nuestra parte, para cuidar y educar a aquellos hijos que Él, guiado por su Bondad y Sabiduría, nos mande!
Esos hijos serán una muestra clara de su Voluntad, una prueba viviente de cuál es la misión que nos tiene encomendada desde toda la eternidad.
A pesar de todo lo dicho, estoy de acuerdo en que pueden existir razones verdaderamente graves, por ejemplo:
- “mi matriz está destrozada, me pongo en peligro de muerte con un embarazo”.
- “mi marido y yo tenemos serias desavenencias y pleitos continuos”.
- “estoy en tratamiento psiquiátrico pues tengo un problema emocional grave”.
En esos casos, no se puede asumir la responsabilidad de cuidar y educar a un hijo y por lo tanto, puede recomendarse la continencia y tal vez no sólo periódica, sino total y permanente, pues lo contrario sería un atentado contra la misma vida.
Pero... ¿continencia por miedo al sacrificio que traerá la concepción de un hijo? Eso tiene mucho de egoísmo y poco de amor. Este sacrificio sería tan vano como el de las mujeres que dicen “sacrificar” su maternidad por mantener una figura esbelta.
La continencia por miedo al hijo, puede ser más egoísta que la misma píldora: eso de tener que tomarse diariamente y sin falta, unas pastillas que engordan, sacan acné, generan hemorragias, destruyen el sistema hormonal y lo peor de todo, anulan la posibilidad de recibir a Jesús sacramentado, sólo por complacer a un marido que no quiere más hijos, es más difícil y arriesgado sin duda alguna, que negarse a tener relaciones en los períodos fértiles.
Del mismo modo, podría resultar menos egoísta el ser capaz de arriesgarse por amor al marido, a una operación de ligado de trompas o de vaciado de matriz que le generarán unas molestias horribles física y psicológicamente.
Usar el método Billings sin tener una razón grave para evitar el embarazo, puede ser tanto o más nocivo que los métodos artificiales, pues además de ser un camino más fácil, deteriora la comunicación en el matrimonio y genera unas relaciones “semi-obligadas” y poco satisfactorias, como se ve en el diario de mi amiga.
El método Billings no es malo, pero no debe ser un “estilo de vida” sino solamente un “rómpase el cristal en caso de emergencia” para recurrir a él en los momentos aislados de la vida matrimonial en los que exista una razón verdaderamente grave para no tener otro hijo.
Valdría la pena preguntarles a todos los matrimonios que creen santificarse por llevar el método Billings ¿Cuál es tu “razón grave” para no desear más hijos?
También deberíamos preguntarles a algunos promotores del método, si no se sienten mal de hacer creer a los jóvenes próximos a casarse, que para ser “responsables” deben “controlar” el don mas grande que han recibido de Dios, el de ser capaces de ser co-creadores con Él.
¿No sería mejor utilizar todos sus esfuerzos y recursos, humanos y materiales, para convencer a los hombres de que deben confiar en Dios Padre, Sabio, Todopoderoso, Providente y Bueno?
Decimoprimera Reflexión: La continencia como medio de santificación
La continencia voluntaria de la pareja puede ser un excelente medio de santificación, cuando está basada en el deseo de formar la voluntad, hacer un sacrificio por alguna causa noble, mejorar las relaciones de la pareja o reparar las penas merecidas por el pecado.
Pero... cuando está basada en el miedo a tener otro hijo por falta de generosidad, no sirve como medio de santificación.
Hay gentes buenas que desean ser fieles a Dios, a las que por desgracia, las presiones sociales les han hecho creer que su continencia basada en deseos materialistas es un sacrificio con el que agradan a Dios.
Las parejas que desean utilizar la continencia periódica como medio de santificación, deberían poner una fecha fija para su continencia, por ejemplo todos los viernes o toda la cuaresma y no fijar esas fechas en función a los periodos fértiles, pues el miedo al hijo puede estropear o enturbiar su trabajo de santificación.
Decimosegunda Reflexión: ¿Es el método Billings un mal necesario?
Existen organizaciones buenas como WOOMB, que promueven el método Billings entre las masas, para contrarrestar la acción de las autoridades anti-natalistas.
Es verdad, si el método no se promueve, entonces la gente caerá en el uso de anticonceptivos o en el aborto que tienen peores consecuencias.
Pero...¿Es el Billings lo que debe promoverse o la generosidad y la Confianza en Dios?
Cuando le preguntaron a Jesús acerca de por qué Moisés aceptaba el repudio, Él dijo: “Eso era por la dureza del corazón del hombre, pero en un principio no fue así...Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre”.
Jesús contestó esto, no porque creyera que el corazón del hombre había cambiado, sino porque sabía que nos iba a dejar el Sacramento del Matrimonio, mediante el cual, el mismo Dios ayudaría al hombre a ser capaz de cumplir con la indisolubilidad y la unicidad de la unión conyugal.
El hombre no había cambiado, pero antes estaba solo y ahora contaba con la fuerza del Sacramento, con la fuerza del mismo Dios.
¿Será acaso que ahora se promueve el método “debido a la dureza del corazón del hombre”? ¿Es la promoción indiscriminada del mismo, un mal que se permite para evitar otros peores? ¿No es el Sacramento lo suficientemente poderoso como para también ayudar a la pareja a confiar en Dios en este aspecto? ¿Tendrá que venir Jesucristo de nuevo para instituir un nuevo Sacramento que ayude a los matrimonios a confiar en la mano Providente de Dios?
¡No es posible! La gracia del sacramento es suficiente.
Lo que sucede y deberíamos de aceptar, es que nuestra fe es muy débil y preferimos creer en las erróneas y falaces teorías Maltusianas, las cuales, a pesar de haber sido desmentidas miles de veces, siguen asustándonos con sus historias de un mundo superpoblado e incapaz de alimentar a todos.
Aquí transcribo algunas citas del Evangelio que me encontré cuando andaba en mi crisis de conciencia y todas ellas me confirmaron mis conclusiones:
· “El que recibe a uno de estos pequeños, a mí me recibe...”
· “No os preocupéis por lo que habéis de comer...pues vuestro Padre Celestial ya sabe lo que necesitan...”
· “Busquen el reino de Dios y todo lo demás se os dará por añadidura”
· “Todo lo que hicisteis a uno de ellos, a mi me lo hicísteis”
· “¡Ay de aquél que rechace a uno de estos pequeños, pues los ángeles que los cuidan miran la gloria de Dios!”
· “Recibiréis el ciento por uno en esta vida y después la vida eterna...”
No encontré ninguna que dijera: “Procread y multiplicaos con responsabilidad, no vaya a ser que vuestra generosidad le gane a la Providencia de Dios”.
Decimotercera Reflexión: Lo que el Dr. Billings nos dice...
Mientras mi conciencia me gritaba que no estaba bien el estilo de vida Billings, cayó en mis manos el libro “El Amor es más fuerte” en el que el autor en la pág 208, cita al Dr.Billings, quien advierte:
“Es particularmente desaconsejable, en los primeros años del matrimonio, que los momentos de experiencia sexual sean determinados por la infertilidad mas bien que por la inclinación natural. Además, la evasión del embarazo en esta época, es notablemente peligrosa para la estabilidad del matrimonio” (Método de la ovulación, ed. Paulinas, México 1976)
¿Por qué no nos dicen eso en los cursos del método Billings?
Conclusión final: El mundo necesita hombres y mujeres santos
Si de verdad creo en el valor de la vida...
Si de verdad creo que Dios es Todopoderoso y que es el único dador de vida...
Si de verdad creo en su Divina Providencia...
Si de verdad creo en la vida eterna...
¿Qué razón puede ser tan grave como para que sea preferible no permitir que un nuevo ser humano tenga la oportunidad de gozar de la felicidad eterna junto a Dios?
¿No será un grave pecado de omisión dejar de traer un hijo a la vida, pudiéndolo haber hecho?
En cierta ocasión la Madre Teresa de Calcuta dijo:
“Los hijos son como las estrellas...
nunca podremos decir que hay demasiados.”
Y es verdad. Nunca serán demasiados, porque la situación actual del mundo necesita de muchos hombres y mujeres santos que enseñen la Verdad a toda la humanidad. Y si no los engendramos los católicos....¿quién lo hará?
Termino retomando las palabras preferidas del Santo Padre: “¡No tengaís miedo!”.
Si de verdad creo en Dios, no puedo desconfiar de Él, no puedo tener miedo, ni siquiera ante la posibilidad de la enfermedad o la muerte, pues Él mismo, con su Pasión, nos enseñó que cualquier sufrimiento vale la pena con tal de conseguir la vida eterna. Y la única manera de que nuestros hijos la alcancen, es permitiéndoles nacer.
“ Las familias numerosas son un signo de bendición divina y de la generosidad de los padres”. (cf GS 50, 2)
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miércoles, 9 de marzo de 2011
Dia de la Familia - Día de la Mujer
Celebremos el Día de la Mujer, en la realidad de la diversidad sexuada de varón y mujer, diferentes en lo biológico, psicológico y espiritual, pero iguales en dignidad
Autor: Mons Rodrigo Aguilar, obispo de Tehuacán | Fuente: Conferencia del Episcopado Mexicano
Autor: Mons Rodrigo Aguilar, obispo de Tehuacán | Fuente: Conferencia del Episcopado Mexicano
Tehuacán, Pue., 3 de marzo de 2012
Dia de la Familia - Día de la Mujer
El primer domingo de marzo celebramos en México el Día Nacional de la Familia. El 8 de marzo celebramos el Día internacional de la Mujer. Dos acontecimientos que tienen cada uno su valía, pero para celebrar en mutua correspondencia.
La familia es el santuario de la vida humana: en la familia hemos nacido y crecido; en ella hemos encontrado la primera y básica fuente de relación y pertenencia; desde ella salimos a emprender perspectivas más amplias y a ella volvemos, porque es saludable y motivador “sentirnos en familia”.
Pues bien, esa atmósfera familiar, en nuestra cultura mexicana, con frecuencia logra su cohesión y consistencia gracias a la mujer que es madre, aunque también por desgracia muchas veces en la misma familia se haya hecho a un lado o hasta haya sido maltratada la mujer que es esposa, hermana e hija. ¡Qué fuertes contrastes se advierten al constatar, por una parte, la veneración a la mujer que es la propia madre; pero, por otra, el menosprecio de otras mujeres también en la propia familia! Lo cual nos motiva a agradecer y también a recapacitar. De modo que hay mucho por celebrar en estos días e igualmente mucho por reorientar en nuestro corazón y en nuestras acciones.
Se busca la no discriminación. Es un derecho, pero también un deber. El aborto es la primera terrible discriminación, al destruir la vida humana del ser más indefenso. Que la familia acoja cálidamente a toda vida humana que se empieza a gestar en el vientre de mamá y por la unión amorosa de papá y mamá; que los hermanitos ya nacidos acojan también con amor al que está por nacer.
De esta manera, que el domingo celebremos nuestra familia, en una atmósfera de relación más humana y también divina, en la medida que somos hijos de Dios y lo queremos expresar en ese ámbito de relación.
Y celebremos, igualmente, el Día de la Mujer, en la realidad de la diversidad sexuada de varón y mujer, diferentes en lo biológico, psicológico y espiritual, pero iguales en dignidad y para el mutuo enriquecimiento y complementación.
+ Rodrigo Aguilar Martínez
Obispo de Tehuacán
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Dia de la Familia - Día de la Mujer
El primer domingo de marzo celebramos en México el Día Nacional de la Familia. El 8 de marzo celebramos el Día internacional de la Mujer. Dos acontecimientos que tienen cada uno su valía, pero para celebrar en mutua correspondencia.
La familia es el santuario de la vida humana: en la familia hemos nacido y crecido; en ella hemos encontrado la primera y básica fuente de relación y pertenencia; desde ella salimos a emprender perspectivas más amplias y a ella volvemos, porque es saludable y motivador “sentirnos en familia”.
Pues bien, esa atmósfera familiar, en nuestra cultura mexicana, con frecuencia logra su cohesión y consistencia gracias a la mujer que es madre, aunque también por desgracia muchas veces en la misma familia se haya hecho a un lado o hasta haya sido maltratada la mujer que es esposa, hermana e hija. ¡Qué fuertes contrastes se advierten al constatar, por una parte, la veneración a la mujer que es la propia madre; pero, por otra, el menosprecio de otras mujeres también en la propia familia! Lo cual nos motiva a agradecer y también a recapacitar. De modo que hay mucho por celebrar en estos días e igualmente mucho por reorientar en nuestro corazón y en nuestras acciones.
Se busca la no discriminación. Es un derecho, pero también un deber. El aborto es la primera terrible discriminación, al destruir la vida humana del ser más indefenso. Que la familia acoja cálidamente a toda vida humana que se empieza a gestar en el vientre de mamá y por la unión amorosa de papá y mamá; que los hermanitos ya nacidos acojan también con amor al que está por nacer.
De esta manera, que el domingo celebremos nuestra familia, en una atmósfera de relación más humana y también divina, en la medida que somos hijos de Dios y lo queremos expresar en ese ámbito de relación.
Y celebremos, igualmente, el Día de la Mujer, en la realidad de la diversidad sexuada de varón y mujer, diferentes en lo biológico, psicológico y espiritual, pero iguales en dignidad y para el mutuo enriquecimiento y complementación.
+ Rodrigo Aguilar Martínez
Obispo de Tehuacán
jueves, 24 de febrero de 2011
El amor humano
Reducir el amor sólo a lo sensible y placentero es una contradicción, porque buscar sólo sentir es egoísmo, lo contrario del amor.
Autor: Diego Calderón, L.C. | Fuente: Virtudes y Valores
Autor: Diego Calderón, L.C. | Fuente: Virtudes y Valores
El hombre está hecho para amar y ser amado. Esta afirmación manifiesta una de las verdades más profundas y fundamentales de la existencia humana: «la energía principal que mueve al alma humana es el amor. La naturaleza humana, en su esencia más profunda, consiste en amar. En definitiva, a cada ser humano se le encomienda una sola tarea: aprender a querer, a amar de modo sincero, auténtico y gratuito» (cf. Benedicto XVI, Audiencia general sobre Guillermo de San Thierry, 2 de diciembre de 2009).
Algunas personas han intentado definir el amor limitándolo a un sentimiento, muchas veces vago e indeterminado, relacionado con el afecto y productor de una serie de emociones, experiencias y actitudes. Otras personas han desvirtuado completamente el concepto de amor identificándolo con el placer sensible, sobre todo el carnal. Finalmente, están los que afirman que el amor consiste en la donación de uno mismo a otra persona.
El amor auténtico no puede depender exclusivamente de emociones, ni limitarse a un puro sentimiento variable. Los sentimientos cambian constantemente y están sujetos a realidades contingentes como son el tiempo, los lugares, los gustos, los distintos estados físicos y las emociones, entre otros. Por el contrario, el verdadero amor rechaza las barreras del tiempo, de lugar o de circunstancias ya que está animado por la constancia y la eternidad: “te amaré para siempre”. De esta forma, el amor sincero va más allá de un simple sentimiento porque afronta y supera las dificultades y los momentos espinosos haciendo de estas contrariedades oportunidades de oro para demostrar el cariño hacia la persona amada.
Pretender reducir el amor sólo a lo sensible y placentero es una contradicción, porque buscar sólo sentir es egoísmo, lo contrario del amor. La mayor expresión del amor no es la búsqueda del placer sino el llegar a una verdadera decisión de entrega y compromiso fiel, total y responsable. En definitiva, cuando se concibe el amor humano desde una óptica puramente carnal y sensual se llega al envilecimiento del amor y de la misma dignidad de la persona humana.
El amor verdadero se define como donación, identificación, entrega y diálogo con la persona amada. Desde esta perspectiva, el amor es un continuo salir de sí mismo para buscar el bien del otro.
El amor auténtico se puede identificar por las innumerables cualidades que lo rodean. Entre esas características sobresale la del sacrificio. La beata Madre Teresa de Calcuta solía decir: “ama hasta que duela y cuando te duela entenderás lo que es el amor”. De este modo podemos entender que el amor se prueba como el oro en el crisol de las contrariedades. En esa dimensión del sacrificio y de la donación hacia la persona amada se encuentra la auténtica disponibilidad y decisión a pronunciar el sí de la fidelidad y del compromiso para siempre.
San Pablo nos ayuda en la descripción del amor verdadero y auténtico cuando dice: «El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta» (1Corintios 13,4-7).
En conclusión, el amor humano encuentra su fuente y valor en Dios. El ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, y Dios mismo es amor. Por eso, la vocación al amor es lo que hace que el hombre sea la auténtica imagen de Dios: es semejante a Dios en la medida en que ama de forma auténtica y verdadera (Benedicto XVI, discurso en la ceremonia de apertura de la asamblea eclesial de la diócesis de Roma, 6 de junio de 2005). En el ejercicio de su vocación al amor, el hombre encuentra la plenitud del amor en Dios y es Dios mismo la base de su amor hacia las demás personas.
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Algunas personas han intentado definir el amor limitándolo a un sentimiento, muchas veces vago e indeterminado, relacionado con el afecto y productor de una serie de emociones, experiencias y actitudes. Otras personas han desvirtuado completamente el concepto de amor identificándolo con el placer sensible, sobre todo el carnal. Finalmente, están los que afirman que el amor consiste en la donación de uno mismo a otra persona.
El amor auténtico no puede depender exclusivamente de emociones, ni limitarse a un puro sentimiento variable. Los sentimientos cambian constantemente y están sujetos a realidades contingentes como son el tiempo, los lugares, los gustos, los distintos estados físicos y las emociones, entre otros. Por el contrario, el verdadero amor rechaza las barreras del tiempo, de lugar o de circunstancias ya que está animado por la constancia y la eternidad: “te amaré para siempre”. De esta forma, el amor sincero va más allá de un simple sentimiento porque afronta y supera las dificultades y los momentos espinosos haciendo de estas contrariedades oportunidades de oro para demostrar el cariño hacia la persona amada.
Pretender reducir el amor sólo a lo sensible y placentero es una contradicción, porque buscar sólo sentir es egoísmo, lo contrario del amor. La mayor expresión del amor no es la búsqueda del placer sino el llegar a una verdadera decisión de entrega y compromiso fiel, total y responsable. En definitiva, cuando se concibe el amor humano desde una óptica puramente carnal y sensual se llega al envilecimiento del amor y de la misma dignidad de la persona humana.
El amor verdadero se define como donación, identificación, entrega y diálogo con la persona amada. Desde esta perspectiva, el amor es un continuo salir de sí mismo para buscar el bien del otro.
El amor auténtico se puede identificar por las innumerables cualidades que lo rodean. Entre esas características sobresale la del sacrificio. La beata Madre Teresa de Calcuta solía decir: “ama hasta que duela y cuando te duela entenderás lo que es el amor”. De este modo podemos entender que el amor se prueba como el oro en el crisol de las contrariedades. En esa dimensión del sacrificio y de la donación hacia la persona amada se encuentra la auténtica disponibilidad y decisión a pronunciar el sí de la fidelidad y del compromiso para siempre.
San Pablo nos ayuda en la descripción del amor verdadero y auténtico cuando dice: «El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta» (1Corintios 13,4-7).
En conclusión, el amor humano encuentra su fuente y valor en Dios. El ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, y Dios mismo es amor. Por eso, la vocación al amor es lo que hace que el hombre sea la auténtica imagen de Dios: es semejante a Dios en la medida en que ama de forma auténtica y verdadera (Benedicto XVI, discurso en la ceremonia de apertura de la asamblea eclesial de la diócesis de Roma, 6 de junio de 2005). En el ejercicio de su vocación al amor, el hombre encuentra la plenitud del amor en Dios y es Dios mismo la base de su amor hacia las demás personas.
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