La Ética del Aborto: Derechos de las Mujeres, Vida Humana y la Cuestión de la Justicia
Aunque la religión proporciona sólidos argumentos en este debate, los
argumentos no son sólo religiosos, como constata este libro de reciente
publicación
Autor: Christopher Kaczor | Fuente: Vatican Information Service
Los defensores del derecho al aborto suelen criticar a quienes apoyan la
vida por intentar imponer sus creencias religiosas a los demás. Aunque
la religión proporciona sólidos argumentos en este debate, los
argumentos no son sólo religiosos, como constata un libro de reciente
publicación.
Christopher Kaczor, en "The Ethics of Abortion:
Women´s Rights, Human Life and the Question of Justice" (La Ética del
Aborto: Derechos de las Mujeres, Vida Humana y la Cuestión de la
Justicia), toma una postura filosófica ante el aborto y explica por qué
no es justificable éticamente.
Uno de los puntos clave que afronta Kaczor es cuándo comienza el ser
persona. Algunos defensores del aborto sostienen que se puede distinguir
a los humanos de las personas. Uno ejemplo que aporta es el de Mary
Anne Warren, que ofrece algunos criterios a tener en cuenta antes de
decir de alguien que es una
persona.
Propone que las personas tienen conciencia de los
objetos y de los acontecimientos y la capacidad de sentir dolor. Tienen
también la fuerza de la razón y la capacidad para actividad auto
motivada, junto a la capacidad para la comunicación.
Como
respuesta a tales argumentos, Kaczor señalaba que, usando dichos
criterios, sería difícil tener razones en contra del infanticidio,
puesto que un bebé recién nacido no cumple estos criterios más de lo que
pueda hacerlo un feto no nacido.
Por otro lado, no dejamos de
ser personas cuando estamos dormidos o sedados en una operación
quirúrgica, aunque en esos momentos no seamos conscientes ni estemos en
movimiento. De igual forma, quienes sufren demencia o los discapacitados
no satisfacen los criterios de Warren para ser personas.
Una cuestión de lugar
Otro
posicionamiento para
justificar el aborto es el que se basa en la localización, es decir, si
se está fuera o dentro del útero. Kaczor afirmaba que la persona va
mucho más allá de la simple localización. Si admitimos este argumento,
se sigue que cuando hay una fecundación artificial fuera del útero, el
nuevo ser tendría el estatus de persona, pero luego la pierde cuando es
implantado, volviéndola a ganar cuando sale del mismo.
Hay
también casos de cirugía fetal abierta, durante los que el feto humano
es extraído del útero. Si determinamos el ser persona por una existencia
fuera del útero, nos veríamos en la inverosímil situación de que en
tales casos el feto es una no persona que luego se convierte en persona,
y después vuelve a ser una no persona otra vez al volver al útero,
volviendo a ser persona sólo cuando nazca.
Excluyendo por tanto
la localización como criterio para ser considerado persona, Kaczor
afrontaba la cuestión de si la condición de persona se establece en
algún punto entre la concepción y el nacimiento. Observaba que la
viabilidad, es decir si el feto en el útero es potencialmente capaz de
vivir fuera del vientre materno, era citada por el Tribunal Supremo de
Estados Unidos en Roe v. Wade, como un modo de determinar si los fetos
humanos merecen alguna protección legal.
Con todo, según Kaczor,
esta postura tiene sus problemas. Por ejemplo, los gemelos unidos
dependen en ocasiones el uno del otro para vivir y, aún así, ambos son
considerados personas.
La viabilidad también plantea un problema,
porque en los países ricos, con avanzados cuidados médicos, los fetos
se vuelven viables antes que en los países pobres. Y los fetos femeninos
son viables antes que los masculinos.
¿Deberían las diferencias de sexo y de riqueza influir en quién es
persona o no?
Otra idea es considerar que la capacidad para
sufrir dolor o gozar del placer es lo que podría marcar el comienzo del
derecho a la vida, continuaba Kaczor. Esto tampoco es suficiente,
respondía. Esto excluye a quienes están bajo anestesia o en coma.
Además, indicaba, algunos animales tienen esta capacidad pero no
consideramos que tengan un derecho a la vida.
Un posible
replanteamiento de esta posición es decir que no todos los seres tienen
la capacidad de sentir placer o dolor, si no sólo aquellos que tienen un
grado muy alto de sensibilidad y una capacidad más desarrollada de
perseguir sus intereses deben ser considerados personas, explicaba
Kaczor.
El problema con esto, señalaba, es que las personas
difieren mucho unas de otras en su capacidad para el dolor o el placer y
a duras penas podemos
concluir que esto proporcione una base para considerar diferencias
radicales en términos de persona o derechos.
Ética gradualista
La
respuesta proabortista a las anteriores críticas adopta la forma del
punto de vista gradualista. Kaczor explicaba que esto consiste en
sostener que el derecho a la vida aumenta en fuerza de modo gradual
conforme se desarrolla el embarazo, y cuanto más similar es un feto a
una persona como nosotros mayor protección debería tener.
Sin
embargo, Kaczor observaba que hay una diferencia entre el derecho a la
vida y el resto de los derechos. Hay restricciones de edad para votar,
conducir, o ser elegido para un cargo público. Esto sucede porque el
derecho en cuestión exige una capacidad para asumir las
responsabilidades que conlleva.
Por el contrario, el derecho a la vida no contiene implícitamente ninguna responsabilidad y, por lo mismo,
puede gozarse sin tener en cuenta la edad o las capacidades mentales.
Otro
problema de la postura gradualista es que el desarrollo humano no
termina ni mucho menos con el nacimiento. Si el estatus moral se vincula
al desarrollo psicológico, matar a alguien de 14 años requerirá una
justificación mayor que a uno de 6.
Kaczor afirmaba que el error
de estos argumentos nos lleva a la conclusión de que, si no hay
diferencias éticamente relevantes entre los seres humanos en sus
diversas etapas de desarrollo que haga que alguien no sea una persona,
la dignidad y el valor de una persona no comienza por tanto tras su
nacimiento, ni en momento alguno de su gestación. Todo ser humano es
también una persona humana.
La historia nos presenta muchos
ejemplos de la necesidad de respetar a todo ser humano como persona
portadora de dignidad. Kaczor argumentaba que en teoría nadie
actualmente, al menos en
Occidente, defendería la esclavitud, la misoginia o el antisemitismo.
¿Tenemos de verdad justificación para tratar a algunos seres humanos
como si fueran menos que personas, o seremos juzgados por la historia
como un episodio más en larga línea de explotación del débil por parte
del poderoso?
¿La persona comienza con la concepción?
Esto
plantea la cuestión de si los seres humanos empiezan a existir en la
concepción. Según Kaczor, esto no es, en principio, una cuestión moral,
sino científica.
Cita a continuación algunos textos científicos y
médicos que afirman, todos, que con la concepción hay un comienzo de
nueva vida humana y un cambio fundamental con la creación de un ser con
46 cromosomas.
Tras la fecundación no hay presencia de ningún agente exterior que cambie el organismo
recién concebido en algo que sea distinto. Por el contrario, el embrión humano se auto desarrolla hacia futuras etapas.
"Haciendo
una analogía, el embrión humano no es un mero modelo detallado de la
casa que se construirá sino una casa minúscula que se hace a sí misma
cada vez mayor y más compleja a través de su auto desarrollo activo
hacia la madurez", aclaraba Kaczor.
Tras esto, los últimos
capítulos del libro analizan algunos argumentos utilizados por los
defensores del aborto. Los examina uno por uno mostrando sus
debilidades.
Por ejemplo, se ha sostenido que, puesto que en las
primeras etapas hay posibilidades de que tenga lugar una división en dos
hermanos, el embrión no es un ser humano individual. Kaczor replicaba a
esto diciendo que aunque un ser pueda dividirse en dos seres esto no
significa que no sea un ser individual.
Después de
todo, añadía, la mayoría de las plantas pueden dar lugar a más plantas
individuales, pero esto no significa que una planta no pueda ser una
planta individual y distinta.
Analizaba también algunos casos
difíciles, como los embarazos que han sido resultado de violación o
incesto. La personalidad del feto, insistía Kaczor, no depende de la
forma en que fue concebido. "Eres lo que eres sin importar las
circunstancias de tu concepción y nacimiento", afirmaba.
El libro
de Kaczor, con un razonamiento sólido, contiene muchos argumentos
cuidadosamente planteados, que lo hacen una valiosa fuente de
inspiración para quienes tengan la preocupación de defender la vida
humana.
Traducción de Justo Amado
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