Mostrando entradas con la etiqueta lucha. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta lucha. Mostrar todas las entradas

martes, 18 de mayo de 2010

El valor de rebelarse contra el mal

Yo, sobreviviente a 15 abortos
Autor: José Armando Vargas, L.C. | Fuente: www.buenas-noticias.org


Irene es un nombre griego que significa portadora de paz, pacífica. Pero hacer honor a este nombre no debe ser cosa regalada.

Irene Vilar tiene 42 años, es una atractiva mujer americana de origen puertorriqueño, famosa columnista en el Texas Tech University Press y escritora de diversos libros en el New York Times, el último de los cuales, su autobiografía, ha resultado indiscutiblemente un best-seller.

Ella es, pues, una de esas «Irenes» cuya vida podemos resumir como la búsqueda, dolorosa y prolongada, del sentido verdadero hasta tener por fin la anhelada paz con Dios, con los demás y -lo que es más difícil aún- consigo mismo.

Las vueltas que le deparó la vida al inicio no fueron nada halagadoras. Su madre se suicidó ante sus ojos, víctima de la depresión de haber sido esterilizada sin saberlo; le había negado, además, su afecto y cercanía desde que Irene era pequeña. «Fue la lenta muerte de Dios para mí», comenta Irene. Su padre, alcohólico e irresponsable, «nunca le dijo un “no”»; Irene dice sucintamente que era como un niño.

Tuvo un amante desde sus 17 años, un profesor suyo de 51 años, quien la hizo convertirse en feminista radical y la empujó a una absoluta liberación, instigándola a abortar «quince veces en sólo diez años», por más que los primeros embarazos la llenaran de una inexplicable esperanza. Irene reconoce: «Lo paradójico es que, creyendo vivir un proceso de liberación, me convertí en esclava de aquel hombre».

«Nadie nunca me ha guiado... He tenido que leer, estudiar, trabajar sobre mí misma para comprender, para dar un nombre a las cosas...Yo, ex drogada de aborto, digo que sólo quien sabe llamar a las cosas por su nombre escapa a la esclavitud del mal». Son palabras sentidas de Irene, ahora felizmente casada y madre de dos graciosas niñas; palabras pronunciadas con la convicción y valentía de quien ha conquistado con sangre la paz interior, la auténtica libertad.

Ni las dramáticas experiencias de su niñez, ni el esplendor de su carrera o paseos en barcos y en salones de alta sociedad la han apartado un instante de su propósito en encontrar el sentido de su vida.

Hoy, la paz que Irene experimenta no se la arrebata nadie. Antes «mi imagen de la libertad era falseada», afirma. Declara también: «sí, yo elegía, sabía qué era el bien y no lo hacía», hasta que tuvo el valor de rebelarse contra el mal y romper con él.

«Por ello, para ser buena madre sigo queriendo comprender más sobre quién soy yo y lo que tengo a mi alrededor. Para que mis hijas no tengan que buscar toda la vida a su madre y a su Dios en lugares y modos equivocados».

Con datos de la Revista Tempi, 12 de Mayo de 2010
Sigue leyendo

martes, 11 de mayo de 2010

El miedo al fracaso

La vida es un combate, pero sólo quienes luchan y tienen esperanza la viven en plenitud.
Autor: Santiago Casanova, L.C. | Fuente: Catholic.net


“Es mejor perderse que nunca embarcar, mejor tentarse a dejar de intentar, aunque ya ves que no es tan fácil empezar”. Estas palabras del tema musical “Color esperanza” del cantante argentino, Diego Torres, nos ponen en guardia contra uno de los peores enemigos de nuestra vida. Tenemos muchos propósitos, nos gustaría emprender grandes proyectos, y quisiéramos superarnos en muchos aspectos, pero siempre hay algo que nos paraliza: el miedo al fracaso.

Parece ser que el lema de nuestra vida es: “ser sobresaliente o nada”, y ante los primeros síntomas de una derrota, nos desanimamos y dejamos todo a la deriva.

Este es el verdadero fiasco, dejar todo a la deriva, no emprender nada por temor a fracasar. Las caídas son algo normal en el ser humano que está luchando por alcanzar algún objetivo en su vida. Perder una batalla no significa perder la guerra.

¿Qué hacer para vencer el miedo al fracaso que tantas veces nos paraliza?

En primer lugar debemos tomar consciencia de que la lucha es algo connatural a nuestra condición humana. Ya nos lo decían las escrituras: “Militia est vita hominis super terram”. Somos hombres, no ángeles, podemos equivocarnos.

En segundo lugar debemos confiar, “pintarnos la cara color esperanza” diría en la misma canción el cantante anteriormente citado. Pero ¿en quién o en qué debemos confiar?

Nosotros necesitamos tener esperanzas -más grandes o más pequeñas- que día a día nos mantengan en camino. Pero sin la gran esperanza, que ha de superar todo lo demás, aquellas no bastan. Esta gran esperanza sólo puede ser Dios, que abraza el universo y que nos puede proponer y dar lo que nosotros por sí solos no podemos alcanzar (Benedicto XVI, Spe Salvi, nº 31).

Necesitamos tener motivaciones humanas precisamente porque somos humanos, y fácilmente nos cansamos si seguimos únicamente motivaciones sobrenaturales, pero ellas no pueden superar a la esperanza en Cristo. Siguiendo únicamente esperanzas pequeñas podemos llegar a hacer cosas muy buenas, pero limitadas como nuestras propias fuerzas, en cambio, con nuestra Gran Esperanza, podemos alcanzar incluso aquello que sobrepasa nuestras fuerzas. Necesitamos esperar en algo o en alguien para alcanzar frutos en nuestra vida, quien en nada espera, nada consigue.

Podemos ver ejemplos de personas de todo tipo que, a lo largo de la historia, han luchado y han tenido esperanzas -más grandes o más pequeñas- y han salido triunfantes.

Albert Einstein era considerado por sus padres un deficiente mental cuando era niño. A los tres años todavía no había aprendido a hablar. En la escuela fue un estudiante no destacado. Sin embargo, no se dejó llevar por esas limitaciones que podrían asustarlo, y por medio de un gran esfuerzo y de una esperanza en sus cualidades que parecían estar ocultas, salió adelante. Hoy, quien era tenido por deficiente mental, es considerado un genio.

El cura de Ars tuvo muchas dificultades en sus estudios. No conseguía aprender el latín. Teniendo 20 años de edad, era aventajado ampliamente por sus compañeros de 12 y 13 años. Reprobó exámenes en varias ocasiones, después de haber estudiado días y noches enteras, y fue aconsejado por sus superiores a abandonar la vocación sacerdotal debido a su limitada capacidad intelectual. El Cura de Ars confió en la Gran Esperanza, siguió luchando, y obtuvo de Dios la gracia de ser ordenado sacerdote (algo que no podía alcanzar con sus propias fuerzas), aunque sus capacidades intelectuales no crecieron en lo más mínimo, y hoy es el patrono de los sacerdotes.

Después de estas sencillas reflexiones tenemos que volver a nuestras ocupaciones ordinarias del día a día, al mismo ambiente que nos rodea, afrontando los mismos problemas de siempre. La vida parece una historia repetida y aburrida. Ofrece siempre lo mismo y nunca cambia. Nosotros podemos hacer más divertida nuestra vida, haciendo extraordinarias nuestras cosas ordinarias, con lucha y esperanza. Cuando nos cueste el estudio, hay que seguir luchando, confiando que en el día de mañana nos será útil en nuestra vida. Cuando nos cueste repetirle a nuestros hijos por décima vez lo mismo, hay que confiar que el hacerlo les ayudará a ser personas educadas en el futuro. Cuando nos parezca inútil continuar un proyecto emprendido y pensemos que ya no podemos, ahí debemos confiar en que Dios sacará de ello un fruto abundante, y seguir trabajando.

La vida es un combate, pero sólo quienes luchan y tienen esperanza la viven en plenitud.


Sigue leyendo