domingo, 14 de marzo de 2010

¿Quién secuestró a los maestros? 3a parte (de los falaces slogans de la pedagogía moderna)

Adueñarnos del mundo de las ideas, para que las nuestras, lleguen a ser las ideas del mundo
Autor: Lucrecia Rego de Planas | Fuente: Catholic.net

III. LOS FALACES SLOGANS DEL NUEVO SISTEMA EDUCATIVO

Frases que suenan interesantes para quien las oye sin analizarlas y que tienen como único objetivo desacreditar a los buenos maestros y a la educación formal y tradicional, de acuerdo con la estrategia sugerida por Gramsci, que más adelante veremos con detalle, para adueñarse del mundo de las ideas

Les presento algunos de ellos:

“Nuestro modelo educativo elimina el aprendizaje mecánico y repetitivo que identifica el saber con la memorización”

No entiendo qué tienen los pedagogos en contra de la memoria. La memoria es una facultad de la inteligencia, junto con la razón y la imaginación. Y la inteligencia, junto con la voluntad y la libertad, son las facultades que nos hacen diferentes a los animales.

Creo que es muy bueno desarrollar la memoria. No encuentro cuál es el error que ellos ven en hacer memorizar al niño las tablas de multiplicar, las capitales de los estados, la localización de los países, un poema, un cuento, una canción, una partitura de piano... los hechos históricos más relevantes para que entiendan la cultura en la que vivimos y mil cosas más. No encuentro nada de malo en desarrollar la memoria del niño. Al revés, lo encuentro extraordinariamente bueno e indispensable. Los grandes sabios de la historia poseían una extraordinaria memoria. Cualquier persona que se precie de ser culta, no lo es por lo mucho que ha leído, sino por lo mucho que ha podido retener en su memoria de aquello que ha leído. ¿Por qué los pedagogos insisten en anunciar que ya no harán memorizar al niño? ¿Es que quieren suprimir en ellos esa facultad de la inteligencia y hacerlos más semejantes a los animales?

Supongo que ellos quieren que mi hijo cuente bolitas y palitos cada vez que necesite multiplicar 3 X 4 (para que él mismo descubra el resultado). Yo creo que eso le dificultaría mucho la vida. Lo más eficaz es que mi hijo sepa de memoria (sí, de memoria) que 3 X 4 es 12 y que 7 X 8 es 56. De esta manera podrá emplear su tiempo en cosas mucho más productivas e interesantes.


“Nuestro modelo educativo elimina la transmisión directa de contenidos inconexos”

¿Perdón? ¿Me podrían decir cuándo la educación tradicional transmitió “contenidos inconexos”? Todo lo contrario. La educación tradicional siempre ha montado los nuevos conocimientos sobre conocimientos anteriores. Por eso se enseña primero a contar, luego a sumar, luego a restar y así sucesivamente... hasta llegar al cálculo diferencial e integral en el último año de bachillerato, habiendo ya pasado por el Álgebra y la Trigonometría. Jamás, en ninguna escuela (hasta antes de la invasión laicista y pedagógica) se habían transmitido contenidos inconexos. Ahora sí que se hace, con los nuevos sistemas educativos, pues el niño aprueba sin aprender y al no haber aprendido las bases anteriores, lo nuevo se le presenta como “contenido inconexo”.

Por otra parte... ¿qué tiene de malo lo transmisivo?. Las escuelas, institutos y universidades son precisamente eso: centros de transmisión del saber. Con la enseñanza transmisiva, las nuevas generaciones pueden aprovechar el saber acumulado de las anteriores.

Si se abandona el método transmisivo en las escuelas y mis hijos se ven obligados a descubrir todo por ellos mismos... ¡estamos perdidos!

Mi hija jamás descubrirá por sí misma cómo se hace el exquisito flan de la abuela, por más ingredientes (huevos, leche y azúcar) y refractarios hermosos que le ponga enfrente. O... tal vez sí lo descubrirá... algún día... después de varios experimentos y fracasos con flanes crudos, insípidos, aguados, duros, quemados o batidos. ¿No es mucho más sencillo (y práctico) que la abuela venga y le enseñe ella misma cómo hacerlo? Lo aprenderá en un dos por tres, sin fracasos, sin pérdida de tiempo y sin ingredientes desperdiciados.

Puse el ejemplo de un flan. No quiero pensar cuánto se va a tardar mi hija en descubrir por ella misma el Teorema de Pitágoras o las leyes de Euclides.

Claro que... pensándolo bien, los constructivistas (ahora llamados pedagogos) no buscan que el niño aprenda tan rápido, de hecho no quieren que el niño aprenda ni se esfuerce en aprender, sino que juegue, que esté contento, que trabaje en equipo durante muchas horas y diga su parecer... Pensándolo así... entiendo que no quieran invitar a la abuela, pues frustraría sus planes de entretenimiento y pérdida de tiempo.

No estoy exagerando. La semana pasada recibí una circular muy linda y colorida en la que se me avisaba que mis tres hijos de primaria tendrían en su escuela "La Semana del Sol naciente” en la cual, en lugar de tener clases, jugarían y harían experimentos divertidos para conocer los grupos alimenticios y las condiciones de una buena alimentación.

Bueno... quince minutos en mi cocina y despensa, bastarían y sobrarían para enseñarles a mis hijos, de manera muy amena, muy divertida y muy experimental , que los alimentos se dividen en frutas, verduras, cereales, lácteos y carnes: que unos tienen vitaminas, otros proteínas, otros grasas y azúcares y otros fibra... y que hay que consumirlos de manera balanceada para tener una buena nutrición. ¿Una semana completa? ¿Toda la Primaria sin clases? ¡Viva el constructivismo y la idiotización de la niñez!

Pronto regresaremos a la edad de Piedra, pues... aunque mi hija no logre descifrar los ingredientes exactos para el flan de la abuela, estoy segura de que mi hijo de seis años muy pronto descubrirá, con su observación y experimentación constructivista, que el Sol gira alrededor de la Tierra. Y como él lo descubrió solito y sin ayuda de nadie... los pedagogos le dirán que es verdad, que es su verdad, una verdad tan válida como todas las demás verdades que otros hayan descubierto.


“Un modelo basado en el desarrollo de competencias, que ayuda al niño a Aprender a aprender”

Esto sí es verdaderamente ridículo. “Aprender a aprender”...
Aprender a aprender ¿qué?

Se aprende aprendiendo algo, no aprendiendo a aprender algo.

Es como si llevara a mi hijo a una escuela de natación para que aprenda a nadar y después de un año el profesor me lo entregara diciendo “Señora... su hijo está listo ya para aprender a nadar. Todo este año le estuve dando clases de cómo aprender a aprender a nadar. Ya aprendió cómo aprender a nadar así que ya puede, ahora sí, aprender a nadar”

O... que la maestra de cocina me dijera: “Yo no doy clases de cocina, no enseño a cocinar, doy clases para que las niñas aprendan a aprender a cocinar” ¿De qué sirve eso, si no para perder el tiempo?

El cerebro no necesita aprender a aprender, pues siempre está listo para aprender. De hecho, el cerebro continuamente está aprendiendo algo. El proceso de aprendizaje en el cerebro es continuo desde que el bebé está en el seno materno. Todo lo que vemos, todo lo que tocamos, todo lo que oímos... todo es aprender en cada segundo de nuestra vida. El cerebro no necesita de ninguna preparación previa para empezar a aprender.

Señores pedagogos, se aprende a contar, contando; se aprende a leer, leyendo; se aprende a escribir, escribiendo. No necesitan enseñarles a mis hijos cómo aprender a aprender a leer... háganlos leer, por favor.

De hecho, los niños aprenderán aunque no les enseñen, pues su cerebro está hecho para aprender siempre. Si no le enseñan a un niño las fórmulas elementales de la física en la escuela, las aprenderá él solo, pero las aprenderá como no las debe aprender. Aprenderá, por ejemplo, que fuerza es igual a masa por aceleración (F=ma) cuando un amigo borracho le dé un mazazo en la cabeza. Si no le enseñan que la velocidad es igual a la distancia sobre el tiempo (v=d/t), lo aprenderá cuando no pueda frenar en el coche y se estrelle contra un poste. Si no le enseñan las Leyes en la escuela, aprenderá en la calle cómo esquivarlas y violarlas impunemente. Si no le enseñan Historia, la aprenderá (muy mal) leyendo las noticias de la prensa.

Los niños no necesitan “aprender a aprender”, porque siempre están aprendiendo. Por eso resulta indispensable que en la escuela aprendan todo lo que es verdadero y bueno, para que no aprendan lo incierto y nocivo en otros lugares.


“Sustituye al modelo tradicional que transmite contenidos anclados en el pasado”

Queda comprobado que estos pedagogos están peleados con lo tradicional.

Olvidan que los grandes genios y sabios de la humanidad aprendieron con el método tradicional, pues sus novedosos métodos no existían en tiempos de Platón, Sócrates, Newton, Einstein y un larguísimo etcétera... hasta llegar a los grandes pensadores, intelectuales y científicos (de más de 40 años) de nuestros días. Si tan malo es el método tradicional, ¿de dónde salieron todos esos genios?

Todos ellos aprendieron con el método tradicional en el cual el discípulo aprende de la sabiduría y conocimientos que le transmite su maestro y luego, de manera natural y lógica, llega a superarlo, tanto en conocimientos como en sabiduría.

No veo qué tenga de malo un modelo en el cual el alumno debe prestar atención a las explicaciones del maestro, pedir la palabra cuando tenga alguna duda y después hacer los ejercicios para afianzar en la práctica, los conceptos teóricos.

Si el modelo tradicional fuera tan malo como dicen los pedagogos, no hubiera habido ningún avance en la ciencia, la tecnología y el saber desde el medioevo hasta nuestros días.

Sin ir más lejos... Jesucristo, siendo Dios, escogió el modelo transmisivo y tradicional para enseñar a sus discípulos. Nadie en el Universo conoce mejor la psicología humana que Él, pues Él mismo fue el creador del hombre. Supongo que los pedagogos creen saber más que Dios.

Creo que nuestros pedagogos están confundiendo lo novedoso con lo bueno y creen que es malo todo lo que no es novedoso. Eso es entendible en el pensamiento de un adolescente inmaduro que cree que todo lo nuevo es bueno, pero... no en un educador.

Por otra parte... me gustaría mucho que me aclararan cuáles son los “contenidos anclados en el pasado” de los que hablan. ¿Será que ya no quieren que los niños estudien a Sócrates y a Platón? ¿Qué ya no lean a Miguel de Cervantes ni a Shakespeare? ¿Qué ya no estudien Historia Universal? ¿Considerarán que las leyes de Newton están pasadas de moda? ¿Se referirán a las enseñanzas de Jesucristo, por tener 2000 años de antigüedad? ¿Cuáles son, señores pedagogos, los contenidos “anclados en el pasado”?


“Modelo centrado en el estudiante y no en el maestro como protagonista”

“Centrado en el estudiante” ¿Qué tiene esto de novedoso?
Vayamos al maestro más tradicional de la historia. Cuando recita las tablas de multiplicar, lo hace para que el alumno las memorice. No lo hace para repasarlas él. Cuando hace un dictado y corrige las faltas de ortografía, lo hace para que el alumno (y no él) aprenda a escribir correctamente. La educación tradicional SIEMPRE ha tenido como centro al estudiante, no al maestro. Todas las explicaciones, ejercicios y tareas de la educación tradicional están dirigidas a la superación y al aprendizaje del alumno. El alumno es, y siempre ha sido, el sujeto y el objeto de la educación tradicional.

Y ahora, además, existen herramientas interactivas maravillosas que ayudan a que el maestro ya no tenga que emplear el tiempo en escribir las tablas sobre el pizarrón. Pero el método es el mismo (el maestro enseñará y el alumno repetirá y practicará las tablas hasta dominarlas por completo). Lo único que cambia son las herramientas, que ahora son más variadas, interactivas y poderosas y ayudan a que el alumno aprenda más cosas en menos tiempo.

Hay niños con ganas de aprender, que podrían aprender mucho más en un sistema más exigente, más ordenado, que no lo obligara a convivir con quienes no tienen el menor interés por enseñar.


“Modelo que integrará todas las materias”

Eso también es muy tradicional, queridos pedagogos. Basta con mirar a los sabios del Renacimiento. Curiosamente los mejores artistas, pintores, arquitectos, compositores, también eran los mejores matemáticos, teólogos e historiadores.

Las materias no deben integrarse de manera ficticia desde la administración del colegio, obligando al profesor de Biología a poner a hacer operaciones matemáticas a los alumnos para calcular el volumen del hígado; ni obligando al profesor de Natación para que los alumnos calculen el volumen de agua que sacan de la alberca en un clavado.

Las materias estarán integradas en la medida que tenga la cultura general de cada uno de los maestros. Si el maestro de Matemáticas sabe también mucho de Historia, de Geografía, de Filosofía y de Arte, se los transmitirá a los alumnos de manera natural. Pero eso... no se logra enviando a los maestros a jornadas pedagógicas... se logra poniéndolos en contacto con unas cosas muy tradicionales y antiguas que se llaman libros. Que lean mucho... de su materia y de las otras materias.


“El nuevo sistema acaba con las evaluaciones sancionadoras”

¿Me podrían decir, estimados pedagogos, cuándo ha sido “sancionadora” una evaluación? Los exámenes son sólo eso: evaluaciones. Y lo que hacen es solamente evaluar el conocimiento adquirido. Una calificación en un examen no es un premio para el que sabe ni es un castigo para el que no sabe. Es sólo una señal cuantificable, una medida objetiva, de que el niño ha aprendido suficientemente bien o de que necesita estudiar de nuevo.

Que los papás impongan luego un castigo por las malas notas en el examen... eso no quiere decir que el examen en sí mismo sea un castigo. Por el contrario, los exámenes son la oportunidad para ver si el alumno ha tenido un aprendizaje efectivo y, si no lo ha tenido, poner a tiempo las medidas correctivas necesarias, ya sea en la manera de explicárselo o en la manera de estudiar. Los exámenes son una herramienta eficaz para asegurar que el alumno terminará el curso sabiendo todo lo que debió haber aprendido.

Con el deseo de los pedagogos de eliminar las evaluaciones y las calificaciones... sustituyéndolas por hermosos sellos que dicen “ERES UN CAMPEÓN” (sin revisar siquiera las respuestas ni la calidad del trabajo entregado)... ahora nadie se entera de si el niño está aprendiendo o no (ni los maestros, ni los padres, ni el mismo niño) y... pasa al siguiente curso en blanco, convencido de que da igual saber o no saber; hacer las cosas bien o hacerlas al aventón. El resultado es el mismo: “ERES UN CAMPEÓN”

He escuchado a muchos amigos, profesores de universidad, seriamente alarmados por los escasísimos conocimientos con que están llegando los alumnos a las facultades, sobre todo en las áreas matemáticas y en el lenguaje. Es una pena, porque, si los jóvenes no dominan el lenguaje, muy difícilmente serán capaces de dominar el pensamiento y si no dominan las matemáticas, muy difícilmente llegarán a dominar la ciencia.

Lo más penoso es que los jóvenes no se avergüenzan de ello. Llegan a la Universidad sin saber qué es el Teorema de Pitágoras, no tienen idea de quién fue Miguel de Cervantes, no pueden decir completos los Diez Mandamientos, no saben si Colombia está en América Central o en América del Sur... no saben ni siquiera expresarse correctamente y son incapaces de redactar un párrafo coherente con la puntuación correcta y sin faltas de ortografía... Y ¡no les importa! Se ríen, les parece gracioso ser ignorantes.

Claro... a fuerza de haber sido evaluados sin impunidad, han llegado a creer que no tienen importancia el conocimiento, el saber y la cultura. Están convencidos de que les irá igual de bien que a los que sí saben, pues siempre sucedió eso en su escuela: los que estudiaban y los que no estudiaban; los que sabían y los que no sabían... al final, todos pasaban el curso.


“Nuestras evaluaciones son participativas, involucrando a todos los implicados: al alumno, al maestro, al resto del personal docente y administrativo, al grupo de psicólogos y a las familias, para asegurar el desarrollo integral de todas las facetas de la personalidad del alumno”

Esto es terrible y creo que va en contra de la relación de confianza que debe existir entre un maestro (de los de verdad) y un alumno. ¿Qué tienen que hacer los demás, opinando acerca de las calificaciones que mi hijo merece?

Imagino la escena: Un alumno obtuvo un seis en el examen de matemáticas. Un seis objetivo: seis aciertos en diez preguntas.
El psicólogo opina: “No, es un niño muy débil psicológicamente, si le ponemos seis, su autoestima se dañará, propongo que le pongamos ocho”
El profesor de natación opina: “Si le ponemos seis u ocho, bajará su rendimiento deportivo, mejor nueve”
El administrativo dice: “Tiene todas las cuotas al corriente, se merece mejor calificación”
Y la mamá termina: “Estudió tanto mi niño... yo lo vi estudiar... se merece una buena calificación”
Entre todos deciden ponerle un “SOBRESALIENTE!”

¿Qué clase de evaluación es esa? ¿Para qué sirve?

Basar las evaluaciones en aspectos subjetivos sólo distorsiona la realidad y genera una gran inseguridad en el niño, pues nunca sabrá qué es lo que realmente debe hacer para ser mejor evaluado.


“No nos enfocamos en transmitir contenidos que el alumno puede ya encontrar en la Internet”

Justamente porque el niño puede encontrar millones de contenidos en la Internet, es por lo que se hace más urgente que nunca proveerlo de contenidos ciertos y confiables y de una estructura mental lógica y ordenada que le ayude a discernir.

Nuestros niños están sumamente despistados por la cantidad de información que reciben continuamente de todos los medios (no sólo la Internet). Oyen miles de opiniones diversas acerca de todas las cuestiones. Están bombardeados de información incierta y falsa.

Debemos brindarles la seguridad de que sus preguntas tienen una respuesta verdadera. Debemos mostrarles la verdad, para que entonces ellos puedan desechar el resto de las respuestas erróneas que encontrarán en la red, que escucharán en la radio, que verán en el cine y en la televisión.

Si no les damos contenidos confiables en la escuela, crecerán convencidos de que la verdad no existe o de que existen muchas verdades y que él puede adoptar la que mejor le convenga en cada circunstancia.

Para aprender algo nuevo, uno siempre se apoya en lo que ya sabe. El niño que más cosas sepa al salir de la escuela, más puntos de apoyo tendrá para aprender cosas nuevas. El aprendizaje tiene la particularidad de que cuanto más aprendes, más sed tienes de aprender más; cuanto más sabes, más ganas tienes de saber más. Si nuestros hijos salen de la escuela sabiendo poco, por muchas destrezas que le hayan inculcado, es muy difícil que les broten de repente las ganas de aprender. Y... aunque les brotaran... su cerebro no estará suficientemente desarrollado para entender conceptos más elaborados.


“Libros de texto modernos, atractivos y adecuados a la idiosincrasia del alumno”

Da pena hojear los libros de texto que ahora llevan nuestros hijos, especialmente en Bachillerato: Grandes ilustraciones a cuatro tintas, papel couché de muchos gramos, pasta dura, hermosas fotografías dignas del National Geographic, bonitas historias ilustradas y... nada de contenido sustancial de la materia y ni un solo ejercicio de práctica o evaluación.

Cada vez que los veo, añoro a nuestro arcaico Baldor y los Cuadernos Alfa... de papel revolución, en blanco y negro y con cientos de ejercicios para volverte experto. ¡Qué buenos libros eran ésos!

Los libros de Primaria también dan pena... son menos elegantes que los de bachillerato, pero también están llenos de colores e ilustraciones y de muy poco contenido sustancial. Por poner un ejemplo, en el libro de Matemáticas de mi hija de 3º de primaria, aparece un problema que dice: “Juan tenía una pera y dos manzanas en una canasta. ¿Cuántas frutas tenía en total?”, los pedagogos (autores del libro) han dibujado a Juan con su canasta en media página, a dos manzanas rojas y brillantes en la otra mitad de la misma página y a la pera en la mitad de la página siguiente. Luego en la última mitad, aparece la ilustración de las dos manzanas, un gran signo de más y luego la pera. Al final... el espacio para responder a tan difícil pregunta.
Dos páginas completas de dibujos, para un problema sencillísimo. ¿Será que los pedagogos creen que una niña de 9 años es incapaz de imaginarse dos manzanas y una pera? ¿O será que quieren hacer libros sin contenido alguno?

En mi búsqueda de materiales que me ayudaran a enseñar a mis hijos lo que no les están enseñando en la escuela, he descubierto con tristeza que los pedagogos, además de haberse adueñado de las escuelas, también se han adueñado de las editoriales educativas y las mismas han dejado de editar los libros viejos y buenos, aquellos que fueron escritos por buenos maestros. Todo lo que hay ahora es igual.... mucho dibujo (muy pedagógico) y nada más.


“Utilizamos las herramientas didácticas más modernas y empleamos de manera inteligente y crítica las nuevas tecnologías para lograr una enseñanza adecuada a la época actual”

De nuevo los pedagogos confunden lo moderno con lo bueno. Es irrelevante que las herramientas didácticas sean modernas o antiguas, cuando logran un aprendizaje eficaz. Los libros, el lápiz y el cuaderno son muy antiguos y no por eso dejan de ser buenos en la educación. Hay herramientas modernas muy buenas y otras no tan buenas. Y no necesariamente “las más modernas” son las más buenas.
En cuanto a lo del “uso inteligente de las nuevas tecnologías”, me alegro que lo hagan de esa manera, pues usarlas sin inteligencia sería muy malo. Por cierto.... los maestros tradicionales (yo soy uno de ellos) también sabemos usar (y usamos) las nuevas tecnologías en la enseñanza. No necesitamos que los pedagogos nos enseñen a utilizarlas.


“Una educación con contenidos objetivos y neutros, que no arrastren al niño hacia ninguna ideología particular”

La mentalidad igualitarista de la pedagogía moderna forzosamente desea aplastar u opacar a cualquiera que se distinga entre la muchedumbre. Quieren formar chicos “grises”, maleables, que se integren fácilmente a la sociedad, con la escala de valores que esté de moda y que cambie con los vaivenes de la opinión pública, para llevarlos a donde ellos quieran.

Por eso el nuevo sistema educativo ya no presenta ideales modélicos a los alumnos (los grandes genios, héroes, sabios y santos de la humanidad) pues no quiere que el alumno se destaque o se distinga, imitándolos, sino que se inserte de manera anónima en la sociedad consumista.

Para erradicar los modelos del sistema educativo, se pide a los maestros que impartan sus materias (especialmente la Historia) desde un punto de vista “neutro y objetivo”, presentando simplemente los hechos y sin dar ninguna opinión personal ni ningún juicio de valor.

De esta manera, los profesores de Historia ya no pueden narrar con emoción las grandes hazañas de los grandes héroes, ni juzgar a los grandes traidores de los pueblos. El niño actualmente aprende la Historia, no como algo apasionante que involucra grandes cerebros, grandes corazones, grandes estrategias y grandes intereses culturales, económicos y políticos, sino sólo como una serie descriptiva y amorfa de nombres, lugares y fechas sin sentido, pues nunca se le dice (con el pretexto de no ideologizarlo) quién es el héroe y quién es el villano del cuento, ni se le habla de las grandes pasiones que movieron a los hombres de cada época a actuar de tal o cual manera para cambiar el rumbo de la historia.

Nuestros niños, a falta de modelos históricos que, por su inteligencia, valentía y virtudes, lo pudieran atraer y lo impulsaran a imitarlos, están llegando a creer que los modelos a imitar son los “súper héroes” o las estrellas de rock, pues son a los únicos que ven brillar en una sociedad relativista.

Cito al P. Luis Garza, L.C. en su libro “La batalla por el alma del mundo”:

“La educación es lo que forma la mente y el cuerpo de las nuevas generaciones. En la educación están implicados los valores, los códigos de conducta que se transmiten de generación en generación. Por eso también es un campo de batalla para controlar el alma del mundo. Pero la educación tiene un agente primordial, que son los ejemplos de vida, los testimonios, es decir, padres, educadores, etc. Hoy en día es fácil percibir el ataque que se hace a los ejemplos que los niños encuentran en su desarrollo, de forma que éstos quedan desorientados y sin puntos de referencia. Cuando se devalúa la imagen de los agentes de la formación de los niños, quedan como modelos los “héroes” de las películas, los cantantes de moda, los deportistas, etc”.



LAS JORNADAS PEDAGÓGICAS OBLIGATORIAS PARA LOS MAESTROS

Desde hace dos o tres años, los padres de familia nos hemos visto sorprendidos por la suspensión de clases en las escuelas (un viernes cada mes) debido a las “Jornadas pedagógicas” que deben tomar los maestros de manera obligatoria. Muchos nos hemos visto en la necesidad de buscar a alguien que pueda cuidar a nuestros hijos esos días, con un costo económico no previsto en el gasto familiar, y muchos otros, nos hemos visto obligados a llevarlos con nosotros al trabajo para no dejarlos solos en casa, lo cual no es muy bien visto en la mayoría de las empresas y resulta peligroso en el caso de las madres que trabajan en fábricas industriales, donde no existe un espacio seguro para los niños.

Pero independientemente de esa molestia, no sé si alguno de nuestros pedagogos se puso a pensar, al programarlas, que quitar un viernes al mes de clases a nuestros niños, significa nada menos que disminuirles el 5% del tiempo que dedican a la escuela. No es poco... Si iban a aprender 100 a lo largo del año, ahora sólo aprenderán 95.

Ahora que, con lo poco que aprenden hoy en día, 100% de casi nada es prácticamente lo mismo que 95% de casi nada.

¿Qué les enseñan a nuestros maestros en esas jornadas pedagógicas? ¿Aprenderán a ser mejores maestros o es una especia de adoctrinamiento por parte del estado?

La verdad es que... ni lo uno, ni lo otro. Abajo les pongo el temario de los contenidos de estas jornadas, pero no es importante. Como veremos más adelante, el único objetivo de estos cursillos es dejar claro, en la mente de los maestros, que los pedagogos tienen un ascendiente intelectual sobre ellos.

Entonces, no importa lo que les den (que es pura paja pedagógica)

Contenidos de los cursillos pedagógicos:

- La psicología de los niños
- Dimensión afectiva y social en el aprendizaje y en la autoestima
- Diferentes modelos pedagógicos y didácticos
- Cómo seleccionar y formular los contenidos
- Diseño de actividades para el aprendizaje de materias concretas
- Uso didáctico de diferentes recursos
- Tendencias innovadoras en la educación
- Dinámica de grupos y trabajo cooperativo
- Funcionamiento de los centros y el trabajo con las familias
- Las normas legales existentes sobre el sistema educativo

Ni los buenos profesores lo son gracias a los cursillos pedagógicos, ni los malos van a mejorar gracias a ellos. Hay cientos de magníficos profesores que no han estudiado pedagogía y no les hace ninguna falta.

Jesucristo no envió a sus apóstoles a jornadas pedagógicas, no les hablo de “teorías cognitivas” ni de “los contenidos actitudinales” y, sin esa preparación, que nuestros pedagogos dicen es indispensable, les envió a la misión educativa más ambiciosa que puede existir: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura, enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he dicho.”

Me he puesto a pensar que tan no es necesaria la pedagogía moderna, que cualquier papá que llegase a necesitar contratar a alguien que le dé un curso de regularización a su hijo porque ha flojeado en matemáticas, no se le ocurriría buscar un pedagogo, sino un simple joven universitario que domine la materia. Creo que todos estamos conscientes de que cuando se trata de enseñar y aprender, poco importa la psicología del niño, el modelo de Gagné o la taxonomía de Bloom. Basta con alguien que conozca la materia, la entienda y pueda explicarla.

Les copio un texto del ideario del colegio Franco Inglés, de la Sociedad de María fundada por Jean Claude Colín, hablando de la pedagogía que aplican los sacerdotes maristas en sus colegios:

Al iniciar el siglo XXI y, a pesar de los cambios, los Maristas siguen fieles al proyecto educativo de su fundador. Conocen sus límites. No se trata de una pedagogía original e innovadora. Son, más bien, actitudes educativas de las que no se sienten propietarios exclusivos. Pero son testigos de que han dado su fruto y creen que todavía continúan dándolo. Sencillamente porque se inspiran en las fuentes del Evangelio.
“Si, colaboramos con Dios para formar un hombre. Eso es. Cuando un niño sale de manos de su nodriza, apenas si es un esbozo de hombre. Luego llega el momento de hacerlo hombre, de formar su voluntad, su carácter, su virtud, etc. Pues todo eso lo hace la educación. No hay cosa más grande. El niño recibe como su segunda creación”. (HF 13,33).
Colín tiene una idea grande del educador y del educando. El educador colabora con el Creador y está encargado de llevar a término el trabajo de Dios: revelar al alumno quién es y quién es para Dios. El educador coopera con el alumno en esta tarea, ya que, de hecho, nada se puede hacer sin su consentimiento y sin que él participe en su formación.


Si esta clase de ideas (muy antiguas y muy tradicionales) fueran las que transmitieran a nuestros maestros en las jornadas pedagógicas, la educación sería muy distinta y mucho mejor.


Continúa con la 4a parte: "LAS IDEOLOGÍAS ESCONDIDAS DETRÁS DE LA PEDAGOGÍA MODERNA"

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