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martes, 29 de noviembre de 2011

¿Existe el “amor platónico”?

Autor: P. Daniel Escobar, msp
Fuente: Inquietud Nueva

El concepto: “amor platónico”

Platón, el conocido filósofo griego, refiere que el amor no es abstracto, sino que se dirige siempre hacia “algo”. Ese algo incluye al hombre. Para Platón el amor es la motivación – o empuje – que lleva al conocimiento de una idea (cualquier realidad) y a la contemplación de la misma, y que varía desde la apariencia de la belleza hasta el conocimiento puro y desinteresado de su esencia. Este amor se da en el plano ideal o imaginativo, no en el físico.

Lo que se entiende hoy por amor platónico es: “un amor imposible”, “que sólo se tendrá en la mente y nunca será real”, un “sueño guajiro”, porque es inalcanzable. De esto vamos a hablar adelante.


Los inconvenientes del falso amor platónico:


Las falsas ilusiones. El “amor platónico” se construye sobre arena. El amor se da entre dos personas, a partir del diálogo, del compartir experiencias. No es sano enamorarse de “fantasmas”, con la ilusión de que algún día y de manera imprevista este (a) responderá.

Tenerlo sólo en la mente. La imaginación es el alimento del “amor platónico”. Muchos pueden pasar horas pensando en cómo sería su vida con tal o cual persona, pero al “despertar” se olvidan de luchar por ello.

Vivir de un imposible. Hay que vivir con los pies sobre la tierra. No nos quedamos con la falacia de los amores de telenovela, en donde la chica pobre siempre encuentra su príncipe azul.

Lo que nunca llegará. Bien dice la canción: “me quedé abrazado de un poste, esperando, y nunca llegaste”. Es mejor tener una relación que funcione y vaya madurando con el tiempo que caer en una especie de espejismo.

Pérdida de tiempo. Vivir de “sueños” no conduce a ningún lado, y nos hace perder el tiempo que podríamos aprovechar para trabajar por ellos. ¿Anhelas algo? Analiza las posibilidades y “manos a la obra”, no te contentes con suspirar mirando a lo lejos con nostalgia.

La única certeza para no caer en esta vana ilusión es saber que el amor viene de Dios. Dios nos ama por lo que somos, no es una idealización, sino una realidad. Nuestra existencia que está dotada de inteligencia, voluntad y amor, es prueba de la realidad del amor de Dios. Éste nos ha capacitado para ser reflexivos y corresponder al amor; por eso no somos felices cuando nos enamoramos de espejismos.

Si yo pretendo amar y darlo todo sin encontrar correspondencia, tarde o temprano me haré presa de frustración. El amor se realiza entre dos personas que lo cultivan hasta hacerlo madurar. En un ser “ensimismado” no se puede dar esta realidad.

Amar es darse, no sólo recibir. Alguien que te dice; “te amo”, te corresponde con gestos muy concretos, como empezar un noviazgo; se compromete de manera total al proponerte matrimonio; se sacrifica en su tiempo y gustos personales para ayudarte y verte feliz.

El capítulo trece de la 1a Carta a los Corintios nos acerca a esta realidad del amor que está cimentado en verdad, y éste se vive así: “Tener amor es saber soportar; es ser bondadoso; es no tener envidia, ni ser presumido, ni orgulloso, ni grosero, ni egoísta; es no alegrarse de las injusticias, sino de la verdad. Tener amor es sufrirlo todo, creerlo todo, esperarlo todo, soportarlo todo”.

El amor verdadero no es a “control remoto”, ni es fruto de una casualidad. Tampoco se cimienta en la pura imaginación, sino que se da entre dos personas, en día a día, en la convivencia, en la sinceridad de sus palabras, a través de los detalles mutuos. Por eso, el amor llamado “platónico”, de quien no se atreve a afrontar su presente, fugándose a realidades que sólo existen en su mente, es una opción inmadura que raya en el infantilismo. El amor, o se da en lo concreto, o no le es en verdad.

El amor jamás dejará de existir” 1 Co 13, 8 
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domingo, 24 de abril de 2011

Jessica Council: de la muerte a la vida


Autor: Juan Antonio Ruiz J., L.C. | Fuente: www.buenas-noticias.org
Jessica Council: de la muerte a la vida
Jessica Council ha demostrado cómo, de su muerte –heroica, generosa, materna–, ha brotado la vida en todo su esplendor.



Jessica Council sintió las primeras molestias en la garganta en agosto del año pasado. Fue a ver el médico. Tras revisar dos veces a su paciente, declaró que no había por qué alarmarse. Pero el 22 de noviembre tuvo que ingresar al hospital por insuficiencia respiratoria. Al día siguiente, los médicos le dieron dos noticias: tenía cáncer y estaba esperando un hijo.

Mientras su esposo Clint experimentó «todas las emociones que puedas imaginarte… excepto gozo», la reacción de Jessica fue de «una mezcla de miedo y sorpresa», pensando que la amenaza recaía también en el bebé que estaba esperando.

El 25 de noviembre el hospital ofreció a la pareja la posibilidad de abortar, pero «nunca fue una opción. Eso es como el blanco y el negro». Pero ¿y los tratamientos para el cáncer? Jessica se giró hacia Clint y se negó en rotundo aceptar la quimioterapia.

Los días pasaban y en el tercer trimestre los doctores volvieron a la carga: el niño está ya casi desarrollado, se podría hacer una quimioterapia… Jessica no lo dudó: la vida del niño era más importante.

«Ella sabía que de todas maneras iba a morir –dice Clint–. No me lo confió sino hasta casi el día de su muerte… pero creo que ella lo sabía y que por eso debía darle al bebé todas las posibilidades que ella pudiese». Y aunque probaron otro tipo de métodos menos ofensivos, el cáncer no cejó en su avance.

La noche del 5 de febrero, Jessica se fue a dormir con un fuerte dolor de cabeza y nauseas… y ya no se levantó. Al día siguiente, el hospital dio su veredicto: muerte cerebral.

Y entonces sucedió un pequeño milagro. Los doctores pensaban que Jessica estaba embarazada de 25 semanas, pero tras su muerte comprobaron que el embarazo sólo contaba con veintitrés semanas y media, fecha límite para sacar al bebé y ponerlo en una incubadora. ¿Coincidencia?

«Yo sólo puedo agradecer a Dios por eso, pues Jessica murió justo cuando el bebé pudo vivir fuera de su vientre», dice un emocionado Clint en la entrevista.

Y hablando de Clint, ¿cómo vivió él todo este momento? «Algunas veces es más fácil ser generoso cuando te suceden a ti las cosas, pero es muy difícil serlo cuando pierdes a quien tú más amas […] Y siendo muy sincero, debo decir que durante el primer mes tras la muerte de mi esposa no podía abrir mi Biblia o rezar». No le fue fácil.

Ahora ha superado ya ese paso… pero aún debe llorar más a su mujer. Y, sin embargo, se empieza a ver luz en el camino.

«Amigos míos, Dios debe ser alabado. No dudéis de Dios; no os enojéis con Él por mí. He sido un privilegiado por haber tenido una esposa tan llena de amor al Padre. Alegraos conmigo. Dios ha bendecido a Jessica para llevársela a un lugar de perfecta paz y sin dolor. Debo ser agradecido por el tiempo que estuve con ella más que demostrar ingratitud por las cosas que nunca hicimos juntos».

No sé a ustedes, pero para mí el domingo de Resurrección de este año se me presenta de un color distinto. Jessica Council me ha demostrado cómo, de su muerte –heroica, generosa, materna–, ha brotado la vida en todo su esplendor. No, ella no ha muerto. Vive en los ojos cálidos de su hijo recién nacido; vive en la esperanza inquebrantable de su marido; y, sobre todo, vive, junto con su Señor Resucitado, en la Eternidad.

¡Felices Pascuas de Resurrección!

Con datos de LifeSiteNews, 20 de abril de 2011.
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jueves, 24 de febrero de 2011

El amor humano

Reducir el amor sólo a lo sensible y placentero es una contradicción, porque buscar sólo sentir es egoísmo, lo contrario del amor.
Autor: Diego Calderón, L.C. | Fuente: Virtudes y Valores


El hombre está hecho para amar y ser amado. Esta afirmación manifiesta una de las verdades más profundas y fundamentales de la existencia humana: «la energía principal que mueve al alma humana es el amor. La naturaleza humana, en su esencia más profunda, consiste en amar. En definitiva, a cada ser humano se le encomienda una sola tarea: aprender a querer, a amar de modo sincero, auténtico y gratuito» (cf. Benedicto XVI, Audiencia general sobre Guillermo de San Thierry, 2 de diciembre de 2009).

Algunas personas han intentado definir el amor limitándolo a un sentimiento, muchas veces vago e indeterminado, relacionado con el afecto y productor de una serie de emociones, experiencias y actitudes. Otras personas han desvirtuado completamente el concepto de amor identificándolo con el placer sensible, sobre todo el carnal. Finalmente, están los que afirman que el amor consiste en la donación de uno mismo a otra persona.

El amor auténtico no puede depender exclusivamente de emociones, ni limitarse a un puro sentimiento variable. Los sentimientos cambian constantemente y están sujetos a realidades contingentes como son el tiempo, los lugares, los gustos, los distintos estados físicos y las emociones, entre otros. Por el contrario, el verdadero amor rechaza las barreras del tiempo, de lugar o de circunstancias ya que está animado por la constancia y la eternidad: “te amaré para siempre”. De esta forma, el amor sincero va más allá de un simple sentimiento porque afronta y supera las dificultades y los momentos espinosos haciendo de estas contrariedades oportunidades de oro para demostrar el cariño hacia la persona amada.

Pretender reducir el amor sólo a lo sensible y placentero es una contradicción, porque buscar sólo sentir es egoísmo, lo contrario del amor. La mayor expresión del amor no es la búsqueda del placer sino el llegar a una verdadera decisión de entrega y compromiso fiel, total y responsable. En definitiva, cuando se concibe el amor humano desde una óptica puramente carnal y sensual se llega al envilecimiento del amor y de la misma dignidad de la persona humana.

El amor verdadero se define como donación, identificación, entrega y diálogo con la persona amada. Desde esta perspectiva, el amor es un continuo salir de sí mismo para buscar el bien del otro.

El amor auténtico se puede identificar por las innumerables cualidades que lo rodean. Entre esas características sobresale la del sacrificio. La beata Madre Teresa de Calcuta solía decir: “ama hasta que duela y cuando te duela entenderás lo que es el amor”. De este modo podemos entender que el amor se prueba como el oro en el crisol de las contrariedades. En esa dimensión del sacrificio y de la donación hacia la persona amada se encuentra la auténtica disponibilidad y decisión a pronunciar el sí de la fidelidad y del compromiso para siempre.

San Pablo nos ayuda en la descripción del amor verdadero y auténtico cuando dice: «El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta» (1Corintios 13,4-7).

En conclusión, el amor humano encuentra su fuente y valor en Dios. El ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, y Dios mismo es amor. Por eso, la vocación al amor es lo que hace que el hombre sea la auténtica imagen de Dios: es semejante a Dios en la medida en que ama de forma auténtica y verdadera (Benedicto XVI, discurso en la ceremonia de apertura de la asamblea eclesial de la diócesis de Roma, 6 de junio de 2005). En el ejercicio de su vocación al amor, el hombre encuentra la plenitud del amor en Dios y es Dios mismo la base de su amor hacia las demás personas.
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