¿Hay que ladrar con los perros y morder con los lobos? ¿Es rentable ser cordero?
Autor: José Luis Martín Descalzo | Fuente: 24 pequeñas maneras de amar
Quiero contarles a ustedes la historia de Piluca. Resulta que, en el
colegio donde yo fui muchos años capellán, había dos hermanitas -Piluca y
Manoli- que eran especialmente simpáticas y diablillos. Y un día,
hablando a las mayores (y a Piluca entre ellas) les expliqué como todos
los
que nos rodean son imágenes de Dios y cómo debían tratar a sus padres, a
sus hermanas, como si tratasen a Dios. Y Piluca quedó impresionadísima.
Aquel día, al regresar del colegio, coincidió con su hermana pequeña en
el ascensor. Y, como Piluca iba cargadísima de libros, dijo a Manoli:
"Dale al botón del ascensor". "Dale tú", respondió la pequeña. "Dale tú,
que yo no puedo", insistió Piluca. "Pues dale tú, que eres mayor",
replicó Manoli. Y, entonces, Piluca sintió unos deseos tremendos de
soltar los libros y pegarle un mamporro a su hermanita. Pero, como un
relámpago, acudió a su cabeza un pensamiento. ¿Cómo la voy a pegar si mi
hermanita es Dios? Y optó por callarse y por dar como pudo al botón.
Luego, jugando, se repitió la historia. Y comiendo. Y por la noche. Y
todas las veces que Piluca
sentía deseos de estrangular a su hermana, se los metía debajo de los
tacones porque no estaba nada bien estrangular a Dios.
A la
mañana siguiente, cuando volvieron del colegio, veo yo a Piluca que
viene hacia mí, arrastrando por el uniforme a su hermana con las
lágrimas de genio en los ojos, y me grita: "Padre, explíquele a mi
hermana que también yo soy Dios, porque así no hay manera de vivir".
Comprenderéis
que me reí muchísimo y que, después de tratar de explicar a Manoli lo
que Piluca me pedía, me quedé pensativo sobre un problema que me han
planteado muchas veces: ¿Ser buena persona es llevar siempre las de
perder? En un mundo en el que todos pisotean, si tú no lo haces ¿no
estarás llamado a ser un estropajo? ¿Hay que ladrar con los perros y
morder con los lobos? ¿Es "rentable" ser cordero?
Las preguntas
se las traen. Y,
en una primera respuesta, habría que decir que ser bueno es una lata,
que en este mundo "triunfan" los listos, que es más rentable ser un buen
pelota que un buen trabajador, que para hacer millones hay que
olvidarse de la moral y de la ética.
Pero, si uno piensa un
poquito más, la cosa ya no es tan sencilla. ¿Es seguro que ese tipo de
"triunfos" son los realmente importantes? Y no voy a hablar aquí del
reino de los cielos. En ese campo yo estoy seguro de que la bondad da un
ciento por uno, rentabilidad que no da acción alguna de este mundo.
Pero
quiero hacer la pregunta más a nivel de tierra. Y aquí mi optimismo es
tan profundo que estoy dispuesto a apostar porque, más a la corta o más a
la larga, ser buena persona y querer a los demás acaba siendo
rentabilísimo.
Lo es, sobre todo, a nivel interior. Yo, al menos,
me siento muchísimo más a gusto cuando quiero
que cuando soy frío. Sólo la satisfacción de haber hecho aquello que
debía me produce más gozo interior que todos los triunfos de este mundo.
Moriría pobre a cambio de morir queriendo. Pero es que, incluso, creo
que el amor produce amor. Con excepciones, claro.
¿Quién no
conoce que el desagradecimiento es una de las plantas más abundantes en
este mundo de hombres? ¡Cuántas puñaladas recibimos de aquellos a
quienes más hemos amado! ¡Cuántas veces el amor acaba siendo
reconocido... pero tardísimo!
Esa es la razón por la que uno debe
amar porque debe amar y no porque espere la recompensa de otro amor.
Eso llevaría a terribles desencantos.
Y, sin embargo, me atrevo a
apostar a que quien ama a diez personas, acabará recibiendo el amor de
alguna de ellas. Tal vez no de muchas. Cristo curó diez leprosos y sólo
uno volvió
a darle las gracias. Tal vez esa sea la proporción correcta de lo que
pasa en este mundo.
Pero aún así, ser querido por uno de los diez
a quienes hemos querido, ¿no es ya un éxito enorme? Por eso me parece
que será bueno eso de amar a la gente como si fuesen Dios, aunque la
mitad nos traten después como demonios.
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